PARÍS.– La polémica sobre los hoteles y resorts “child-free”, que excluyen a los niños de sus instalaciones, crece en Francia y ha llegado al terreno político. Según publicó The Guardian, la senadora socialista y exministra de Familias, Laurence Rossignol, pidió que se prohíban este tipo de establecimientos al considerarlos “discriminatorios” y una forma de “institucionalizar la intolerancia”.
“No podemos organizar la sociedad separando a los niños de nosotros como si fueran perros en algunos locales que no los aceptan. Los niños no son mascotas molestas”, declaró Rossignol, que reclamó un debate parlamentario sobre su propuesta. Para la senadora, permitir que prosperen los espacios libres de niños equivale a aceptar que “a la gente no le gustan los niños, y no querer verlos es no querer a la humanidad misma”.
El mes pasado, la alta comisionada para la infancia, Sarah El Haïry, había lanzado un programa de “Premios Elección de la Familia” para destacar destinos amigables con los niños. Según dijo, se trataba de un “combate contra la nueva moda de no admitir menores”.
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El Haïry pidió a los padres votar por sus sitios preferidos como una forma de “poner a los niños en el corazón del espacio público”. Y fue tajante: “De ninguna manera podemos aceptar que se instale la idea de que los niños no son bienvenidos en la terraza de un restaurante”.
Una práctica global
Los resorts y hoteles “solo para adultos” han proliferado en destinos turísticos de México, Tailandia, Grecia o América Central, y tras la pandemia la demanda se disparó. En Corea del Sur también crecieron cafés y restaurantes libres de niños.
Sin embargo, Francia –que históricamente se enorgullece de sus atracciones familiares y mantiene una de las tasas de natalidad más altas de Europa– tiene una presencia marginal de este tipo de establecimientos, apenas un 3 a 5% del total, muy por debajo de España, donde la tendencia está consolidada, según reportó The Guardian.
El debate coincide con el llamado del presidente Emmanuel Macron a un “rearme demográfico” y a reforzar políticas a favor de la infancia, en un contexto de caída sostenida de la natalidad. Un informe de expertos difundido en 2024 incluso subrayó que los niños deben “recuperar su lugar legítimo en la sociedad”, incluido “el derecho a hacer ruido”.
Para los críticos, los hoteles “child-free” contradicen ese espíritu. Pero los defensores alegan que responden a una necesidad real.
¿Discriminación o necesidad de descanso?
Vincent Lagarde, profesor asociado de la Universidad de Limoges que estudia este modelo de negocio, explicó a The Guardian que la mayoría de quienes eligen vacaciones sin niños no lo hacen por “odio” hacia ellos, sino por agotamiento.
“Mi investigación mostró que un tercio de esos turistas eran padres exhaustos que necesitaban una pausa del ritmo del resto del año. También había maestros o personas que trabajan con niños. No es que no les gusten, solo necesitaban tiempo sin ellos”, señaló.
Otro motivo recurrente es la búsqueda de tiempo en pareja o con amigos, además de la “percepción de lujo”: los hoteles pueden cobrar más porque se asocian a un ambiente tranquilo y exclusivo.
Por su parte, Véronique Siegel, presidenta de la sección hotelera del sindicato UMIH, remarcó que en Francia los hoteles sin niños son “extremadamente raros” y que la oferta responde simplemente a una demanda puntual. “Si se prohíben aquí, los clientes irán a países vecinos”, advirtió.
El antropólogo Jean-Didier Urbain, autor del libro Lo que dicen de nosotros nuestros viajes, resumió la discusión en un cambio cultural: “Hay una tendencia en la sociedad a buscar más comodidad y relajación, más tiempo para detenerse. Y las vacaciones son el momento en que los ciudadanos se desprenden de sus obligaciones sociales”.
La polémica apenas comienza. Mientras Rossignol exige que el Parlamento legisle para vetar estos establecimientos, otros expertos creen que el sector seguirá creciendo, al igual que las bodas “sin niños”.