“Es el distinto de la manada”, lo define Silvia Rabanal, la directora del Instituto Santa Faz de Lanús al que Gastón Díaz fue toda su trayectoria escolar.
La semana pasada fue nombrado uno de los 10 finalistas del Chegg.org Global Student Prize 2025, un premio anual de 100.000 dólares que reconoce a estudiantes excepcionales que hayan generado un impacto real en el aprendizaje, sus pares y la sociedad. Fue seleccionado entre casi 11.000 nominaciones y postulaciones de 148 países.
“Él se establece metas y las va cumpliendo”, agrega. Hace ya un tiempo que su meta es entrar a Stanford, la universidad privada estadounidense en California, considerada una de las diez mejores del mundo y ubicada cerca de Silicon Valley, meca de la alta tecnología y la innovación.
Gastón quiere estudiar ciencias de la computación, con matemática y finanzas. Con eso en mente, ya es el segundo año que Gastón, que vive a unas cuadras de su colegio, en la zona sur del conurbano bonaerense, va por la mañana a esa institución y se retira antes para asistir a un programa de verano extendido de las universidades estadounidenses.
Gastón mismo lo cuenta: “Te permite tener clases virtuales en las facultades de allá, y está muy bueno porque podés cursar en inglés y tomar clases que sean de los temas que a vos te interesa. El año pasado elegí tecnología de emprendedurismo y negocios. Está muy bueno porque te permite meterte en el tema y ver cómo dan clases las universidades. Te sirve para conocer un poco mejor la universidad, las clases y ver cómo sería estudiar allá”.
Pero su currículum apenas comienza y pese a sus 17 años acumula una larga lista de logros que explican su nominación entre los mejores estudiantes del mundo. Y empezó hace tiempo. Fue él quien pidió que agregaran las olimpiadas de matemáticas en su colegio. Nombra a la profesora que lo acompañó, Marcela, como una de las personas más importantes en su trayectoria. Esta semana participó en la instancia intercolegial y en dos semanas viajará a Mar del Plata para el nivel regional y provincial.
“En el cole no tenían y yo dije: quiero participar. Me encantan hacer problemas, mi mamá me fomentaba mucho después del colegio o en el verano practicar problemas de olimpiada, entonces ahí como que empezó la chispita”, recuerda.
También representó al colegio en el Parlamento Joven, donde estudiantes secundarios debaten proyectos sobre temas de actualidad y formulan propuestas para ser consideradas.
Después de la pandemia, cuando tenía 14 años, llegó el primer proyecto en tecnología con el programa Solve Financial Inclusion Challenge del MIT (Massachussetts Institute of Technology). “Es una hackatón muy grande que organizan para todo el mundo de manera virtual. Yo estaba sin equipo, me sumé a lo último y terminé uniéndome en un equipo de chicos de primer año del MIT e hicimos una solución para la transparencia de los gobiernos que trackeaba con blockchain los gastos estatales”, recuerda Gastón.
Inquietudes
“Eso me dejó el bichito de que quiero hacer cosas que tengan impacto. Me gusta programar, puedo construir soluciones y eso me ayudó a mandarme. Pero fue algo que hicimos para un hackatón, que son competencias donde no necesitás tener usuarios, no la usó ningún gobierno”.
Fue su primer acercamiento a la programación. “Antes venía de mucha preparación, hacer muchos cursos de programación, de tecnología de cómo hacer plataformas, cómo construir soluciones en blockchain. Primero me preparé para poder crear esas soluciones porque no vienen de la nada, sino que tenés que tener un conocimiento previo”, recuerda.
Pero después le recomendaron pensar en soluciones más aplicables. “Era un día de enero, me acuerdo que hacía mucho calor, me vi con uno de los fundadores de Tienda Nube, que es uno de los unicornios argentinos y me dijo: ‘hacé algo que te sirva para aprender, que sea fácil de verificar, que no sea algo que le tenés que ir a vender a un gobierno, que sea aplicable”.
