Por su trayectoria y su compromiso con la difusión del conocimiento, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires distinguió hoy al doctor Conrado Estol como Personalidad Destacada de la Cultura, en un acto celebrado en el Salón Montevideo. La iniciativa, impulsada por la diputada Graciela Ocaña, buscó reconocer tanto su carrera académica y médica como la dimensión cultural de su tarea de divulgación. La ceremonia reunió a familiares, colegas, y representantes de la comunidad médica. También estuvo presente el Ministro Desregulación y Transformación del Estado de la Nación Argentina, Federico Sturzenegger y los legisladores porteños Pablo Donati y Sebastián Nagata.
De especialidad neurólogo, Estol es una de las voces más reconocidas de la medicina argentina y un referente en la divulgación científica. Se graduó como médico en la Universidad de Buenos Aires en 1982 y obtuvo el doctorado en esa misma casa de estudios con una tesis calificada como sobresaliente. Su formación continuó en los Estados Unidos: realizó la residencia en clínica médica en hospitales afiliados al Mount Sinai, en Nueva York; la de neurología en la Universidad de Pittsburgh (Pennsylvania), y la especialización en accidente cerebrovascular (ACV) en Boston, en el New England Medical Center de la Universidad de Tufts y en el Spaulding Rehabilitation Hospital de la Universidad de Harvard.
Durante las últimas décadas Estol combinó la práctica médica con la investigación, la docencia y la comunicación pública, participó en avances pioneros en el tratamiento del accidente cerebrovascular y se convirtió en una figura clave para acercar el conocimiento científico a la sociedad. Su estilo claro y su lenguaje accesible se volvieron decisivos en los meses críticos de la pandemia, cuando sus intervenciones en los medios aportaron calma y orientación a miles de personas. También publicó los libros A mí no me va a pasar y Lo que nadie contó de la tragedia de Los Andes (El Ateneo).
La primera en hablar, este mediodía, fue Ocaña, honrada de entregar esta distinción que sobre todo distingue los «valores éticos y morales, que muchos conocimos más profundamente durante la pandemia“, subrayó. ”En esos momentos de tanta angustia, tu voz en los medios de comunicación transmitía la tranquilidad y la seguridad que muchas veces no lograban los funcionarios a cargo, gracias a tu conocimiento y a ese lenguaje llano que te caracteriza, pese a tu extensa formación y especialización”. La diputada señaló que no se detendría en un currículum, que “ocupa varias páginas”, porque lo más impresionante es “su calidad humana”, y agregó: “La Legislatura celebra el aporte que hacés para que el conocimiento y el cuidado de la salud ocupen un lugar central con un lenguaje ameno y fácil de comprender. Es una alegría que hoy estés acompañado por tu papá y por tantas personas que te quieren. Ese afecto habla de tu valor personal”.
Luego llegó uno de los momentos más emotivos de la ceremonia: el discurso de Conrado Estol, padre del neurólogo, de 94 años, que con humor y prodigiosa memoria recorrió la vida de su hijo. “Presentar a mi hijo no es una tarea sencilla. Para mí, simplemente, es Conra”. Recordó cuando nació en Nueva York, que regresó de chico a la Argentina y se formó como médico en la UBA, donde también obtuvo un doctorado calificado de sobresaliente. “Recién recibido volvió a Estados Unidos, a la fuente, a Nueva York, donde hizo su residencia en clínica médica en el histórico Hospital Mount Sinai, un lugar que nació para servir a una comunidad discriminada y se convirtió en uno de los más prestigiosos del mundo. Después siguió en Boston, donde se especializó en neurología y en enfermedades cerebrovasculares en centros de excelencia como el New England Medical Center de la Universidad Tufts y en Harvard”, repasó. Así, Estol padre fue hilando anécdotas profesionales y personales: el trabajo de su hijo con Thomas Starzl —pionero del trasplante hepático—, su paso por la American Academy of Neurology, las conferencias en la Academia Pontificia de Ciencias del Vaticano, y también su decisión de regresar a la Argentina para volcar ese conocimiento en su país y formar una familia. “Louis Pasteur dijo una frase que a mí me gusta repetir: la suerte solo favorece a las mentes preparadas. Es así: solo la gente que tiene conocimiento, experiencia, puede aprovechar esas cosas que son aparentemente casuales y sacarles provecho. No es suerte, hay que estar preparado. Y creo que en su vida profesional, Conra ha tenido mucha de esa suerte, que requiere de ese pensamiento crítico y esa búsqueda constante de evidencias científicas que explican sus logros mucho más que el azar”, señaló, antes de cerrar con un comentario emotivo: “Mi esposa, que ya no está con nosotros, estaría hoy muy contenta y orgullosa de su hijo”.
