En la física, la entropía describe cómo, con el tiempo, todo sistema tiende a perder orden y estructura. En otras palabras, cualquier sistema cerrado (ya sea una habitación que se va desordenando “sola” si nadie la acomoda o una taza de café que se enfría, todo suele evolucionar naturalmente hacia el desorden. No es una casualidad ni una falla del sistema. Es una ley: si no se introduce energía desde afuera para mantener el equilibrio, el desorden aumenta siempre. Algo parecido ocurre con el dinero. Incluso sin grandes errores, nuestras finanzas pueden empezar a deteriorarse por sí solas. Porque, como en la física, la entropía también aparece en nuestras finanzas: si no intervenimos con intención, el desorden se impone. La idea no es culparse, sino entender cómo funciona esta dinámica y actuar en consecuencia. Hoy vamos a explorar cómo intervenir, cómo redirigir esa energía que tiende al deterioro y usarla a nuestro favor. Con algunas reglas simples, podemos empezar a poner orden, tomar el control y transformar una ley inevitable en una oportunidad real para mejorar la forma en que gestionamos el dinero día a día. ¡Manos a la obra!
El desorden invisible: cómo el dinero se escapa sin que lo veas
En economía, el término laissez faire (que significa literalmente “dejar hacer”) se usó durante mucho tiempo para respaldar la idea de que el Estado no debería intervenir en los mercados. Si lo llevamos al plano de las finanzas personales, se traduce en una actitud pasiva frente al propio dinero, al confiar en que todo se acomodará solo. Pero ese enfoque tiene un problema: cuando soltamos el control, dejamos la puerta abierta a la entropía, y el desorden empieza a crecer. Los pequeños desajustes se acumulan, y, lo que parecía menor, con el tiempo se vuelve costoso. Dos columnas atrás estudiamos cómo el sistema financiero actual está basado en la confianza, no en la verificación. A diferencia de lo que plantea la tecnología blockchain, que se apoya justamente en lo opuesto: verificar en lugar de confiar. Mientras esa transformación no se termine de consolidar, esa confianza ciega puede jugar en contra. Y ahí, en esa falta de control, se esconde gran parte del desorden invisible. Veamos tres casos concretos donde eso se manifiesta.
1. Suscripciones que siguen corriendo sin uso: Servicios de streaming, gimnasios, aplicaciones de música… Muchos siguen cobrando todos los meses sin que nos detengamos a pensar si realmente los usamos. A veces, alguien paga una suscripción durante todo un año cuando solo la aprovechó los primeros meses. Ese goteo, si lo sumamos, puede representar mucho dinero. La solución es sencilla: hacer una revisión personal cada tres meses. Ver qué estás usando de verdad y dar de baja lo que no. No se trata de cortar todo, sino de decidir qué tiene sentido mantener.
2. Comisiones bancarias que pasan desapercibidas: Algunos bancos cobran por mantenimiento, por transferencias, por extracciones o incluso por no mantener un saldo mínimo. Como esos cargos suelen ser chicos y aparecen en letra chica, no siempre los notamos. Pero con el tiempo, se acumulan. Y un día ves que te sacaron una suma importante solo en comisiones. Lo ideal es revisar los resúmenes bancarios, identificar esos cobros y hacer los reclamos necesarios. Si no hay respuesta, puede ser el momento de considerar opciones más económicas como bancos digitales o billeteras virtuales.
3. Gastos pequeños que terminan pesando más de lo que pensás: Ese café de todos los días, el snack del kiosco o el delivery “porque hoy no tengo ganas de cocinar”. Son gastos “hormiga” que parecen insignificantes pero, si se repiten a lo largo del mes, pueden sumar más que un gasto grande bien pensado. Para tomar control, una buena estrategia es anotar durante una semana todos esos gastos chicos y ponerles así un número, para después decidir con qué frecuencia realmente querés hacerlos. La idea no es eliminarlos, sino evitar que sean automáticos y se lleven una parte importante de tu presupuesto sin darte cuenta. En todos estos casos, el patrón se repite: cuando no revisamos y dejamos que las cosas sigan solas, el desorden crece y el dinero se va por rendijas que ni sabíamos que existían. Mantener el orden requiere esfuerzo. Y en este caso, ese esfuerzo se llama atención y revisión periódica.
