La escuela rural de Tucumán que desafía las estadísticas: el 98% de los alumnos termina la secundaria

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La Escuela Gobernador Piedrabuena es una secundaria rural de gestión estatal; tiene 182 alumnos, de los cuales la mitad recibe acompañamiento y becas de las fundaciones Cimientos y Alfredo Peralta.

A 65 kilómetros de San Miguel de Tucumán, muy cerca de la frontera con Santiago del Estero, hay una escuela rural que desafía todos los pronósticos. Es la Escuela Media Gobernador Piedrabuena, una secundaria pública en la que el 98% de los estudiantes termina la escolaridad, y el 70% de los egresados ya tiene definido un camino universitario o laboral. Estos resultados, y sobre todo la forma de trabajo que los hizo posibles, llevaron a que la escuela hoy sea una de las candidatas al premio a la “mejor escuela del mundo” –los World’s Best School Prizes– en la categoría de “colaboración con la comunidad”.

Los premios, organizados por T4 Education, se entregan el próximo martes 30 de septiembre: un jurado internacional definirá los ganadores. Hay otra escuela argentina nominada: el Colegio Madre Teresa, de San Fernando (provincia de Buenos Aires), quedó entre los 10 finalistas en la categoría “superación de la adversidad”. En 2024, el Colegio María de Guadalupe, ubicado en Las Tunas (General Pacheco), ganó en la misma categoría en la que ahora es finalista la Escuela Gobernador Piedrabuena.

La expectativa es alta entre los 9000 habitantes de la localidad tucumana. Pase lo que pase el martes, la comunidad educativa está orgullosa de haber puesto el nombre de la escuela en el radar global.

“Creo que lo que nos llevó a este lugar fue trabajar con la conciencia de que tratamos con seres humanos. Nos corrimos de la idea de que el aprendizaje se limita a lo cognitivo: entendemos que la persona es un todo, con cuerpo, mente y emociones. Aprender es una conquista, y a veces duele. Encontrar el vehículo correcto para llegar a los chicos es lo que nos permitió formar estudiantes comprometidos”, cuenta Nancy Gómez, la directora de la escuela, a Infobae. “Miramos al alumno de manera integral, y usamos las emociones como vehículo del aprendizaje”, asegura.

Gómez tiene una larga trayectoria en la defensa de la educación en Piedrabuena, desde los tiempos de la Ley Federal de Educación: en 2001, formó parte de las movilizaciones por la reapertura de las EGB 3 rurales, cuando el gobierno tucumano intentó cerrarlas por medio del decreto 390/1; luego, junto con sus compañeras peleó por la apertura del Polimodal para que los chicos pudieran terminar la escuela en su localidad.

Fue profesora de Lengua y Literatura durante diez años en la Escuela Gobernador Piedrabuena; desde hace trece años es la directora. En una zona de escasos recursos, su liderazgo y su capacidad de tejer alianzas fueron claves para construir una escuela a la que todos quieren ir: lograron casi triplicar la matrícula –de 67 alumnos a 182– y tienen lista de espera.

El plantel está compuesto por 40 profesores, muchos de ellos “docentes taxi”, que tienen pocas horas y viajan varios kilómetros desde distintas localidades. Pese a que las condiciones no son las ideales, el espíritu de equipo y el sentido de pertenencia son cruciales para el trabajo por proyectos y el acompañamiento personalizado, dos rasgos centrales de la propuesta pedagógica de la escuela. “La mayoría de los docentes son vitalicios en la escuela. Eso te habla del arraigo que sienten, tanto ellos como los alumnos», subraya Gómez.

Nancy Gómez es la directora de la escuela: trabaja allí desde hace casi 25 años, con un enfoque centrado en el aprendizaje basado en proyectos.

–¿Cómo caracterizarías el proyecto institucional de la escuela?

–Mi proyecto de escuela nace de mi experiencia como alumna. En primaria y secundaria fui “mala alumna”: me aburría, no entendía el sentido de lo que me enseñaban y la pasaba mal en la escuela. Eso me marcó mucho.

Como docente, desde el inicio busqué estrategias diferentes. Sacaba a los chicos del aula, armaba proyectos, buscaba que vivieran el aprendizaje, que se lo grabaran en la piel. En ese momento, los directores no lo aprobaban: cuestionaban por qué sacaba a los alumnos, por qué no seguía los métodos tradicionales. Siempre iba a contrapelo.

Cuando llegué a la dirección decidí poner en práctica esa visión: trabajar con un currículo abierto, con proyectos donde los chicos fueran protagonistas y cada uno aportara lo que sabe para construir conocimiento de manera activa. Funcionó porque los docentes también se sumaron; sin ellos no habría sido posible.

Trabajar por proyectos implica inmediatamente armar equipos. Cuando formás un equipo, cada uno tiene un rol de acuerdo con sus capacidades y a lo que necesita el proyecto. Si uno falla, falta una pieza. Ese es el compromiso que crea el trabajo por proyectos. Y además está el sentido de colaboración: encontrarte con tu par, aprender del otro. Es una alternativa maravillosa, que te cambia la escuela.

Los proyectos escolares incluyen un museo de árboles autóctonos en peligro de extinción, una radio gestionada por los estudiantes y el museo Raíces de mi Pueblo, dedicado a la historia de la localidad de Piedrabuena.

El vínculo con la comunidad

Los proyectos más emblemáticos de la escuela apuntan a rescatar el patrimonio cultural y natural local. Las iniciativas incluyen un museo de árboles autóctonos que están en peligro de extinción, una radio escolar gestionada por los estudiantes –la FM 88.9 “Piedralibre”– y el museo Raíces de mi Pueblo, dedicado a la historia de la localidad de Piedrabuena. También impulsaron una campaña para rescatar animales en cautiverio, como pumas, caranchos y caraguays que algunas familias tenían como mascotas.

