La historia desconocida de Paladium: el otro dueño, la foto que despertó el interés de su hijo y el documental que se estrena hoy

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Cada época tiene sus bares, sus centros culturales, sus discotecas. La de la primavera democrática tuvo un templo que lo englobaba todo: Paladium. Fue concebido sobre la estructura original de una usina abandonada (que había suministrado electricidad a los primeros tranvías porteños), ubicada en Reconquista 945, con el objetivo –en principio– de competir con el mismísimo Luna Park como centro de entretenimiento.

Allí actuaron desde Charly García hasta Nacha Guevara (estrenó repentinamente Nacha 100%: del Di Tella al 2000, en 1988, después de su alejamiento de Cabaret, el musical que iba a coprotagonizar con Carlos Perciavalle), pasando por Los Violadores, Riff, Fito Páez, Virus, Soda Stereo y Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota (presentó su segundo álbum, el distópico Oktubre, en 1986, con puesta en escena memorable de Rocambole). Por su vip desfilaron Diego Maradona, Susana Giménez, Guillermo Vilas, Ricardo Darín y Marta Minujín. Y como en su original ADN se mezclaban el mainstream con el underground, era habitual encontrar en sus pistas a Fernando Noy, Batato Barea, Las Gambas al Ajillo y a los integrantes de La Organización Negra –a veces como público, otras en plan performers– y a Willy Lemos, montado como una drag queen, en su rol de host del lugar a partir de la medianoche, cuando se convertía en discoteca. “El lugar más loco de Buenos Aires” –como lo llegó a definir la revista Siete Días–, con capacidad para 1.800 personas, abrió sus puertas en 1985 y las cerró definitivamente en 1993. El resto, hasta ahora, era pura leyenda.

Para echar luz sobre su historia, y a la vez rendirle homenaje “a ese ejemplo de glam local que muchos adjetivaron como Lo mejor del tercer mundo”, el director Francisco Novick rodó el documental Una noche en Paladium que se estrena este jueves, a las 21.30, en el cine Gaumont, en el marco del Bafici (con una segunda función prevista para el miércoles 9, a las 13.20, en Cinépolis Houssay). No se trata solo de un trabajo impulsado por el interés en aquel fenómeno de los 80 sino también por una cuestión personal. Su padre, José Luis Novick, fue uno de los socios fundadores de aquel templo y nunca quiso contarle nada de aquella etapa. “Por eso, para mí, Paladium fue siempre una especie de fantasma de la historia familiar”, comenta a LA NACIÓN el cineasta de 32 años, que no llegó a conocer en pie el mencionado local ya que nació justo el año en que fue demolido (para ser convertido, años más tarde, en un edificio de 15 pisos, el hotel Meliá). El puntapié de su trabajo fue una foto que encontró en la casa paterna, donde aparecía su padre junto a Juan Lepes, el otro socio fundador de Paladium, el más conocido, el padre de Narda Lepes. “Eran un team, amigos y socios desde los 70. Juan era escenógrafo, el más creativo y el que ponía la cara; mi papá, en cambio, al ser ingeniero agrónomo, se encargaba de los números y se mantenía en las sombras, pero los dos fueron los padres de Paladium”, aclara Francisco.

“Lo que yo quise contar en este documental es tanto la historia de Paladium como la de mi papá, que son un poco la misma historia, porque las dos tienen muchos puntos en común. Son dos historias perdidas, olvidadas. No sé por qué razón, pero Paladium se había perdido en la memoria colectiva. Si vos buscás Paladium en Internet, prácticamente no vas a encontrar nada. Hay mucho sobre Cemento y El Parakultural, posiblemente porque fueron más fáciles de etiquetar como espacio rockero y espacio del under, respectivamente. Pero Paladium es como que quedó en un punto medio”, entiende Francisco. “Y mi papá, a su vez, era un desconocido porque los que sí conocían Paladium siempre lo asociaron con Juan Lepes y nadie más”, agrega.

Paladium, un icóno de los 80 y comienzos de los 90

El documental, producido por el Colectivo Rutemberg (que propició sus anteriores opus: Tiempo perdido y Político), le demandó al egresado de la ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica) tres años de trabajo, entre preproducción, rodaje y posproducción. Juan Lepes le facilitó generosamente todo su archivo de imágenes (fotos y videos) y tanto su madre, la abogada Ana Marcó Del Pont, como su hermano mayor, el productor musical Federico Novick (testigos de aquella gesta) aceptaron ofrecer su testimonio frente a cámara. Pero su padre no. “Hasta último momento pensé que lo iba a convencer, pero no lo logré. Hoy lo comprendo: es un tipo muy discreto y quiso ser fiel a su bajo perfil. De todos modos, no se opuso al proyecto y sé que está contento porque logré concretar mi objetivo”, asegura. Entre las personalidades que aceptaron el convite y son parte de los 85 minutos del documental están Juan y Narda Lepes, Lalo Mir, Rocambole, Renata Schussheim, Cecilia Absatz, Jorge Dorio, Pichón Baldinú, Isabel de Sebastián, Carlos Masoch y Willy Lemos, entre los más de veinte entrevistados, todos habitués de las históricas noches de Paladium.

