La historia de Pier Giorgio Frassati, el alpinista que el papa León XIV convirtió en santo

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El domingo 7 de septiembre desde los balcones de la Basílica de San Pedro se mostraron las imágenes de dos jóvenes italianos. Ellos no se conocieron y los separaron más de 90 años; sin embargo, ambos fueron presentados como modelos en la fe para millones de fieles, en especial para la juventud. Si bien la historia del “ciberapóstol de Dios” Carlo Acutis cobró más relevancia, la vida de Pier Giorgio Frassati también es digna de conocerse.

Él parecía un muchacho normal, con una vida ordinaria, pero al morir, mi familia descubrió quién era verdaderamente”, asegura Giovanna Gawronska, sobrina de Frassati, en diálogo con LA NACION. Nacido en Turín, Italia, en 1901, Pier Giorgio fue el primogénito de una familia acomodada. Su padre, Alfredo Frassati, fue senador y fundador del diario liberal La Stampa, y su madre, Adélaïde Ametis, fue una artista reconocida en el ambiente.

Canonización de Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati

Sin embargo, Pier Giorgio no estaba interesado en el estatus de su familia. “Todos los días iba a visitar a los pobres, les llevaba comida y dinero, los ayudaba a buscar trabajo, se iba mucho a Cottolengo, un hospital que albergaba a los enfermos más vulnerables”, relató su sobrina. Todo lo que hacía lo mantenía en secreto, ya que no quería generarle un “disgusto” a su familia. “En su libreta de cuentas tenía escrito: limosna, limosna, tranvía, limosna, limosna… y, de vez en cuando, un cigarrillo”, detalló la mujer

El Turín de principios del siglo XX no era la localidad turística que es ahora, muchas partes de la ciudad no estaban desarrolladas y abundaba la pobreza. En las afueras, había varios yacimientos en donde los mineros trabajaban en pésimas condiciones y muchos morían. Por eso, al ingresar a la universidad, el joven italiano decidió estudiar ingeniería mecánica, con especialidad en minería. “Jesús me visita con la comunión cada mañana, y yo le devuelvo la visita sirviendo a los pobres”, le mencionó Pier Giorgio a uno de sus amigos en una ocasión.

Un chico como cualquier otro

“Era guapo, simpático, gracioso, todos buscaban estar cerca de él”, describe Giovanna Gawronska. Junto con sus amistades más cercanas, fundó el grupo Tipi Loschi (algo así como Los tipos sospechosos). Él mismo se apodó “Robespierre” por el “terror” que le generaba a sus compañeros con sus bromas pesadas. “En la vida terrena uno de los afectos más bellos es el de la amistad y yo cada día debería agradecer a Dios porque me dio amigos tan buenos”, escribió Frassati en una carta.

Pier Giorgio Frassati (el de sombrero), junto con los

Junto a este grupo practicaba una de sus actividades favoritas: el montañismo. De acuerdo con lo relatado por su sobrina, “le apasionaban los montes y parecía que quería llegar más rápido al Paraíso”. Llegó a escalar las cimas de Grand Tournalin y el Monviso. Inspirado por las blancas cumbres de los Alpes Piamonteses, Pier Giorgio señaló en una de sus correspondencias: “Si mis estudios me lo permitieran, pasaría días enteros en las montañas, contemplando la grandeza del Creador en ese aire puro”.

Además de su trabajo en la caridad, tenía un gran compromiso sociopolítico. Era miembro de varios clubes junto con otros estudiantes con los que compartía la aspiración de generar un cambio en la inestable Italia posguerra. En 1920 se afilió al Partido Popular Italiano, opuesto a la ideología de su padre, y se solía pronunciar abiertamente en contra del régimen fascista de Mussolini. Incluso fue arrestado en Roma mientras protestaba junto al Congreso de la Juventud Obrera Católica de 1921.

Por otro lado, a los 21 años ingresó a la Orden de los Dominicos como laico, es decir, sin ser sacerdote ni religioso. Si bien nunca se casó, sí se enamoró de una amiga suya, Laura Hidalgo, aunque lo mantuvo en secreto. “Sabía que sus padres desaprobarían la unión porque ella era de clase más baja, entonces nunca se lo dijo a nadie”, explica su sobrina.

Una partida inesperada

“Dio todo lo que tenía a los pobres, hasta su vida”, describe Juan Quelas, sacerdote argentino devoto del joven santo. Y es que en 1925, Pier Giorgio se contagió de poliomielitis, una enfermedad muy común en las viviendas humildes que solía visitar. Mientras su familia estaba ocupada con su abuela, que también agonizaba, aparecieron los primeros síntomas que empeoraron muy rápidamente y en solo una semana quedó postrado. Cuando trajeron la vacuna antipolio desde París, ya era muy tarde. Dejó este mundo el 4 de julio de 1925, a los 24 años. “Es el día más bello de mi vida”, fueron sus últimas palabras.

La procesión multitudinaria durante el funeral de Pier Giorgio Frassati. (Foto: Dominican Friars)

Sin embargo, su historia recién empezaba. Durante su funeral, comenzaron a llegar personas de todo Turín que habían sido asistidas por Pier Giorgio. “Su familia descubrió todo lo que había hecho durante su vida y había mantenido en secreto”, precisó Quelas. Empezaron a abrirse asociaciones a su nombre y se citaba en las escuelas como ejemplo para los estudiantes. Su única hermana, Luciana Frassati Gawronska, escribió nueve libros sobre su vida y así su fama empezó a recorrer todo el mundo… Hasta llegar a la Argentina.

“Yo hablaba en cualquier lado de Frassati y los pibes quedaban fascinados”, comenta Quelas, uno de los fundadores de Horizonte de máxima, una organización solidaria que tiene como patrono al joven italiano. El nombre de la entidad proviene de una frase que solía repetir el santo: “Verso L’Alto” (“Hasta lo alto”). “Pier Giorgio propone mirar para arriba, lo que es una revolución en un mundo en el que estamos todo el día con el cogote agachado mirando el celular”, explicó el presbítero.

A la izquierda, la tumba de Pier Giorgio Frassati en la Catedral de Turín. A la derecha, su hermana Luciana sentada en medio de sus hijas (Giovanna la de blanco) y sus nietos.

La historia del turinés también llegó a un sacerdote llamado Karol Józef Wojtyła, quien desarrolló una gran devoción por él y, cuando se convirtió en el Papa Juan Pablo II, lo beatificó el 20 de mayo de 1990. Y ahora, a exactamente 100 años de su fallecimiento, el Papa León XIV lo convirtió en santo. “Él hizo venir desde Turín el cáliz con el que Pier Giorgio tomaba la comunión para celebrar la misa con ese mismo cáliz”, detalló Giovanna Gawronska.

“Yo creo que tiene un mensaje muy poderoso de buscar definir nuestra profesión en torno a una necesidad social –explica Juan Quelas– nos muestra que nuestro trabajo debe estar volcado a los más necesitados”. Y así lo resumió Pier Giorgio en una de sus cartas: “Vivir sin fe, sin una herencia que defender, sin luchar constantemente por la verdad, no es vivir, sino existir; nunca debemos simplemente existir”.

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