Podría pensarse que es el boceto de algún pintor abstracto: un ensayo de rugosidades, colores, texturas; por aquí un trazo espeso de óleo, por allá un esfumado a la acuarela. En realidad, es una toma aérea de un sector del lago artificial de Mornos, en Grecia. El objetivo de la imagen está lejos de ser estético. El lago, que debido a la sequía experimentó un retroceso inédito en los últimos años, es la principal fuente de agua dulce de Atenas. La imagen de sus costas, las grietas en las que parece estrujarse como un cartón seco, poco tienen que ver con una curiosidad y mucho con una tragedia latente. Los espejos de agua próximos al Mediterráneo sufren el cambio climático; la severa falta de lluvias del año pasado afectó los embalses. En Grecia, trabajadores rurales y población citadina comparten un temor que los vaivenes hídricos de Mornos alimentan.
La incertidumbre
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