“Paladium era pura fiesta, donde las sorpresas aparecían en cualquier momento, en cualquier situación. Nadie se sorprendía si aparecía, de golpe, alguien desnudo por ahí. Venían Maradona, Darín y la Giménez, también estaban los personajes del under y, en el medio, gente como nosotros, común y corriente”, dice en un momento del documental la actriz Josefina D´Arriba. La peculiaridad del lugar la reconfirman las jornadas temáticas dedicadas a La noche del chamamé, La noche del mambo y el Tango Club Bailable. “Paladium fue el primer lugar inclusivo, donde no te iban a rebotar por la ropa; no era para una elite, era para todos”, comenta en otro momento de la película el creador de La Organización Negra, Pichón Baldinú.

Afiche del show de Los Violadores con el que presentaron su segundo disco, Y ahora qué pasa, eh?

Concluida la primera parte de la filmación del documental, a comienzos de 2023 a Francisco Novick y los productores se les ocurrió organizar una fiesta al estilo Paladium para sumar escenas (que pudieran remedar momentos vividos en la discoteca original), filmadas con cámaras VHS y Super 8 y juntar fondos para concluir el rodaje. Lo primero les salió redondo: al ágape realizado el 18 de marzo de ese año en C Art Media asistieron 3.000 personas lookeadas como en los 80, ávidas de bailar al son de la música de aquellos tiempos y disfrutar de sorpresivas performances. “Vino mucha gente joven y también muchas familias, muchos padres de 55 ó 60 años con hijos de veintipico, así que fue un evento intergeneracional, algo que nunca vi en ningún boliche”, remarca Novick. En cuanto a lo segundo, el cineasta es brutalmente honesto. “Fracasamos estrepitosamente, ya que nos gastamos todo en la organización del evento, en la reproducción de la estética de Paladium”, reconoce. Ahora, con la película ya terminada, promete otra fiesta, esta vez a mayor escala, para celebrar el estreno. La cita es este viernes 4 de abril, a las 22, en el mismo espacio: C Art Media, y las entradas se pueden adquirir a través de la plataforma Passline. “Sugiero que la gente llegue bien temprano para no perderse nada, no es uno de esos eventos para caer a las dos de la mañana; aquí van a pasar muchas cosas sin parar desde el inicio y hasta que salga el sol”, promete.

¿Por qué creés que tu padre nunca te habló de Paladium?

–Supongo que porque tener un boliche en los años 80 estaba asociado con cierta oscuridad, con algo negativo, no sé. Y como en realidad él tenía una viuda diurna y formal, propia de todo ingeniero agrónomo, tal vez quiso dejar todo eso en un segundo plano y no traerlo de regreso. Él era amigo de la gente bohemia del Bárbaro Bar, donde se cocinó el proyecto de Paladium, por eso se metió en aquello. Pero cuando terminó Paladium parece que dijo “lo pasado pisado”, siguió mirando para adelante y nunca volvió la vista atrás. Su conducta, lejos de alejarme del tema, me generó más misterio y ganas de saber. Hoy siento que Paladium representa la parte más creativa de mi papá, la que nos unía cuando era chico. Hacer este documental fue ir al rescate de esa parte.

Todo tipo de looks y propuestas tenían lugar en Paladium

Si las noches de Paladium eran un éxito, ¿por qué cerró?

–Para mí se juntaron dos problemas: el cambio de la noche con el menemismo, cuando el tema de la cocaína aumentó exponencialmente. Es por eso que en el documental Juan dice concretamente: “La noche se convirtió en más salvaje, en más jodida”. También pasó que tanto Juan como mi papá se aburrieron. Ellos no eran empresarios de la noche, ni tenían por objetivo ser dueños de una discoteca toda la vida. Se les había ocurrido abrir un lugar por pura diversión y luego todo fue cambiando aceleradamente. Pensá que abrieron el lugar con la idea de hacer un estadio de cámara, un Luna Park a pequeña escala, pero la fiesta de inauguración les salió tan bien que la gente quiso volver a bailar al día siguiente y eso demandó que Paladium se transformara en Paladium Dancing. Y a ese cambio les siguieron otros, todos impulsados por el público y vertiginosos. Hasta ahí todo bien, pero cuando apareció lo de las drogas creo que el asunto no los divirtió más y eso marcó el final.

Guillermo Vilas, uno de los habitués de Paladium

Por último, ¿Cómo debería ser recordado Paladium? ¿Cuál pensás que es su legado?

–Como un lugar único. Paladium se caracterizó por una apertura mental hacia lo diferente, a lo distinto, algo que no se había visto antes en ningún otro lugar. Y por el espacio preponderante que le otorgaba a las vanguardias artísticas. En Paladium imperaban las ganas de hacer algo nuevo, algo que fuese contra lo establecido, contra lo común. Más que un proyecto comercial, Paladium fue un proyecto artístico, un espacio que permitía que las cosas sucediesen. Les abría las puertas a todos y si alguien quería hacer algo loco, lo hacía. Por eso, estéticamente, fue un sitio tan rico. A propósito, en el documental alguien dice que se parecía a La guerra de las galaxias, porque en ese espacio se reunían todas las tribus de todos los planetas imaginables, con sus distintos looks, peinados y maquillajes. En Paladium todos tenían un lugar y se sentían respetados, algo que luego se perdió mucho en la noche porteña. Hoy no existe nada igual, si querés salir de noche te encontrás con distintos nichos, hay lugares híper comerciales, carísimos y sin propuestas artísticas, y otros para 50 personas, generalmente marginales. No hay un solo lugar que tenga espíritu vanguardista y que a la vez sea masivo. Ese fue mi motor para filmar Una noche en Paladium.

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