El vínculo con la comunidad es muy fuerte, porque rescatamos la memoria colectiva: cómo se vivió en el pueblo la dictadura militar, la Guerra de Malvinas –tenemos un excombatiente que nos donó una bandera que flameó en las islas– y la historia del ferrocarril. Desde esas raíces locales expandimos la mirada hacia la Argentina y hacia el mundo, mostrando que también estamos incluidos en la historia más amplia –explica Gómez–. Si no, todo lo que leemos en los libros pareciera que les pasó a otros”.

En un contexto donde el trabajo infantil y la deserción escolar estaban naturalizados, la Escuela Media Gobernador Piedrabuena logra cifras de terminalidad y de aprobación que desafían las estadísticas nacionales y provinciales. Esta semana un informe de Argentinos por la Educación mostró que solo el 10% de los estudiantes argentinos termina la secundaria a tiempo y con los aprendizajes esperados de Lengua y Matemática; en Tucumán la cifra desciende al 7%. A nivel nacional, el 63% de los estudiantes llega al final de la secundaria sin repetir ni abandonar; en Tucumán es el 68%. Pero en la Escuela Gobernador Piedrabuena, la cifra asciende al 98%.

Gómez menciona a dos aliados clave para sostener las trayectorias de sus estudiantes y lograr que prácticamente todos terminen la secundaria: la Fundación Cimientos y la Fundación Alfredo Peralta. La segunda financia becas para la mitad de los alumnos, mientras que la primera les ofrece un acompañamiento con tutores (docentes, psicopedagogos, psicólogos) que trabajan uno a uno con los chicos para mejorar su paso por la escuela.

Nancy Gómez junto a Mercedes Méndez Ribas, directora ejecutiva de Fundación Cimientos, la organización que brinda acompañamiento con tutorías a la mitad de los estudiantes de la escuela.

“El Ministerio de Educación de la provincia nos ha dado libertad para trabajar y probar nuevas estrategias, porque la escuela también es un laboratorio: los grupos cambian, lo que funcionó antes puede no servir ahora, y hay que adaptarse. La comunidad educativa incluye a los estudiantes y docentes, a las familias, al ministerio, a las fundaciones que apoyan nuestros proyectos y también a los vecinos”, enumera Gómez.

El acompañamiento de Cimientos se enfoca en el desarrollo de habilidades socioemocionales –como la planificación, la organización del tiempo, el autoconcepto, la responsabilidad y la autonomía–, para que los chicos puedan sostener la continuidad escolar y logren egresar.

La organización está presente en la escuela desde 2014: allí acompaña a 93 estudiantes de primero a sexto año por medio del programa Futuros Egresados, que brinda tutorías personalizadas, apoyo económico y espacios de intercambio entre los estudiantes. La propuesta incluye orientación vocacional, con el objetivo de que los jóvenes puedan proyectar su futuro con más oportunidades.

“La primera vez que visité la Escuela Piedrabuena, me impactó profundamente el fuerte sentido de comunidad que se respira en esta localidad rural, alejada de los centros urbanos. La implementación del aprendizaje por proyectos y el desarrollo de habilidades socioemocionales en los estudiantes están profundamente conectados con la cultura del lugar”, cuenta Mercedes Méndez Ribas, directora ejecutiva de Fundación Cimientos.

Desde la escuela están pendientes de la asistencia de cada estudiante: no da igual que vayan o no. “Los chicos lo saben: si faltan, enseguida se dispara una alarma. Puede que estén resfriados o que les haya pasado algo, pero tienen que avisar. Si no contestan, vamos a buscarlos a su casa, hablamos con las familias y vemos qué les falta para poder ir a la escuela. Si es ropa, calzado o cualquier otra cosa, la escuela siempre trata de ayudar”, explica Gómez.

El próximo martes 30 de septiembre se conocerán los ganadores de los World’s Best School Prizes, organizados por T4 Education. La Escuela Gobernador Piedrabuena está entre las 10 finalistas en una de las cinco categorías.

–¿Qué lugar ocupa la escuela secundaria en Piedrabuena?

–Hace veinte años la secundaria no existía en esta zona. Cuando comenzó, era casi “de onda”: los chicos decían “vengo a probar” y, si les apretaba el zapato, se iban. Instalar la secundaria fue un trabajo enorme, una verdadera conquista del desierto. Hoy es impensable que alguien no haga la secundaria: apenas empiezan sexto grado ya están pensando en anotarse, participan en actividades de articulación con la primaria, y para todos es natural continuar.

Pero no fue fácil. Hubo que conquistar a la comunidad, porque por más que hubiera una ley que obligara (la Ley de Educación Nacional de 2006), si no querían, no querían. Yo misma tuve que ir a buscarlos, insistirles: “Tenés que ir a la escuela”. Y algunos igual se perdían, porque se mudaban o se iban a trabajar a la ciudad. Ahora, en cambio, prácticamente ninguno deja de estudiar.

Mi rol fue y sigue siendo convencer, marcar un camino común. Es un trabajo fuerte, difícil, porque requiere estar muy presente. Pero esta nominación no es mía sino de todos los que trabajamos por los chicos. Para construir una escuela como esta hay que laburar mucho y creer que se puede. Yo siempre sostengo que somos una máquina exacta y preciosa de Dios, capaces de hacer todo lo que nos propongamos. Y eso es lo que tratamos de sostener día a día en nuestra escuela.

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