1904, Missouri, Estados unidos. Con las banderas del progreso y modernidad flameando, abrió sus puertas la exposición Universal de Saint Louis. Desde mediados del siglo XIX, diferentes naciones del mundo buscaron medir su potencia en distintas ferias universales, donde se pretendía también resumir la experiencia humana y entretener a sus visitantes.
La Exposición de Saint Louis fue organizada con el apoyo del gobierno estadounidense entre el 30 de abril y el 1 de diciembre de 1904. Según los diarios de la época, asistieron casi 20 millones de visitantes. Esos mismos medios anunciaban con bombos y platillos que a la feria asistirían unos “gigantes patagones”.
William McGee, antropólogo a cargo del evento, había acordado con funcionarios argentinos la presentación de un grupo de los tehuelches. Vicente Cané había realizado el arreglo del contrato. Juan Wohlers, un comerciante de Río Gallegos, actuaría como intérprete del grupo. Cané recibió cuatro mil dólares, desde donde pagó el intérprete y los gastos de la partida. El viaje fue largo: tomaron el vapor Celtic hasta Liverpool y una vez allí reembarcaron hacia Nueva York donde llegaron el 12 de abril. Dos días después y tras 16.000 kilómetros estaban en el predio. Al llegar, el grupo construyó sus toldos, con cueros, tientos y palos que habían traído especialmente. El objetivo era simular un paisaje cultural auténtico.
El anfitrión McGee detalla que el grupo que estaba compuesto por Guechico, cacique principal de 71 años; Lorenza, su esposa, de 45 años; Giga -hija de Lorenza-, de 8 años; Sinchel de 45 años, Colojo, Casimiro y Bonifacio. En la revista Caras y Caretas se señala que se trataba de “ejemplares escogidos en el territorio de Santa Cruz”, más precisamente Río Gallegos.
Hoy se pueden conocer los rostros de aquellos tehuelches gracias al trabajo que realizó durante la feria la fotógrafa oficial de la feria, Jessie Tarbox Beals, imágenes que se preservan en el FIELD, el museo de Historia Natural de Chicago. Además, la historia de los tehuelches en Saint Louis fue investigada por la investigadora del Conicet Geraldine Gluzman, que pudo realizar ese trabajo gracias a una beca del museo estadounidense.
En su trabajo Gluzman relata que medida que transcurría la feria la cuestión de la estatura, que tanto habían publicitado los organizadores, comenzaba a disolverse. Mientras tanto, los tehuelches participaron en las olimpíadas y a pesar de su edad, Gechico obtuvo un premio por el lanzamiento de pelota. Bonifacio, Casimiro y Colojo se destacaron en los concursos de equitación y lazo. También realizaron lanzamiento de boleadoras.
En el segundo piso, comercio y negociados
Durante la feria, cada país participante contaba con su propio pabellón. El argentino fue una reproducción parcial del palacio de gobierno en Buenos Aires y abrió el 9 de julio con una recepción a la que asistieron los directores de la exposición y otros delegados, entre quienes estaba Eduardo Schiaffino, comisionado de Bellas Artes y el ingeniero Horacio Anasagasti.
El segundo piso del pabellón argentino fue considerado para un nuevo fin cuando un ciudadano argentino de apellido Zavaleta hizo una petición para exhibir su colección arqueológica. Luego de recibir la autorización oficial realizó su traslado en 42 grandes cajas. Zavaleta se presentó como coleccionista e inversionista privado bajo el auspicio del gobierno nacional. Pero Zavaleta no era un desconocido, sino uno de los más famosos “huaqueros” o colectores de piezas prehispánicas. Había nacido en Salta pero residía en Tucumán donde había sido comisario y obtenido acceso a territorios que para otros colegas estaban vedados: cementerios, ruinas y propiedades particulares.
