La historia del mítico y exclusivo Hotel Portillo, construido en la década del 40 por el Estado chileno y elegido por argentinos y norteamericanos para esquiar

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A fines de la década del 30 del siglo pasado, a un grupo de jóvenes amigos que se reunía todas las mañanas en el café Santos de Santiago de Chile se le ocurrió una idea genial: construir un hotel de esquí en Portillo, en la cordillera de Los Andes, junto a la Laguna del Inca, un lugar verdaderamente único.

El plan no era sencillo, ya que por aquella época la única forma de llegar al lugar era por una huella de tierra llena de curvas o en el ferrocarril Trasandino, cuya traza se veía afectada continuamente por avalanchas.

La construcción de las bases del hotel, en 1942

De cualquier forma, el arquitecto y deportista Martín Lira Guevara y su amigo Daniel Amenábar Dálano, le llevaron la idea al director de Ferrocarriles del Estado chileno, empresa que por esa época había construido grandes hoteles en Pucón y Puerto Varas para fomentar el turismo.

El director del organismo, Juan Larraguirre, los escuchó con atención y les pidió que en treinta días le presentaran el proyecto completo, con los los planos del hotel, la superficie esquiable, y el financiamiento de la obra.

Una troika frente al hotel, en 1949

Los jóvenes amigos, entusiasmados, se pusieron en contacto con los arquitectos Jorge Ugarte Buhler y Edmundo Vergara Escobar y construyeron una maqueta que se parece bastante al Hotel Portillo actual, un lugar exclusivo, que eligen cada año familias estadounidenses, brasileñas y argentinas para disfrutar del esquí.

Para la construcción del hotel, que comenzó en la década del 40, se creó una empresa en la que el Estado tenía el 70% de las acciones y el resto se vendió a privados.

El hotel en 1948, casi terminado

En 1943 se completó la primera parte de la obra, y con el dinero que pagaban los primeros huéspedes se financió el resto, aunque los tiempos se hicieron más largos porque la realización del proyecto coincidió con la Segunda Guerra Mundial, lo que dificultaba conseguir materiales. La gran inauguración del Hotel Portillo se produjo en 1949 y fue todo un evento para la época.

“Un brillante acontecimiento diplomático social y deportivo ha constituido la reciente inauguración del Hotel de Portillo, ceremonia que adquirió un relieve de mucha importancia, dado lo escogido del grupo de invitados que la Sociedad de Hoteles de Cordillera reunió en Portillo. Representantes del Gobierno, de nuestro mundo social, altas personalidades de las esferas políticas, destacados hombres de la banca y comercio convivieron durante tres días junto a los representantes de los deportes, de la prensa y numerosos esquiadores que pusieron la nota emotiva con sus exhibiciones y competencia”, informó el 12 de julio de ese año el diario El Mercurio, que le dedicó una extensa cobertura al tema.

El diario El Mercurio le dio una amplia cobertura a la inauguración del hotel

En 1960, el gobierno chileno decidió desprenderse del hotel y se lo vendió al empresario estadounidense Bob Purcell, quien invitó a su sobrino Henry Purcell a unirse a la aventura.

El joven, que solo tenía 26 años, había estudiado hotelería en la Universidad de Cornell y trabajaba como ejecutivo en la cadena Hilton. En 1961 viajó y se instaló para iniciar una nueva vida en Chile.

Bob Purcell, al centro, con anteojos, y amigos en un trineo tirado por perros

Para la fiesta de reinauguración del hotel bajo la nueva administración, los Purcell alquilaron una avión privado para traer amigos y personalidades de la época desde Nueva York.

Gracias al incansable trabajo de Bob, que buscaba dar un golpe de efecto publicitario internacional, en 1966 se realizó en Portillo el Campeonato Mundial de Esquí, una verdadera hazaña, si se tiene en cuenta que fue la única vez que se hizo en el Hemisferio Sur.

