MIAMI (Enviado especial).- En el lobby del Read House Hotel, en el corazón de Chattanooga, Gerard Garriga pasa desapercibido. Tiene 32 años, una estatura promedio y rasgos europeos que reflejan su origen catalán, pero pocos imaginarían que es tricampeón de la Champions de Oceanía y que está disputando su tercer Mundial de Clubes. Ni siquiera con la camiseta del Auckland City, su club, llamaría la atención.
Nacido en El Morell, un pequeño pueblo a unos 100 kilómetros de Barcelona, llegó a Nueva Zelanda en 2017 para aprender inglés. Lo que comenzó como un viaje breve se transformó en una historia de esfuerzo y dedicación: trabajó en limpieza y como camarero mientras buscaba su lugar en el fútbol local. Hoy es una de las figuras del último campeón oceánico, el equipo que este martes será juez del Grupo C, donde Boca se juega la clasificación a los octavos de final.
“Lo que más nos preocupa del rival es que necesita hacer muchos goles para avanzar”, admite Garriga, volante del Auckland City, quien fue titular en el debut ante Bayern Munich e ingresó en el segundo tiempo frente a Benfica.
Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, Gerard comenzó su carrera en el club El Morell y luego dio el salto al Atlètic Alpicat, un equipo de la quinta categoría española, donde además se encargaba de coordinar la academia. Su vida giraba en torno al fútbol, sin pausa ni descanso. Sin embargo, llegó un momento en que sintió que debía frenar, despejar la mente y completar su formación como profesor. Pensó en seguir el camino de Natàlia, su hermana mayor, que estudiaba inglés en Londres. Pero, en el último instante, su amigo y compañero de equipo Xavi Padrones lo convenció de arriesgarse y probar suerte en Nueva Zelanda, donde, tras pasar por varios trabajos, terminó transformándose inesperadamente en un ícono de su club.
“Al principio, mi vocabulario era limitado, así que mis primeros trabajos fueron de todo un poco: limpiando baños, restaurantes, edificios y hasta casas de gente adinerada… Lo que puedas imaginar. Incluso, limpié el aeropuerto de Auckland durante su remodelación. Más tarde, cuando empecé a estudiar el idioma, pasé a trabajar como camarero, aunque todavía me costaba comunicarme al no dominar todas las palabras”, relata Gerard.
Gracias a Xavi, Gerard tuvo la oportunidad de probarse en varios clubes de primera categoría que operaban bajo un sistema de franquicias similar al de la MLS. Aunque no fue aceptado en ninguno, consiguió sumarse al Western Springs, un equipo recién ascendido a la segunda categoría. Allí, en su primer año, fue subcampeón y se llevó el premio al jugador de la temporada. Pensó en regresar a España, disfrutar del verano europeo y buscar un nuevo trabajo, pero el club lo convenció de seguir: le pagaron el pasaje a su ciudad y le gestionaron la visa para permanecer en Nueva Zelanda.
En 2019, Gerard pasó al Waitakere United, un club semiprofesional de la primera división que había participado en los Mundiales de Clubes de 2007 y 2008, y que se había consagrado con cuatro ligas consecutivas entre 2009 y 2013. Allí atravesó la pandemia y, en 2022, firmó con el Auckland City, el club más ganador del país oceánico. Con ellos conquistó dos National Leagues y cuatro Champions de Oceanía consecutivas, además de disputar los Mundiales de Clubes de 2022 y 2023. En esta edición cayó 10 a 0 contra Bayern Munich y 6 a 0 frente a Benfica, pero no pierde la esperanza ni la convicción de levantarse y dar pelea en el duelo contra Boca.
“Afrontaremos este partido con la misma ilusión que los dos anteriores. En el segundo estuvimos mejor que en el primero: competimos durante 60 minutos de igual a igual contra un gran equipo como Benfica. Vamos a intentar hacer lo mismo ante Boca e, incluso, sostenerlo los 90. Sabemos que será difícil, pero tenemos mucha ilusión por terminar bien el torneo”, expresa.
-Son un equipo semiprofesional, en el que la mayoría de los jugadores tiene otro empleo. ¿Cómo viven esta experiencia?
-Siempre tomamos el Mundial de Clubes como un premio al sacrificio que hacemos durante el año. Al final, somos gente que trabaja durante el día, luego va a entrenar y tiene problemas como todos. Queríamos enfrentarnos a los equipos más grandes, los más lindos, y hemos tenido mucha suerte, ¿no? A mí me hubiera encantado jugar contra un equipo español, como el Real Madrid o el Atlético, pero nos tocaron rivales de altísimo nivel. Y a medida que pasan los días, lo vas asimilando y pensás: ¡me cago!