El homenajeado cerró la ceremonia con un discurso que combinó gratitud, humor y una reflexión sobre el papel del azar en la vida. “Mi padre representa mucho más que un ejemplo de esfuerzo y de curiosidad intelectual inagotable: es integridad. Me emociona que sea él, con todo lo que significa en mi vida, quien haya presentado mi trayectoria. Mi madre también se habría alegrado, y hoy está más que bien representada aquí por mi querida hermana”, comenzó.
Citó a Albert Einstein para expresar su humildad: “Cuando recibió un doctorado honoris causa, dijo: ‘No me corresponde valorar el mérito de este reconocimiento; solo puedo agradecerlo y recordar que lo importante no es el honor en sí, sino estar a la altura de él’. Si la legisladora Ocaña consideró que había mérito suficiente, eso me basta”.
Estol dedicó buena parte de su intervención a pensar en la relación entre mérito y azar. “En la película Match Point, Woody Allen escribió: ‘Prefiero tener suerte a ser bueno en algo’. Quiero subrayar una palabra, que parece frágil y aleatoria, pero que lo atraviesa todo: la suerte. No reniego de la meritocracia; creo en ella como motor de casi cualquier trayectoria profesional. Algo de mérito habrá en la mía. Pero aprendí que la suerte pesa más de lo que creemos. Marca la diferencia en los logros pequeños y, sobre todo, en los grandes”. Citó investigaciones científicas —como el estudio Talento versus suerte: el rol del azar en el éxito y el fracaso— que demuestran que las personas más exitosas no son necesariamente las más talentosas, sino aquellas que, con un talento intermedio, acumularon más golpes de suerte a lo largo de su vida, y recordó el “efecto Mateo”, que explica cómo quienes ya tienen éxito reciben más oportunidades y recursos. A partir de allí hiló una serie de recuerdos personales: la carta con las preguntas de su examen de reválida del título que su hermano recibió y él demoró en abrir porque no se aminaba a hacerlo; la decisión de ir a Boston a estudiar cuando un programa de computadora le recomendaba ir a Iowa; y, sobre todo, el encuentro casi azaroso con su esposa, Clarisa. Con humor contó cómo aquella primera cita casi se trunca por un terremoto en Boston y una emergencia médica, y cómo ella se convirtió en su coautora en capítulos científicos y en su compañera de vida y de proyectos.
El neurólogo extendió su gratitud a las personas y equipos que lo acompañan: “Nada de lo que hago tendría sentido, y probablemente no sería posible, sin mi equipo de médicos, profesionales y asistentes, que con compromiso admirable y precisión quirúrgica hacen posible cada proyecto y cada atención a los pacientes”. También agradeció a su “nueva familia profesional, la de la comunicación”, destacando al equipo de Radio Mitre, donde trabaja con Alfredo Leuco, y especialmente a José del Rio, quien lo convocó en plena pandemia para difundir información científica cuando todo era incertidumbre: “Aunque la matemática no cierra, podría decir que José es mi padre en la comunicación. En plena pandemia, cuando todo era incertidumbre, fue él quien confió en mí y me dio la primera oportunidad de contar lo que la ciencia podría aportar en ese momento tan difícil. Esa entrevista no solo abrió un espacio en los medios para mí, sino que me marcó un antes y un después. Me diste una voz y esa voz se transformó en una comunidad que busca vivir más y mejor. Ese gesto en un momento tan crítico fue decisivo y no me voy a olvidar”.
Por último, Estol se dirigió a sus cuatro hijos -presentes en la sala-, lisa y llanamente: “Son unos capos. Puedo decir las dos palabras de las que un padre puede estar más orgulloso: misión cumplida”. Y antes de cerrar, dejó un mensaje a los jóvenes: “No hay atajos, yo los busqué. La clave es disfrutar del trabajo. El trabajo es la diversión más barata. La medicina y la ciencia pueden transformar vidas cuando llegan más allá del consultorio. Este premio es un recordatorio de que siempre hay algo más por aprender”.