“¿Justo acá te encuentro? ¿Vos sabés la historia del dodo?”, el que me lo pregunta es Carlos Farfán, director general de la consultora de tecnología Practia Global. Nos cruzamos por casualidad en este café del microcentro porteño que se llama Dodó antes de una charla que compartimos sobre transformación digital un rato más tarde.
Nunca había escuchado esta historia ni tampoco sabía que el dodo era un pájaro hasta ese momento. Originario de la isla de Mauricio, cerca de Madagascar, este pájaro de unos 20 kilos, pico curvado y alas reducidas pero musculadas, fue descubierto por colonos portugueses alrededor de la década de 1580 y se extinguió solo 100 años después. Viviendo en aislamiento, el ave no tenía miedo del hombre que cambió su entorno ni de los nuevos depredadores que el hombre introdujo. Como resultado, se convirtió en una presa fácil para los cerdos, perros, gatos y ratas que los hombres trajeron. Tampoco pudo adaptarse a la pérdida de su hábitat habitual a manos de los colonos.
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No es la historia de un pájaro tonto, es la historia de una especie que no pudo adaptarse a un entorno complejo y cambiante. Como la naturaleza suele ser una buena maestra para resolver los problemas de la vida, podríamos también pensar ¿qué nos enseña el dodo acerca del cambio? Un ambiente nuevo o un cambio de contexto requiere tomar riesgos, pero estos tienen que ser informados y calculados. En lugar de observar a los nuevos visitantes desde la distancia para aprender más sobre ellos, el dodo ingenuamente se quedó para recibirlos sin cautela y los animales que llegaron con los colonos no tardaron en comer o destruir los huevos de las crías. El dodo necesitaba recopilar buenos datos y luego actuar. En tiempos de cambios complejos, es necesario abordar riesgos calculados —que sean rápidos pero reflexivos— para evitar ser depredados. La llegada del ser humano y los animales fueron fuerzas de destrucción para el dodo de comportamiento confiado y que tenía sus nidos en el suelo. No reconoció estas fuerzas como destructivas y sucumbió ante un entorno cambiante y rápidamente se extinguió.
Hay empresas que no solo no ven las fuerzas destructivas que llegan desde el exterior, sino las que ya habitan en su interior como la incapacidad para innovar por apego al status quo o no gestionar dinámicas interpersonales destructivas. La adaptación requiere mirar y entender al mundo tal como es ahora, no como deseamos que fuer o como era antes. El día que los colonos llegaron a Mauricio, la vida del dodo, tal como la conocía, terminó para siempre. No importaba cuánto deseara aquellos tiempos más tranquilos con su rutina habitual y socializar libremente. Se fueron los días en que podía obtener su comida, frutas y otros alimentos del bosque sin preocupaciones. El cambio había llegado a Mauricio de una manera abrupta y enorme. ¿Suena a algo que estén experimentando hoy? Hay lecciones para aprender de la triste historia del dodo, antes de que sea tarde.