Ceremonia de inauguración del Mundial de Esquí de 1966

El presidente Eduardo Frei Montalva dio un discurso en la inauguración del mundial, del que participaron delegaciones de 22 países. El esquiador Jean-Claude Killy fue la gran estrella y Francia se llevó 16 medallas, entre ellas seis de oro.

Henry estuvo a cargo de la administración del hotel por cuatro décadas y aun hoy, a los 91 años, se lo puede ver dando vueltas por el hotel, atento a todo lo que ocurre. Incluso hasta el año pasado se daba el gusto de esquiar.

El francés Jean-Claude Killy, estrella del mundial del 66

Tradición familiar

En 2002, Henry le cedió el control a su hijo Miguel Purcell, quien habló con LA NACION en el elegante restaurante del hotel, que cuenta con una vista impactante de las montañas nevadas y el sólido mobiliario de madera original.

Purcell revela que en 2019 hizo una inversión de poco menos de cuatro millones de dólares para dotar al hotel de 17 cañones de nieve, que les sirvió de mucho por ese año nevó poco.

Este año hay un buen nivel de nieve

Miguel se emociona cuando habla de la historia del hotel. “Lo hemos hecho un proyecto de vida, ha sido muy bonito. Como se ve, es una especie de barco, una especie de familia. Acá hay empleados que llevan 55 años. La Blanquita (trabaja en lavandería) va por los 60, está desde antes del mundial de esquí. Ha sido muy bonito traspasar esto en la familia. Partió de mi tío abuelo, después mi padre, yo… Vamos a ver si alguno de nuestros hijos lo continúa. Me encantaría, pero la verdad están rumbeados para otro lado, son jóvenes, están en la universidad o el colegio», señala mientras uno de los 30 mozos vestidos con chaqueta roja y pantalón negro le sirve té con diligencia.

Purcell asegura que el mundial del 66 fue lo más importante que pasó en el hotel. “Yo era muy pequeño, tenía cuatro años. Eso fue lo que hizo que Portillo fuera conocido internacionalmente: en Estados Unidos, en Europa. Es el único mundial que se ha hecho en el Hemisferio Sur. Y hasta el día de hoy, especialmente norteamericanos, tienen a Portillo en su check list porque escucharon sobre el mundial», afirma.

Un descenso en esquí a la laguna

A la hora de recordar el momento más difícil, el empresario señala la avalancha en el complejo Los Libertadores, en 1985, donde murieron 25 personas y Portillo se transformó en un hospital, porque estaban cerrados los caminos y no había accesos.

“En esa época había menos helicópteros y recursos para hacer una evacuación. Entonces mi padre y un equipo de empleados (yo no trabajaba aquí), arriesgando sus vidas, rescataron a las personas y transformaron el piso de arriba en una especie de hospital hasta que llegaron helicópteros y pudieron evacuar a los que estaban accidentados. Fue muy fuerte eso», rememora.

Clases de esquí en Portillo

También recuerda con amargura la pandemia de coronavirus, que lo obligó a no operar durante dos temporadas y casi lo obliga a bajar la persiana. “Fue algo muy duro para nosotros. El hotel estuvo dos años cerrado, en los que mantuvimos a toda la planta, 180 empleados permanentes, y no se operó. Fue bien duro. Yo venía a deprimirme -dice en broma-, tratábamos de operar, pero era imposible con tantas restricciones y normas”, señala.

Purcell tiene una cabaña frente a Laguna del Inca y asegura que todavía se emociona cuando ve el paisaje: “Es impresionante. Además, siempre va cambiando. Hay que hacer el ejercicio de recordar el privilegio que es estar acá. Saco una foto cada dos días desde mi oficina. Debo tener unas 300 y son todas distintas“.

Una vista del hotel desde la altura

Purcell afirma que el gran desafío que tiene el hotel, además del cambio climático, son los accesos. “Antes venía mucha gente de Mendoza, incluso por el día. Ahora hay tanto tráfico de camiones que tienen que tener una política más restrictiva”, señala en referencia al cierre del paso Cristo Redentor, algo cada vez más frecuente.

