Desde hace varios lustros escuchamos reiteradamente argumentar a los funcionarios más encumbrados de la provincia la necesidad de tener un “Estado presente”, que vele por las necesidades del pueblo bonaerense. Cabe señalar que, si bien se pretende argüir que el beneficio alcanza a toda la población, se pone especial énfasis en señalar que esa función se dirige con más vigor a los más vulnerables, quienes se constituyen en el motivo de “preocupación permanente” de estos voceros.
La multiplicidad de ejemplos que dan por tierra con estas afirmaciones es casi interminable. En esta oportunidad, quiero resaltar solo a una fracción de esa población vulnerable, que suma a su frágil condición socioeconómica, una enfermedad que los discapacita, obligándolos a realizar tratamientos de alta complejidad por el resto de sus vidas. Estas personas padecen Insuficiencia Renal Crónica en estadíos avanzados y, sin tratamiento sustitutivo de la función renal no pueden seguir adelante con su vida. Están obligados a concurrir tres veces por semana a su centro de tratamiento y permanecer por 4 a 6 horas en dichas instituciones, para realizar los procedimientos.
Sin entrar en detalles, basta con decir que dichos tratamientos son de muy alta complejidad y conducidos por un equipo profesional altamente capacitado que tiene contacto diario con los pacientes.
Pues bien, planteada la multiplicidad de problemas que soportan, va de suyo que los pacientes no podrían afrontar por si mismos el costo los tratamientos; los gastos son bien conocidos y superan ampliamente sus posibilidades. Para tales fines la provincia, a través del Ministerio de Salud o de su obra social, IOMA, toma a su cargo los gastos que originan dichas terapias.
Esta sería, en teoría, la función del “Estado presente”.
Veamos cómo es la realidad y comprobemos la falacia.
Desde hace un año y medio el valor de los tratamientos no ha sido actualizado, a pesar de que si han variado la inflación doméstica y el valor de los insumos importados, dolarizados, necesarios para las prácticas mencionadas. Además, a esta conducta negligente sostenida por las autoridades, se suma la falta de pago de las prestaciones brindadas, poniendo en riesgo creciente la prosecución de los tratamientos, esenciales para sostener la vida de los pacientes.
El incumplimiento fáctico y a sabiendas de los deberes de los funcionarios responsables, se acompaña del silencio cerrado a los requerimientos repetidos del sector, que continúa tratando a sus pacientes.
El ”Estado presente” no existe.
No existe ni siquiera para contestar mensajes o llamados y mucho menos concretar reuniones en donde discutir los problemas y buscar soluciones que permitan la continuidad de los tratamientos.
En suma, los pretendidos “beneficiarios” de estas políticas falaces son los verdaderos perjudicados que, si dejan de recibir las terapias sustitutivas terminarán pagando con su salud la mala praxis de los funcionarios.
Y así, la tan proclamada presencia del Estado no es más que un eslogan vacío. No hay presencia cuando se ignora, cuando se posterga, cuando se condena al silencio. Porque mientras se multiplican los discursos, los pacientes renales siguen esperando, y en esa espera, se les va la vida.
Presidente de la a Asociación Regional de Diálisis y Trasplantes Renales de Capital Federal y Provincia de Buenos Aires (ARD).