La entropía inflacionaria: el enemigo que trabaja mientras dormís
En economía, la inflación representa una versión muy concreta de los efectos de la entropía, ya que, incluso si no gastás un solo peso, tu dinero pierde valor de manera constante y silenciosa. No hace falta hacer nada: alcanza con que el tiempo pase para que el poder adquisitivo se reduzca, especialmente en países como el nuestro, donde la inflación es persistente y forma parte del funcionamiento estructural de la economía. Un ejemplo muy común es dejar dinero en una caja de ahorro en pesos. La plata está ahí, quieta, sin moverse, sin que compres nada, y sin embargo, después de unos meses, ese mismo monto alcanza para menos. La entropía, en este caso económico, opera por sí sola. El problema es que muchas personas se tranquilizan pensando que al menos el dinero está “seguro” en el banco, pero lo que realmente está asegurado en ese escenario no es la estabilidad del valor, sino la pérdida progresiva del poder de compra. A este desgaste silencioso se suma otra fuente de desorden: la volatilidad de las tasas de interés. En la Argentina, es común que los distintos gobiernos utilicen la tasa como herramienta coyuntural, ajustándola con rapidez según sus necesidades del momento, lo cual genera un entorno inestable que cambia semana a semana. Así, un plazo fijo puede ser atractivo hoy, mientras que mañana convienen más las cauciones bursátiles, los fondos comunes de inversión o incluso las billeteras virtuales que capitalizan intereses a diario. Esta dinámica, lejos de facilitar la planificación, obliga a cualquier ahorrista a estar en alerta constante y a seguir de cerca el comportamiento del mercado para evitar quedar atrapado en decisiones que rápidamente pierden sentido. Frente a este escenario, la respuesta no puede ser la resignación, sino la construcción de una estructura financiera ágil, que permita mover el dinero con rapidez y sin trabas innecesarias entre distintas alternativas. Esto implica conocer de antemano cómo funcionan los principales instrumentos (plazos fijos, cauciones, fondos, billeteras digitales) y tener abiertas las cuentas necesarias para operar sin perder tiempo en medio de un contexto cambiante. La disciplina, en este caso, no se trata solo de ahorrar, sino de estar informado, comparar opciones, evaluar condiciones y actuar con la flexibilidad necesaria para proteger el valor del dinero, sin asumir riesgos que no se pueden administrar.
Conclusión
La entropía nos enseña que el desorden no es una excepción, sino la regla. En el mundo de la física lo aceptamos sin resistencia: sabemos que el café se enfría, que la ropa se desgasta con el uso y que los edificios, si no se mantienen, terminan deteriorándose. Sin embargo, cuando se trata de nuestras finanzas personales, muchas veces actuamos como si el orden fuera el estado natural de las cosas, y el caos, apenas un accidente aislado. Y ahí es donde aparece el verdadero riesgo: creer que el dinero se va a organizar por sí solo es tan irreal como pensar que una habitación va a mantenerse ordenada sin que nadie la limpie. Lo interesante (y también lo esperanzador) es que, a diferencia de lo que ocurre en la termodinámica, en el terreno de la economía personal sí tenemos margen para intervenir. Podemos introducir energía de forma consciente y deliberada para contrarrestar esa tendencia natural al deterioro. Esa energía se llama atención, disciplina y estrategia. Porque no alcanza con evitar deudas o generar buenos ingresos: hay que administrar constantemente las fuerzas que erosionan el valor del dinero, y sobre todo, aprender a redirigirlas de manera inteligente para que jueguen a favor y no en contra. La pregunta de fondo no es si la entropía financiera te va a afectar, porque eso ya está ocurriendo. La verdadera cuestión es cómo vas a responder ante ella. ¿Vas a dejar que actúe como un ladrón silencioso que se lleva tu tranquilidad sin que lo notes, o vas a usarla como un recordatorio constante de que tu dinero necesita presencia, intención y decisiones activas para sostener su rumbo? Esa elección no determina solo cómo manejás tu economía hoy, sino también cuánto margen de libertad vas a tener mañana. La seguimos la próxima semana con más material de Finanzas Personales e Inversiones.