A lo largo de la historia, fueron muchos los valientes que se lanzaron a grandes proezas en nombre del amor.
Desde el Taj Mahal en la India -un imponente mausoleo blanco considerado como el mayor logro de toda la arquitectura indoislámica- que mandó a levantar el emperador mogol Shah Jahan en memoria de su esposa; hasta el Castillo de Boldt, una obra que hizo construir al norte de Nueva York el empresario George C. Boldt, en honor a su mujer Louise. Y en latitudes más cercanas a la Argentina, un hombre se animó a hacer una réplica de uno de los monumentos más importantes de la historia del país, también impulsado por el amor.
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Se trata de una imitación de la Casa Histórica de Tucumán, pero que se levantó en una ciudad ubicada a unos 160 km de CABA. Los vecinos pasan a verla. Algunos se frenan, sacan fotos. Otros, más valientes, tocan la puerta y piden entrar a conocerla y a escuchar su historia. Si tienen suerte, se encuentran con las “mejores empanadas tucumanas”, hechas por la suegra de Luis Garea, el hombre que la construyó. Una niña llegó a decirle una vez: “Gracias por haber hecho la casa, porque no sé si algún día tendré la oportunidad de viajar a conocerla”.
Pero, ¿qué impulsó a este hombre a hacer posible semejante hazaña?
“Mi motor es el amor”
La aventura comenzó hace mucho tiempo, cuando Inés del Valle Costilla, oriunda de Tucumán, se mudó a Baradero, a una casa que se ubicaba muy cerca de la de Luis, más precisamente, cruzando la calle. De chicos, jugaban juntos como cualquier vecino. Pero fueron creciendo y el vínculo entre los dos se volvió más fuerte. Cuando él tenía 18 y ella 16 se pusieron de novios “y estuvimos juntos toda la vida”. Han pasado más de 40 años desde ese entonces.
Pero una inquietud empezó a emerger en el corazón de Luis hace unos años. “Mis bisabuelos y abuelos estuvieron casados por más de 60 años. Tuvieron un amor que duró toda su vida, pero hoy pocos los recuerdan. Y en un momento me empezó a intranquilizar la idea de que, cuando uno muere, se diluye en la historia”, cuenta Garea, a LA NACION.
Y fue ese anhelo por lograr que su amor trascendiera a lo largo de los años, incluso después de su muerte, el que llevó a Luis a levantar una réplica de la Casa Histórica de Tucumán en homenaje a su mujer, pero en una zona un poco más hacia el sur del país: en Baradero, la ciudad donde residen. Aunque no fue fácil encontrar el tiempo para hacerla.
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Todos los seres humanos llevan grandes ilusiones en el corazón, pero no siempre cuentan con el tiempo para concretarlas.
Pero ese momento llegó en el 2016, cuando cerró la aceitera en la que Luis trabajaba y se propuso no resignarse ante la nueva situación de desempleo. Empezó a ganarse la vida con su hobby que era la música y, en paralelo, construía la casa. En palabras de él: “Los fines de semana cantaba y en la semana hacía mi locura“.
Es que efectivamente, la gente lo llamaba así. “Estás loco”, le repetía su mujer. Y también sus tres hijos. Pero él estaba empeñado en seguir adelante; aunque trabajaba en silencio. Cuenta divertido que, dado que la construcción se parecía en un momento a una iglesia, “por ahí pasaba un vecino y le decía: «ven a orar hermano», porque quería mantener la incógnita de qué era lo que se estaba construyendo».
Para levantarla, usó fotos de la Casa Histórica donde se declaró la independencia y fue haciendo escalas, de tal forma que pudiera plasmarla en la ciudad donde estaba, a más de 1000 km de Tucumán. También hizo uso de sus conocimientos de albañilería, oficio en el que trabajó antes de estar en la aceitera.
Y así pasaron los años. Algunos obstáculos aparecieron en el camino. La pandemia frenó la construcción; no se conseguían materiales ni se podía salir a la calle. Pero esto no limitó a Luis, que se mantuvo firme para lograr terminarla. Estaba atento a todo lo que podía servir, desde restos de remodelaciones que hacían amigos o familiares hasta ayuda que le ofreció su hijo para seguirla.
¿Pero, para qué se usa hoy?
Desde hace seis años que Luis trabaja en la construcción de la casa, que se encuentra a cinco cuadras de la estación de tren, más precisamente en Ricardo Güiraldes, entre las calles Del Corro y Mitre. Y se levantó en un espacio muy ligado a su historia con Inés: entre medio de las dos casas donde transcurrieron su infancia existía un terreno que compró Luis en un momento de su vida y que fue el elegido para levantar con sus propias manos la réplica de la casa histórica. “Hice la construcción como una muestra de que nuestro amor perduró y para que permanezca un poco más cuando nosotros no estemos”, cuenta Garea.
Aunque está prácticamente terminada, él afirma que le falta pulir algunos detalles. Por dentro, es un gran salón en el que entran 100 personas. Cuenta con un escenario, equipos de música, baños, mesas y un patio que está ambientando para que tenga un estilo antiguo, que se asemeje a la identidad de la casa. La han alquilado para fiestas, cumpleaños e incluso para actos patrios escolares. “En el 2026 mis papás cumplen 60 años de casados y vamos a hacer una fiesta ahí”, agrega convencido.
“Tuvo una muy buena recepción, a la gente le gustó, le dio más vida al barrio. Tengo reservado un jardín de infantes que vendrá a festejar este año el Día de la Independencia acá y ellos están convencidos de que están en Tucumán”, cuenta divertido y agrega: “Es un homenaje a mi esposa y a sus padres”.
La mímesis de la casa de Tucumán está en la fachada. “La idea original era la imagen por afuera, los sabores por adentro, pero todavía no hemos logrado usarlo gastronómicamente, porque nos falta la inversión. Sin embargo, siempre que viene gente, la recibimos, le dejamos conocerla, sacarse fotos o comer empanadas, si es que tenemos. No gano nada con eso, pero te llena el alma, uno no sólo vive de plata”, señala conmovido.
Un dato curioso es que hay una esquina de la casa que se encuentra sin terminar. “Todos me preguntan por qué no la completo. Y yo les respondo divertido que es para que no se termine el amor”.