-Ante eso, ¿cuál fue el objetivo que se plantearon?
-El objetivo fue competir. Sabíamos que contra el Bayern sería muy difícil: es un equipo que, en la última Champions, le hizo nueve goles al Dinamo Zagreb. Y nosotros somos lo que somos, un equipo amateur. Benfica es otro histórico de Europa. Y Boca, uno de los más grandes de Sudamérica. ¡Ostras!, ¡qué grupo nos tocó!
-¿Cuánto conocen tus compañeros sobre Boca? ¿Podrían nombrar a tres jugadores?
-Creo que todo el mundo conoce a Boca, pero no te lo podría asegurar. En Nueva Zelanda se consume mucho la Premier League porque hay muchos descendientes de ingleses. Estoy seguro de que ubican a Cavani y a Marcos Rojo, porque los han visto jugar en el Manchester United. Pero en general no son tan fanáticos del fútbol, esa es la realidad. Yo, en cambio, miro fútbol de todas partes: puedo ver un partido de la Libertadores, de la Serie A, de la MLS… Ellos viven pendientes de la Champions, por eso les hizo ilusión enfrentarse al Bayern, y creo que es normal: es el equipo europeo que más conocen.
-¿Y a vos?
-En mi caso, el que más ilusión me hace es Boca. En Nueva Zelanda hay muchísimos argentinos. En la primera casa donde viví conviví con tres, y los tres eran hinchas de Boca. Y mi primer jefe, el encargado de la empresa de limpieza, era fanático de River. Con ellos vi la final de Madrid y seguí varios partidos del fútbol argentino. Ahora, como mi pareja es uruguaya, también empecé a mirar partidos de allá.
-Seguramente te pedirá un recuerdo de Cavani.
-¡Sí! O, más que mi novia, mi suegro. De Cavani o de Merentiel, porque él es de Paysandú, el pueblo de donde es Merentiel, y las familias se conocen de allí.
Además de futbolista semiamateur, Gerard Garriga trabaja para el Auckland City como parte de un programa que busca promover el fútbol en Nueva Zelanda a través de actividades en escuelas. Por las mañanas cumple con su jornada laboral, y por las tardes se entrena con el equipo. Lo que más valora del Mundial de Clubes es poder dedicarse de lleno a la competencia, sin otras obligaciones que lo distraigan, algo imposible durante el resto del año.
El camino hasta este presente no fue sencillo. Garriga atravesó todo tipo de experiencias para llegar a este punto. La Champions de Oceanía, advierte, exige mucho más de lo que se cree. Desde que en 2006 los equipos australianos se sumaron a la competencia asiática, el Auckland City quedó como el gran dominador natural del torneo. Pero eso no significa que sea fácil. Cada año, el club debe enfrentarse a rivales de lugares tan diversos como Fiyi, Nueva Caledonia, Papúa Nueva Guinea, Samoa, Kiribati o Tuvalu. “Nos pasa como a Boca: si no ganamos la Champions, se nos tilda de fracaso”, revela.
-¿Cómo es eso?
-Claro, es que ahora para ir a la Champions debes ser campeón del campeonato local. Y al club lo que le da reconocimiento mundial, lo que le da dinero y lo mantiene en la cima de Oceanía, es la Champions. La liga es muy difícil, los equipos se han reforzado mucho, hay buen nivel en los otros clubes, entonces cada año es más complicado ganarla. El año pasado, por ejemplo, nos llevamos la final en la prórroga.
-En 2014, Auckland City le dio mucho trabajo a San Lorenzo. ¿Se ilusionan con otro partido así?
-Es cierto, pero en aquel momento no existía el tope salarial que rige hoy. Entonces había jugadores con contratos altos, algunos incluso profesionales. Se entrenaban seis días a la semana y competían los domingos. Desde la pandemia, la federación cambió el sistema: ahora los clubes siguen compitiendo, pero bajo una modalidad semiprofesional.
-¿Cómo esperan el partido con Boca?
-Será muy difícil. El empate entre Boca y Benfica en la primera fecha no nos favoreció, porque ambos equipos jugaron contra nosotros con la presión de tener que anotar muchos goles. Cuando Boca empataba contra el Bayern, para nosotros era ideal, ya que no necesitaban golear. Boca demostró ante dos rivales de primer nivel que puede plantarse cara a cara. Perdieron dos puntos ante Benfica en una jugada de córner y, en los últimos minutos, cedieron un punto frente al Bayern, un equipo formidable. En el primer partido, contra los alemanes, nos enfrentamos a verdaderas máquinas, y Boca le hizo partido. Sabemos que ellos jamás se rinden, y que cuentan con mucha calidad.