ROMA.- “La Madonna me dijo: ‘prepara tu tumba’. Y enseguida me pidió que buscara un lugar donde colocarla”, relató este viernes el cardenal Rolandas Makrickas, comisario extraordinario de la Basílica de Santa María la Mayor y futuro guardián de los restos de Francisco.
Fue el 10 de mayo de 2022. Ese día comenzó la aventura histórica de buscarle una sepultura a ese Papa “venido del fin del mundo”, que terminará este sábado, cuando sus restos descansen cerca del altar de San Francisco, en el nicho de la nave lateral de la imponente basílica papal, entre la capilla Paulina, donde se encuentra el ícono mariano de la Salus Populi Romani, venerado por los romanos, y la capilla Sforza.
El objetivo del breve encuentro del cardenal Makrickas con la prensa, al exterior de la célebre basílica invadida por una multitud que ha convertido a Roma en un caos de enormes proporciones, era recordar la portentosa historia de ese templo, testimonio de la fe cristiana desde el siglo V, y por qué Francisco la escogió para descansar por la eternidad, alejándose así de la tradición vaticana, que prefiere conservar los restos de los papas entre sus muros.
“Antes que nada, esta basílica papal es el santuario más importante dedicado a la Madre de Dios, María Santísima. Desde el siglo V está ubicada en esta colina del Esquilino. Hablo de la actual, porque la primera fue construida en el siglo IV”, explicó Makrickas.
“Es una de las cuatro basílicas que nunca ha sido ni destruida, ni arruinada, ni quemada. Es realmente un símbolo del arte, de la espiritualidad y especialmente de la espiritualidad mariana”, agregó.
Pero, sobre todo, Santa María la Mayor está fuertemente ligada a la espiritualidad jesuítica. San Ignacio de Loyola celebró su primera misa precisamente allí, ya que allí se encuentran las reliquias de la Sagrada Cuna.
“Según la historia, San Ignacio habría querido celebrar su primera misa en Belén, donde nació Jesús, después de ser ordenado en Venecia. Pero no pudiendo partir de Venecia por largo tiempo, después de un año celebró su primera misa, en la noche de Navidad de 1538, en la basílica romana”, prosiguió Makrickas, recordando que, durante el Covid, Francisco fue, solo, a celebrar la misa en ese mismo altar.
Santa María la Mayor también conserva la imagen de Salus Populi Romani, que es un ícono antiquísimo, también ligado a la espiritualidad jesuítica, ya que los misioneros jesuitas llevaban esa imagen a las tierras donde iban como misioneros.
“El papa Francisco fue un gran misionero, que visitó numerosos países y quería que sus viajes apostólicos comenzaran siempre desde esta basílica papal, a partir de la imagen de la Salus Populi Romani”, relató el cardenal.
Y como quien habla de Iglesia y de fe, habla de símbolos, el futuro custodio de la tumba de Francisco señaló que la basílica de Santa María la Mayor está conectada directamente con la basílica de San Juan de Letrán, particularmente ligada a San Francisco.
“Observen este vínculo muy particular: por un lado, nuestra basílica más ligada a San Ignacio de Loyola, fundador de la orden de los Jesuitas y, por el otro, la basílica lateranense ligada a San Francisco. Porque allí fue el santo a probar su regla y naturalmente vino varias veces a esta basílica”, relató.
Imponente templo, Santa María la Mayor, que ya cobija los restos de siete papas, incluidos el primer papa franciscano, Nicolás IV, y el primer papa dominico, Pío V, ahora será la tumba del primer papa jesuita. Francisco quiso personalmente que su tumba estuviera en esa basílica.
“En uno de mis encuentros con él, le pregunté si había pensado en tener su tumba en esta basílica, que está tan ligada a la imagen de la Salus Populi Romani y a la devoción mariana. Era el 13 de mayo de 2022 y en ese momento dijo que no, porque —decía— los papas debían ser sepultados en la Basílica de San Pedro. Sin embargo, después de una semana, el 20 de mayo, me llamó desde Santa Marta y dijo: ‘La Madonna me dijo: prepárate la tumba’. Y añadió: ‘Estoy feliz de que la Madonna no se haya olvidado de mí‘. Y me pidió que buscara un lugar donde pudiéramos instalar su sepultura”, recordó Makrickas.
