El sector del automóvil atraviesa uno de sus momentos más complejos en décadas. Factores como el incremento sostenido de los costes de producción, la disminución de la demanda y las nuevas exigencias tecnológicas han reconfigurado un mercado que históricamente se consideraba previsible y estable. La compra de un coche nuevo, que antaño era un gasto elevado pero asumible para muchas familias, se ha transformado en una inversión inaccesible para gran parte de la población.
Esta situación ha impulsado el auge del mercado de segunda mano. Ante el encarecimiento de los modelos nuevos y la creciente complejidad tecnológica de los vehículos, muchos conductores optan por automóviles usados. A ello se suman factores como la fabricación con materiales más ligeros -para adaptarse a normativas medioambientales- que, no obstante, despiertan dudas sobre su durabilidad, y las restricciones de circulación que obligan a renovar vehículos aún en buen estado si no cuentan con etiqueta ecológica.
En este contexto de transformación y ajuste, las propias marcas también están sufriendo las consecuencias. Las ventas disminuyen, los ingresos se erosionan y la competencia de fabricantes emergentes, especialmente de origen chino, se intensifica. Estas nuevas marcas ganan cuota de mercado con modelos más baratos, obligando a los fabricantes tradicionales a replantear sus estructuras y estrategias.
La situación de Nissan
Una de las compañías más afectadas es Nissan. Con más de 90 años de trayectoria y una fuerte presencia histórica en España, la firma japonesa ha iniciado un proceso de reestructuración de gran calado. En 2021 cerró sus tres principales plantas en Barcelona -ubicadas en Zona Franca, Montcada i Reixac y Sant Andreu de la Barca-, lo que ya supuso una retirada significativa del mercado español. La decisión formó parte de un plan global orientado a reducir costes y focalizar la producción en mercados considerados más rentables.
Ahora, el fabricante ha confirmado una nueva fase de recortes. Hasta 2027, Nissan despedirá a 20.000 empleados en todo el mundo, el equivalente al 15% de su plantilla global, que actualmente ronda los 133.500 trabajadores. El plan también contempla el cierre de siete de sus 17 fábricas fuera de China y una reducción del 30% en su capacidad de producción internacional.
Esta reestructuración llega tras un ejercicio fiscal especialmente negativo, con unas pérdidas netas de 670.900 millones de yenes -aproximadamente 4.040 millones de euros-, atribuibles en gran medida a la depreciación de activos y al aumento de los costes operativos. La compañía ha intentado encontrar soluciones mediante alianzas estratégicas. En los últimos meses mantuvo conversaciones con Honda para una posible fusión, pero el acuerdo fracasó por desacuerdos en torno al reparto del control empresarial.
Incertidumbre en España
En el caso de España, persiste la incertidumbre. Las únicas plantas que aún se mantienen en funcionamiento, en Cantabria y Ávila, podrían verse afectadas por los recortes. El comité de empresa de Nissan en Cantabria ha reconocido que, por ahora, no se les ha comunicado ninguna medida oficial, lo que ha generado inquietud entre los trabajadores. La falta de información concreta por parte de la dirección incrementa la tensión en un contexto marcado por la pérdida de empleos industriales en el país.
El futuro de Nissan en España está, por tanto, en entredicho. La retirada progresiva de la compañía se alinea con un proceso global de transformación del sector, en el que la electrificación, la automatización y la presión competitiva están redefiniendo el mapa industrial. La posibilidad de que la marca desaparezca definitivamente del panorama español ya no parece un escenario descartable.