Andrés Barbosa lleva 14 años en la cárcel La Picota, cumpliendo una condena de 16 años por un hecho que cambió para siempre el rumbo de su vida y la de su familia. Una serie de decisiones marcadas por el abandono, el hambre, el resentimiento y el consumo de drogas lo condujeron al límite.
Andrés mató a su propio hermano tras un ataque contra su hija. Desde prisión, compartió su duro testimonio con Conducta Delictiva, un relato atravesado por la culpa, el arrepentimiento y la esperanza de redención.
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“Era mi hermano, también lo amaba mucho, pero hay cosas que no se pueden perdonar”, admitió Barbosa sobre el origen de la tragedia familiar.
El crimen ocurrió cuando su hermano, que al igual que él era un consumidor activo de drogas, intentó robarle unos aretes de oro a su hija, de apenas ocho años. “La niña estaba trayendo el pan del desayuno, estaba solita (…) Cuando salí a buscarla, ya estaba en el suelo”, relató.
La menor sobrevivió, aunque quedó afectada física y emocionalmente. “Ya no quería estudiar, se sentía marcada”, contó su padre, el cual resaltó que el hecho pudo haber marcado una época de posible rebeldía de la menor.
Barbosa explicó que creció en un ambiente difícil. “Mis papás les gustaba mucho el trago. A los cuatro años ya vendía dulces en los buses para llevar comida a casa”, recordó sobre una infancia atravesada por la necesidad, en la que constantemente salía con su papá a cantar en establecimientos nocturnos, rodeado de malos vicios para un menor de edad. Ese fue el detonante para que años más tarde terminara delinquiendo.
“Yo hacía un análisis, yo mismo decía: ‘Pero, ¿cómo así? Yo tengo mi mamá, yo tengo mi papá, ¿por qué me dejan solo? ¿Por qué tengo que aguantar hambre? De todas estas cosas yo tengo que salir. Yo no sé, prácticamente sufrí mucho por hambre. El hambre es tremenda», dijo en la citada entrevista.
Con el tiempo, formó su propia familia, pero el consumo de drogas y la relación conflictiva con su hermano mayor no cesó.
La reacción de Andrés al enterarse de la agresión a su hija fue inmediata. “Me dejé llevar por las emociones. Le dije: ‘Vamos a pelear como hombres’, pero cuando sacó un arma, yo reaccioné”, explicó.
El enfrentamiento terminó con la vida de su hermano. “Le pegué en la pierna, pero ya estaba muy enceguecido. Sé que no debí hacerlo”, aceptó. Terminada la pelea, se entregó a las autoridades. “Sentía que alguien me decía: ‘Andrés, entrégate’”.
Su relación con la madre también se fracturó. “Ella solo llora por él. Una vez me visitó, pero me miró con resentimiento”, relató sobre un vínculo quebrado. La distancia persiste con su hija, ahora de 24 años.
El tiempo tras las rejas se convirtió en un proceso de autocrítica y transformación. “Tengo pesadillas. Lloraba horas pensando en lo que hice”, confesó Barbosa, que en prisión, según su testimonio, logró dejar las drogas y convertirse en líder de una comunidad terapéutica. Su anhelo más grande es una segunda oportunidad. “Quiero abrazar a mi hija y decirle que la amo”, expresó.
Ante una posible libertad condicional, el hombre reconoce la carga que lleva y busca que su experiencia sirva de advertencia.
“El mensaje que yo le doy es que siempre primero piensen antes de hacer las cosas para depronto que no caigan en un problema como el que yo caí. Hay cosas que le pasan en la cárcel donde lo dejan marcado”, dijo. En sus propias palabras, la condena nunca será suficiente para sanar la herida.