El ferrocarril, medio de transporte descuidado por las autoridades argentinas y chilenas, pero que podría significar un boom de turismo, llegaba a Portillo hasta 1985. “Toda la línea del ferrocarril se la han robado, sacaron todo, no queda nada, los durmientes, los fierros. Ahora se habla de un proyecto de túnel de baja altura, por Juncal, solo para trenes. Un tren de trocha ancha”, cuenta.

La Laguna del Inca

“Cuando mi papá llegó a Chile, a veces el camino permanecía cerrado todo el invierno. Y el año que llegó, tuvieron que abastecer desde un avión. Así era de precario en esa época”, relata Purcell, que asegura que la mayoría de los turistas que visitan actualmente el hotel son de norteamericanos, brasileños y argentinos.

“Los norteamericanos son los más parejos. En agosto viene mucho esquiador pro, que le gusta el esquí fuera de pista. Pero cada vez más llegan familias norteamericanas que vienen en julio. Se ha transformado en un destino de familia, también. Vienen a esquiar y se vuelven”, comenta.

El Hotel Portillo, cubierto de nieve

“No sé si este año mi padre va a esquiar, está pensándolo. Hasta el año pasado salía cuando había sol a dar un par de vueltas. A él le hace bien el aire de acá y hacer un poco de deporte. Hay muchos del mundo del esquí que son longevos. Hay días que me cuesta pero yo trato de hacer una bajada en la mañana y otra por la tarde. Me gusta después de una nevada la bajada al lago. Me encanta, es como una especie de mantra. Si es con almuerzo en Tío Bob, arriba mejor todavía», afirma en referencia al restaurante de montaña al que se llega por silla y que cuenta con una vista realmente impresionante a las montañas nevadas y la Laguna del Inca.

Alojamiento y esquí

El hotel cuenta con piletas climatizadas

Portillo es un centro de esquí para todos los niveles de experiencia en el deporte blanco. La escuela reúne a guías de todas partes del mundo, altamente calificados, que dan clases de esquí para principiantes, niños y adultos. Con ellos, se puede aprender desde cero, reforzar habilidades o llevar el esquí a otro nivel.

Además, el lugar cuenta con 35 pistas con distintos niveles de dificultad, donde cada tipo de esquiador podrá divertirse y disfrutar de la montaña. Se pueden tomar clases grupales o privadas. Las clases grupales están disponibles para esquiadores y practicantes de snowboard de todos los niveles y edades. Una de las grandes ventajas es que el hotel cuenta con salida directa a la nieve y no hay que trasladarse para esquiar ni hacer cola para las sillas.

Muchas familias van a esquiar a Portillo

El Hotel Portillo tiene 123 habitaciones con vistas hacia la Laguna del Inca, el valle y el nevado cordón montañoso de la cordillera de los Andes. Tiene una capacidad para 450 huéspedes y las estadías son todo incluido, es decir, incluye alojamiento, tickets de esquí, cuatro comidas diarias y acceso a todas las instalaciones del hotel, como piscina, jacuzzi, gimnasio, cancha de fútbol 5 y más. Las tarifas del hotel dependen del tipo de habitación y las fechas de estadía, pero van desde los $ 1.300 dólares aproximadamente, por persona para tres noches.

El Octógono es una opción de alojamiento cómoda y más accesible, ubicada junto al Hotel Portillo y al lado de las pistas. Es ideal para un pequeño grupo de amigos o una familia, ya que las habitaciones acomodan hasta cuatro personas en dos camarotes.

Los chicos aprenden a esquiar

También está el Inca Lodge, una opción pensada para el público más joven y que se asemeja más a un hostal. Y para quienes buscan toda la comodidad y privacidad de un refugio de montaña, disfrutando de todos los servicios del hotel principal, pueden escoger la opción que brindan los chalets, con capacidad para 4 y hasta 8 personas. Todas estas propuestas de alojamiento incluyen el ticket de andarivel y las cuatro comidas diarias, además de acceso a todas las instalaciones del hotel.

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