Fue Gastón quien lo contactó. “Le mandé un mensaje, le dije que me encantaba todo lo que hizo y que me gustaría ser como él en el futuro y me dijo sí. Voy desde muy chico con mi mamá a Endeavor, la organización de emprendedores y siempre me dejaban pasar a la sección de reservados. Me acuerdo de contar a cuántas sillas de alguien que conocía estaba, por ejemplo, a seis sillas de Marcos Galperin”, relata a LA NACION.
Y así llegó Cresify, una plataforma que provee una serie de herramientas para equipos comerciales de empresas de tecnologías que los ayudan a contactar clientes. “Quería hacer algo que pueda conseguir clientes, que me sirva para aprender, y la mejor forma de aprender es haciendo. Con Cresify puedo solucionar un problema y puedo practicar y estar en contacto con todas estas cosas que son necesarias para entender cómo crear una startup”, dice Gastón.
Cresify está dentro del programa Microsoft for Startups, un programa de mentoreo que te da acceso a toda su tecnología. Y también del de Amazon. Hoy sus principales clientes son de Europa y de Chile, pero tuvo que poner su emprendimiento en pausa.
“Terminé todos los contratos antes de irme de viaje en julio. Me importa mucho entrar en la universidad en Estados Unidos y es un proceso muy largo y demandante Ya no tomo más clientes, hay waitlist para early adopters. Lo frené porque yo ya me siento satisfecho en el sentido de que cumplí el objetivo con el que se empezó: probar, aprender y aprendí un montón. Estoy seguro que va a seguir funcionando, pero también depende mucho de si me aceptan o no las universidades en Estados Unidos”.
Viaje iniciático
En julio de este año, Gastón fue seleccionado para viajar al Campamento Nacional de Ciencias para Jóvenes 2025 en West Virginia, Estados Unidos, un programa creado para jóvenes académicamente destacados con un gran interés y compromiso con las ciencias, organizado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos y la National Youth Science Foundation.
“La pasé muy bien porque estamos en la misma, aplicar allá implica muchas actividades extracurriculares y estábamos todos en el mismo proceso, con ese mismo interés. Me sentí muy cercano a ellos, pero también me llevo muy bien con adultos, paso mucho tiempo entre adultos y está bueno para aprender”, relata.
A su extensa lista de actividades también se suma que participa del Grupo solidario Ombú y da clases de apoyo de matemática a chicos de primaria en el barrio 31 y Ciudad Oculta. Estuvo en Estudiantes organizados programando los sistemas para organizar a los voluntarios en esta asociación civil.
Y además trabajó en una ley de alfabetización financiera y tecnológica juvenil que se usó como base para implementarlos en algunos municipios. Detectó esta necesidad al entrevistar a sus compañeros para presentar un proyecto en una competencia en ciudad de Buenos Aires.
“Creo que lo más importante está en cortar distracciones, porque a veces uno pierde mucho tiempo en redes sociales”, dice Gastón.
No tiene Tik Tok hace cuatro años, Twitter apenas lo usa y lo tiene limitado a 20 minutos por día y tampoco tiene un perfil activo en Instagram. “Me suelo levantar temprano, entre las 5.30 y las 6 e intento hacer cosas antes de venir al cole. Tengo una hora a la mañana, después vuelvo tipo 12 y tengo bastante tiempo en la tarde. Me gusta para despejarme hacer deporte, me gusta mucho correr, ir al gimnasio y también me gusta mucho leer en papel para desconectarme un poco”.
“El colegio le dio las herramientas y los va acompañando, pero él se ocupó de golpear las puertas e ir abriendo su propio camino”, describe su directora.
“Creo que primero viene de casa. Mi mamá siempre me fomentó mucho la lectura, el no conformarme con lo que sé, ir a buscar y ponerme objetivos altos. ‘El cielo es el límite’, me dicen. Creo que me mueve que siempre se puede ser mejor, una frase que me gusta mucho es ‘todo es perfectible, hasta la Capilla Sixtina’. Por otro lado, cuando uno se va metiendo en el ambiente de voluntariado de organizaciones, eso te fomenta a que vos te involucres y que hagas. Me gusta mucho poder hacer cosas que impacten a los demás y construir soluciones que tengan un impacto verdadero”, afirma.