Juan Romero fue un joven mexicano que a los 17 años trabajaba como ayudante de camarero en el Hotel Ambassador de Los Ángeles. La noche del 5 de junio de 1968, durante la celebración de la victoria del candidato presidencial Robert F. Kennedy en las elecciones primarias demócratas de California, Romero tuvo la oportunidad de estrechar la mano del también senador, a quien admiraba profundamente por su compromiso con la defensa de los derechos migratorios en Estados Unidos.
Instantes después de ese saludo, Sirhan Sirhan, un hombre de origen palestino, abrió fuego contra Kennedy, hiriéndolo de muerte con un disparo en la cabeza.
El mexicano fue testigo directo del atentado y se arrodilló junto al candidato demócrata para sostener su cabeza herida, intentando auxiliarlo en sus últimos momentos.
Las imágenes de Juan Romero sosteniendo al hermano del también asesinado ex presidente John F. Kennedy han vuelto a captar la atención pública luego de ser incluidas en el archivo RFK Assassination 2017-0108, parte del conjunto de documentos recientemente desclasificados por el gobierno estadounidense y consultados por Infobae.
Así fue como el joven mexicano presenció el atentado
En 2018, Juan Romero compartió su experiencia en entrevista para la organización StoryCorps, donde confesó que aquel momento cambió su vida para siempre.
“No porque fuera una víctima, sino porque vi morir a alguien que quería cambiar el mundo”, aseguró el mexicano.
El Hotel Ambassador de Los Ángeles fue el lugar elegido por Robert F. Kennedy como centro de operaciones para seguir el desarrollo de las elecciones primarias de California, de las cuales salió victorioso.
Minutos antes de ser asesinado en la cocina del hotel, el candidato a la Presidencia de EEUU pronunció lo que sería su última declaración pública: “Ahora vamos a la convención de Chicago, y vamos a ganar allí también.”
En ese momento, en la cocina, lo esperaba Juan Romero, el joven camarero que deseaba volver a estrechar la mano del senador; ya que la noche anterior había tenido la oportunidad de hacerlo cuando llevó personalmente la cena hasta la habitación de Kennedy
Con la intención de saludarlo una vez más, Romero decidió esperarlo oculto en la cocina, intuyendo que, si el vestíbulo principal estaba demasiado lleno, esa sería la ruta alternativa para el candidato. Aunque discreta, no era una ruta secreta: Sirhan Sirhan, el atacante, había preguntado la tarde del 4 de junio si Kennedy podría atravesar la cocina para dirigirse a su habitación o salir del hotel.
En los primeros minutos de ese 5 de junio de 1968, el equipo de seguridad optó por guiar a Kennedy por la cocina, tal como se había previsto. Allí lo esperaba Romero.
“Vi que Bobby saludaba a todas las manos que se le acercaban. Yo quería felicitarlo, ver si me reconocía. Estiré mi mano derecha lo más que pude y, cuando llegó a mí, la estrechó. Dio un paso, soltó mi mano… y entonces escuché los disparos.”
Se percibieron al menos 13 detonaciones, aunque el arma utilizada por Sirhan solo tenía capacidad para ocho balas. Este detalle ha alimentado múltiples teorías y dudas en torno al asesinato, que hasta hoy no han sido completamente aclaradas.
Kennedy cayó de espaldas, con los brazos extendidos, mientras el caos se apoderaba del lugar. La multitud se dispersó, pero Romero no se movió, quedó frente al senador.
“Me arrodillé junto a él y puse mi mano entre su cabeza y el piso para que estuviera más cómodo”, agregó.
Fue entonces cuando notó la sangre corriendo entre sus dedos. Kennedy estaba gravemente herido.
“En el bolsillo de mi camisa tenía un rosario que me había regalado mi madre. Pensé que él lo necesitaba más que yo. Así que se lo até a su mano derecha”, dijo Juan.
El momento de la tragedia quedó inmortalizado por las cámaras de dos fotoperiodistas: Boris Yaro, de Los Angeles Times, y Bill Eppridge, de la revista Life, quienes captaron los dramáticos instantes posteriores al atentado.
Segundos después de los disparos, Romero fue apartado por Ethel Kennedy, esposa de Robert, (entonces embarazada de su undécimo hijo) y por los médicos que acudieron rápidamente al lugar, convocados desde el mismo micrófono que momentos antes había servido para anunciar la victoria de Kennedy.
El senador fue trasladado inconsciente al Hospital Buen Samaritano, donde los médicos lucharon por salvarle la vida. Falleció 26 horas después, el 6 de junio de 1968, a los 42 años de edad.
Juan Romero y su historia después de la tragedia
En la misma entrevista que Juan ofreció a StoryCorps en 2018, relató que nació en Mazatán, Sonora, México, y cuando tenía apenas 10 años, su familia migró al este de Los Ángeles.
Romero también declaró que creció en una zona marcada por violencia y delincuencia, un entorno complejo para cualquier niño.
Durante sus años estudiando en la Roosevelt High School, fue testigo del surgimiento de las primeras protestas estudiantiles contra la discriminación hacia alumnos de origen mexicano, aunque él no participó directamente en ellas.
Romeró confesó que su papá, consciente de los riesgos que implicaba involucrarse en temas políticos o sociales, prefirió mantenerlo alejado de esos movimientos.
Su padre trabajó en el Hotel Ambassador y fue allí donde consiguió que Juan comenzará a desempeñar sus actividades laborales, primero como lavaplatos y más tarde como camarero. Sin saberlo, ese empleo cambiaría el rumbo de su vida para siempre.
Tras la tragedia, Juan se alejó de Los Ángeles, vivió en Wyoming y luego en San José, donde formó una familia y trabajó en la construcción, pero nunca pudo olvidar aquella trágica noche.
Fue recién en los últimos años de su vida que empezó a compartir su historia públicamente, buscando paz y reconciliación consigo mismo; Juan murió en octubre de 2018, a los 67 años de edad.