Francisco dijo que no quería ser sepultado en la capilla Paulina porque, “está dedicada al Santísimo, y las personas que vienen deben rezarle al Señor, venerar a la Madonna, y no a mirar la tumba de un papa”.
De modo que, estudiando los ambientes de la basílica, el cardenal y sus ayudantes vieron que en la nave lateral había un lugar que podía ser adecuado.
“Primero porque se encuentra cerca de la capilla Paulina, la capilla de la Salus Populi Romani, y cerca de la capilla Sforza, que es una de las primeras capillas de la basílica. Allí había un nicho donde se guardaban candelabros y otras cosas útiles para el servicio de la basílica”, prosiguió. Ese lugar les pareció más adecuado también por otra razón: porque al lado está el altar de San Francisco.
El 31 de mayo de 2022, cuando Francisco celebró allí la liturgia del Santo Rosario, pasó por la capilla Paulina. Por primera vez le mostraron el lugar, que le pareció adecuado, y dio a conocer detalles de cómo quería que fuera su propia tumba. El Papa quería que su sepultura respetara su vida y hablara de ella. Es decir, de simplicidad y de cosas esenciales.
“Quiso que solo hubiera una inscripción en latín, Franciscus, su nombre como pontífice, su cruz pectoral ampliada, y que la piedra del sepulcro fuera de la tierra de sus antepasados. Es decir, de piedra de Liguria”, precisó el cardenal. “No es una tumba artística, sino simple y esencial”, insistió.
Francisco tampoco quiso que se hiciera un cambio estructural. Dejó la losa que se encuentra sobre la tumba. Una losa algo histórica, pues en ese lugar había una puerta que unía la basílica con el palacio apostólico papal. Santa María la Mayor incluía, en efecto, el palacio papal que se encontraba al lado, y donde vivieron cuatro papas.
Esa puerta conectaba la basílica con el palacio papal. Se dice que, en la Edad Media, encima de esa puerta estaba colocado el ícono de la Salus Populi Romani, que después fue trasladado al centro de la basílica, en uno de los nichos, donde se encuentra desde 1613. En todo caso, según el cardenal Makrickas, todos esos símbolos fueron elegidos para reproducir los valores que Papa Francisco defendió en su vida.
“Son los mismos detalles que vimos también en su testamento. El Santo Padre quiso poner estos detalles en su voluntad testamentaria. No porque le importara tanto la tumba, sino porque no quería que hubiera cosas que no respetaran su vida, como él la vivió. Yo veo una conexión también entre la elección de no ir a vivir al palacio apostólico, sino a Santa Marta, y en que su vida termine en un lugar diferente y sencillo”, concluyó.
Según el cardenal, el domingo 27 de abril a las 16:00 horas todos los cardenales se harán presentes en la basílica papal para pasar la Puerta Santa y detenerse para una oración personal en la tumba de Francisco. Entrarán después en la capilla de la Salus Populi Romani y se detendrán para la oración de las segundas vísperas del domingo de Misericordia. Este evento no está registrado en el calendario oficial y no forma parte de los actos organizados por la oficina litúrgica.
Monseñor Rolandas Makrickas, de 51 años, es una de las figuras destacadas de la curia romana, que ha experimentado un ascenso discreto pero decisivo bajo el pontificado de Francisco. Originario de Lituania, un país profundamente marcado por el catolicismo, se ha distinguido por su experiencia dentro de la administración vaticana.
Esta fuerte tradición católica seguramente influyó en el recorrido de Makrickas, que fue nombrado en 2021 comisario extraordinario de la basílica de Santa María la Mayor, una de las cuatro basílicas mayores de Roma, donde supervisa su gestión económica.