La filial de Al Qaeda en el Sahel se ha convertido en el principal quebradero de cabeza de la junta militar que gobierna Malí desde agosto de 2020, ampliando sus zonas de actuación y amenazando ahora con la asfixia al régimen mediante una «yihad económica» que busca frenar las importaciones desde los países vecinos, en particular de combustible.
El Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), que comanda el antiguo combatiente tuareg Iyad ag Ghali, ha puesto en los últimos meses el foco en la región de Kayes, situada en el oeste del país y fronteriza con Senegal y Mauritania.
A principios de septiembre, el grupo yihadista hizo público un mensaje de uno de sus dirigentes, Abú Huzeifa al Bambari, en el que anunciaba un bloqueo de los ejes que llevan a las ciudades de Kayes y Nioro du Sahel –cruces hacia Senegal y Mauritania–, y prohibía la importación de carburante desde Costa de Marfil, Guinea, Senegal y Mauritania.
A partir de ese momento, se han producido numerosos ataques contra camiones procedentes de Senegal y que transportaban esencialmente combustible, así como contra otros vehículos. Como resultado de ello, la empresa de transportes interurbanos Diarra Transport anunció que procedía a la suspensión de sus actividades «hasta nueva orden para preservar la seguridad de todos».
Los ataques se han concentrado en la RN1, que une Bamako con Dakar, un eje comercial crucial ya que por él transitan alrededor del 30% de las importaciones terrestres de Malí, así como contra puestos de control, cuarteles y edificios administrativos, «lo que demuestra una voluntad de paralizar los flujos comerciales», según sostiene en ‘think-tank’ Timbuktu Institute en un reciente informe, en el que habla de «yihad económica».
AISLAR BAMAKO
«JNIM despliega una estrategia sofisticada que combina los bloqueos económicos, los ataques contra infraestructuras estratégicas y la coerción para asfixiar la economía maliense y aislar progresivamente a Bamako», resume en su informe ‘JNIM en Kayes: Fragilización económica y amenaza transfronteriza’.
Con sus acciones, obliga a que el transporte tenga que realizarse por vías secundarias, que son las que generalmente están bajo control de los yihadistas. De este modo, el grupo terrorista trata de controlar los flujos transfronterizos e imponer tasas en las carreteras, una táctica que ya ha aplicado en otras zonas y con la que engrosa sus arcas.
Además, tal y como subraya Timbuktu Institute, JNIM no solo está demostrando su poderío sino que pone de manifiesto «la dificultad de las fuerzas armadas para proteger infraestructuras vitales como los grandes ejes de carretera». Frente a esta circunstancia, la junta militar se esfuerza por minimizar la situación, negando en gran medida que se estén produciendo ataques y un bloqueo económico.
También llama la atención sobre el riesgo que la estrategia de JNIM plantea para Bamako el experto en el Sahel Liam Karr en un reciente artículo en Critical Threats.
Según subraya, Malí carece de muchas alternativas al transporte por carretera, ya que apenas cuenta con infraestructura ferroviaria, y JNIM se ha venido esforzando en los últimos años por perturbar las rutas procedentes de Benín, Ghana y Togo, a través de Burkina Faso, y también cuenta con zonas de operaciones en las fronteras con Costa de Marfil, Guinea y Mauritania.
AMENAZA A LA MINERÍA DE ORO
Pero la campaña de JNIM en Kayes no solo pone en peligro el abastecimiento de combustible –Malí importa el 60% de su combustible de Costa de Marfil y el 35% de Senegal– y alimentos, sino también su industria minera.
Según datos del Banco Mundial de 2015, Kayes era la segunda región en contribución al PIB por detrás de Bamako, principalmente debido a que en ella se realiza el 80% de la producción de oro. Este bien constituye asimismo el 90% de las exportaciones del país.
«Al atacar lugares estratégicos como las minas de oro y las fábricas, JNIM busca debilitar la economía maliense que depende fuertemente de la exportación de esos recursos», apunta en este sentido Timbuktu Institute.
Karr sostiene que con sus acciones, la filial de Al Qaeda «mina la legitimidad de la junta maliense y podría degradar el apoyo popular a la junta, incrementando el riesgo de protestas o de complots de golpe de Estado».
El hecho de que JNIM esté extendiendo sus acciones hacia zonas «económica y políticamente sensibles» contradice la narrativa de los militares en el poder, que aseguran que la situación de seguridad está mejorando, subraya este experto. «Esta narrativa es clave para la lógica fundadora de la Junta y los argumentos para demorar el retorno a una gobernanza civil y democrática», añade.
El golpe de Estado de agosto de 2020 –seguido de otro en mayo de 2021 para derrocar al presidente de transición y aupar al cargo a Goita– vino motivado, en gran medida, por la creciente inseguridad en el país por las acciones de JNIM y de Estado Islámico Sahel, y a este sucedió otro golpe interno que aupó al poder al general Assimi Goita. Desde entonces, las promesas de una transición democrática no se han materializado y de hecho en los últimos meses la junta procedió a la disolución de todos los partidos políticos.
IMPACTO REGIONAL
Pero la «yihad económica» de JNIM no solo amenaza a la Junta, también puede tener consecuencias para los países de la región, en particular Senegal, según coinciden en señalar tanto Karr como Timbuktu Institute. Senegal tiene en Malí su principal destino de exportación y vería mermados los ingresos por esta vía, mientras que para Bamako se complicarían las exportaciones que se realizan a través del país vecino.
En el caso de Senegal, también se plantea un riesgo de seguridad, habida cuenta de que «JNIM busca infiltrarse en las zonas fronterizas del este del país, como lo demuestran los incidentes de seguridad cada vez más cercanos a su frontera», resalta el informe del citado ‘think-tank’. Aunque el Gobierno senegalés ya ha reforzado el despliegue militar en esta zona, podría verse obligado a destinar aún más esfuerzos a esta tarea.