La historia de Juan McKniff, amigo del papa león XIV que podría ser canonizado y marcaría un hito en la historia de la Iglesia

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Robert Prevost, previo a ser el Papa león XIV, y Juan Mckniff coincidieron en su paso por el Perú. | Fotocomposición

El padre Juan McKniff, un misionero agustino estadounidense que dedicó gran parte de su vida al servicio de comunidades necesitadas, podría ser próximamente canonizado. Este proceso, que comenzó en Chulucanas, Perú, ha generado gran expectativa entre los fieles y la comunidad agustina, quienes esperan que el papa León XIV, amigo personal de McKniff y con quien comparte más detalles que la orden y el país de origen, sea quien concluya este importante reconocimiento.

Nacido en 1905 en Media, Pensilvania (Estados Unidos), McKniff ingresó al Seminario Agustiniano de Villanova a los catorce años. En 1923 fue aceptado como novicio y, un año después, profesó como miembro de la Orden de San Agustín. En 1930 fue ordenado sacerdote en Roma, donde también obtuvo un doctorado en Filosofía. Después de algunos años de enseñanza en el seminario de Villanova, en 1935 partió como voluntario para las Islas Filipinas, y en 1939 para Cuba, donde se encargó de la parroquia portuaria de La Habana, Cristo del Buen Camino, y su preocupación por los humildes le inspiró la creación de escuelas gratuitas, un dispensario médico y centros recreativos para jóvenes.

Fue en este país, bajo el régimen de Fidel Castro, donde vivió bajo constante vigilancia y sistemáticos ataques, seguido de la clausura de sus centros, durante los primeros años de la revolución comunista. Aunque la mayoría de los sacerdotes y órdenes religiosas fueron expulsados de la isla, el padre McKniff logró permanecer hasta 1968. Su estancia fue posible gracias al reconocimiento que el propio Castro le otorgó por su trabajo con las comunidades de La Habana y sus alrededores. Sin embargo, tras un viaje a Estados Unidos por motivos de salud, se le negó el regreso a Cuba, dejando a la isla sin la presencia del padre agustino y, en gran medida, sin el apoyo de la Iglesia católica.

Fue entonces que se ofreció nuevamente como voluntario. Esta vez, para ir a las misiones de Chulucanas en Piura, Perú. A pesar de su avanzada edad, continuó su labor pastoral y se dedicó a visitar a los presos, enfermos y familias en extrema pobreza en centros poblados como Yapatera, Sol Sol, La Encantada, y otros. Durante su permanencia en el país coincidió con el hoy sumo pontífice y habrían entablado una amistad. De acuerdo al padre agustino Fidel Alvarado, rector del proceso de canonización, “Juan McKniff estuvo el año 1988 con el santo padre ahora. Robert ciertamente llegó en 1985 y a fines de 1986 se fue a los Estados Unidos, pero regresó al Perú en 1988”, relató a medios como Andina y Perú21. Es decir, mientras McKniff, ya con 85 años, llegaba a Chulucanas, Prevost regresaba al país para incorporarse a la misión de Trujillo como director de formación de aspirantes agustinos de los Vicariatos de Chulucanas, Iquitos y Apurímac.

Con más de 80 años, McKniff no dejó de participar en las labores comunitarias y pastorales. Su vida fue testimonio de entrega incondicional. Créditos: ANDINA/Jhonel Rodríguez Robles

“Aunque era muy viejito, él caminaba y se acercaba a los más necesitados. Incluso llegué a ayudarle a cargar colchones. Siempre estaba dispuesto a ayudar a que los demás salgan adelante”, recuerda Fray Fidel con afecto.

Juan McKniff falleció el 24 de marzo de 1994 en Miami, pero con la intención de volver al Perú. Había salido de Chulucanas rumbo a un retiro en Canadá y debía tomar un avión desde Miami para regresar a la Chulucanas, pero una gripe que se convirtió en neumonía se llevó su vida.

¿Por qué su canonización marcaría un hito?

La canonización de Juan McKniff marcaría un hito en la Iglesia porque, de darse, León XIV, su viejo amigo, podría ser el primer papa agustino en canonizar a otro miembro de su orden, algo nunca antes visto.

Un hecho que refuerza el nexo y crea expectativa entre los feligreses de la comunidad piurana es que, según Fray Fidel, en una de sus últimas conversaciones con Robert Prevost previo a que sea elegido como papa, le dijo que rezaría por él a fin de que se convierta en el sucesor, situación que se cumplió.

“Sería emocionante que Dios nos dé un papa agustino”, le dije y Prevost, entonces cardenal, respondió: “Eso queda en el espíritu y en la voluntad de Dios”. “Le diré a Juan McKniff que nos haga el milagro”, replicó y días después, el milagro —o la coincidencia divina— ocurrió.

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