A pesar del apoyo oficial de la feria, buena parte de las instituciones académicas argentinas no aprobaba las prácticas de excavación llevadas a cabo por Zavaleta. Samuel Lafone-Quevedo, por nombrar a un conocido referente de la época, seguía con preocupación los pasos de Zavaleta, quien contaba con cuadrillas de peones en el noroeste argentino provistos sólo de pico y palas, pero sin ningún experto que los acompañase para recoger información de contexto.
Por lo tanto los esqueletos humanos no eran recuperados en su totalidad ni con los cuidados necesarios. Casi siempre los hombres de Zavaleta se quedaban sólo con los cráneos que ni siquiera eran clasificados correctamente. De las antigüedades calchaquíes apenas se conocen dónde fueron halladas y sólo se sabe que pertenecen a las provincias de Salta, Tucumán y Catamarca. Más allá de sus impulsores y detractores, el objetivo de Zabaleta se cumplió: su colección de más de 2.000 piezas fue adquirida en U$S 17.002 por el Field Museum de Chicago: cráneos con agujeros y trepanaciones, cerámicos, puntas de flecha, instrumentos tallados, hachas de piedra, collares, piedras exóticas, jarros, urnas y muchos objetos más.
Para la investigadora Gluzman está claro que los tehuelches fueron presentados fuera de contexto y con escasísima rigurosidad científica. La perspectiva de la feria, detalla la especialista, se caracterizó por poner énfasis en la rareza. Además, afirma que los medios de comunicación contribuyeron a consolidar estereotipos sensacionalistas sólo para atraer grandes audiencias.
Sin embargo, las ventas como las de Zavaleta no fueron acciones aisladas. Desde los tiempos del virreinato muchos objetos que hoy serían considerados como museológicos terminaban en manos privadas, recogidos la mayor de las veces sin ningún método científico. Vale aclarar, sin embargo, que las instituciones públicas no siempre fueron un espacio que pudiése recoger y preservar ese patrimonio. En numerosos casos, terminaron en manos de coleccionistas y comerciantes como Zavaleta y en otros, los poseedores de esos objetos estuvieron de alguna manera vinculados con la historia y luego pasaron a manos de sus descendientes. Es sabido que gran parte de los primeros historiadores nacionales, como Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López eran ávidos coleccionistas.
Mucho más tarde llegaron las leyes de protección del patrimonio cultural y arqueológico para evitar que los bienes se destruyan, o salgan del país de manera ilícita. ¿Hoy se puede tener una colección privada de piezas arqueológicas? Sólo si fue conformada antes de la sanción de la ley 25.743, en junio de 2003. Es decir, actualmente no se puede iniciar una colección privada de piezas porque todos los bienes arqueológicos son de dominio de la provincia de donde provienen.
Además, cualquier colección debe ser declarada y sus bienes registrados en la provincia en la que se encuentra. Luego de registrarla, la persona pasa a ser poseedora legal de la colección pero nunca propietaria. Si no se declara, las autoridades pueden decomisar los bienes. Hoy la exportación definitiva de bienes arqueológicos y paleontológicos es un delito y está penada por ley. Sólo pueden ser sacados del país de manera temporal y con fines científicos o educativos.
Últimos días de los tehuelches en Estados Unidos
Mientras Zavaleta cerraba sus ventas, los tehuelches emprendieron el regreso a su tierra argentina. El último día de la feria McGee observó que los tehueleches “como ningún otro grupo se sacudió con tanta alegría el polvo de la Expsosición de sus pies cuando terminó el plazo de su acuerdo”. El paleontólogo Rodolfo Casamiquela afirmó que Guechico murió en el mar. Una vez en Argentina, después de otro largo y penoso viaje de regreso, el resto del grupo realizó una breve estadía en La Plata donde se encontraron con Roberto Lehmann-Nitsche, un etnólogo alemán que vivió casi cuarenta años en el país trabajando mayormente en Museo de La Plata. El investigador tomó algunos retratos y realizó grabaciones de sus cantos. Luego sí, marcharon para la Patagonia.
- Juan Pablo Baliña es investigador, responsable de @ArchivoVisualArgentino