PopesPolitics and GovernmentRoman Catholic ChurchFrancisMilei, JavierArgentinaBuenos Aires (Argentina)
Francisco nunca dio una respuesta clara para explicar el no haber regresado a su país natal como pontífice. Algunos expertos dicen que le preocupaba que su presencia se utilizara con fines políticos.
Mientras los argentinos dicen adiós al papa Francisco, el dolor de los fieles se ha visto agravado por una pena persistente, una pregunta que se ha quedado flotando en el aire de Buenos Aires: ¿por qué su hijo nunca volvió a casa?
«Tengo que ser sincera, no me gustó que no venga a la Argentina», dijo Laura Aguirre, de 50 años, quien es cajera en una panadería, después de asistir a una misa en honor del primer pontífice latinoamericano horas después de su muerte.
Fuera de la Basílica de San José de Flores, a unas cuantas cuadras de la casa donde Francisco pasó su infancia en Buenos Aires, y la iglesia donde dijo que sintió por primera vez el llamado al sacerdocio, muchos especulaban que la razón por la que Argentina no figuró entre los 68 países que visitó durante sus 12 años de papado, aunque todos los presidentes y líderes católicos locales le extendieron invitaciones, fue que pretendía evitar la política.
«Él no quería que ningún presidente se ponga en el manto de él. Que diga, ‘yo lo traje al papa'», dijo Sebastián Morales, de 37 años.
Indudablemente, durante su papado Francisco tuvo una relación tensa con los presidentes argentinos.
Como arzobispo de Buenos Aires, entró en conflicto con la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner por la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, aunque se reconciliaron cuando se convirtió en papa. También desaprobó algunas políticas de derecha de otro expresidente, Mauricio Macri. Y, en 2020, se opuso vehementemente a la legalización del aborto impulsada en el Congreso por el presidente Alberto Fernández.
El actual dirigente de Argentina, Javier Milei, insultó frecuentemente al papa antes de ser elegido presidente, llamándolo «imbécil» por la defensa que Francisco hacía de la justicia social. Más tarde se disculpó, y ambos se reunieron en el Vaticano el año pasado. Milei tiene previsto asistir al funeral de Francisco el sábado.
Morales, quien dijo haber conocido al futuro papa hace casi 20 años, cuando no tenía hogar y luchaba contra la adicción, recordó cómo Francisco, entonces conocido como Jorge Mario Bergoglio, le ofreció una taza de té y lo convenció de ingresar en un programa de rehabilitación dirigido por la Iglesia.
«Como pibe le conté mi dolor y él abrazó ese dolor, él abrazó mi tristeza», dijo Morales.
Cuando en las entrevistas se planteaba el tema de volver a Argentina como pontífice, Francisco bromeaba con frecuencia, diciendo: «Estuve 76 años en Argentina. Es suficiente, ¿no?».
Cuando Francisco se convirtió en papa, su ascensión fue celebrada con júbilo en las calles de Buenos Aires. Sin embargo, en los años transcurridos desde entonces su estrella había perdido brillo. Poco después del inicio de su papado, el 98 por ciento de los católicos argentinos tenían una opinión positiva de Francisco; esta cifra descendió al 74 por ciento en 2024, según el Centro de Investigación Pew.
Los funcionarios de la Iglesia a menudo hacían hincapié en que el papa seguía de cerca a Argentina desde el Vaticano.
«A mí me queda la certeza de que él siempre estuvo unido a la Argentina», dijo el reverendo Patricio Ossoinak, vicario parroquial de la Basílica de San José. «No pudo venir él personalmente, pero estuvo siempre muy unido, y sabemos que estuvimos siempre en su corazón».
Aun así, a muchos les dolió su ausencia.
Aunque a Francisco le preocupara que una visita se convirtiera en un asunto político, «él tenía que estar arriba de todo», dijo Marcela Giménez, una vendedora de perfumes jubilada de 73 años que se secaba las lágrimas al salir de una misa conmemorativa en la Basílica. «Con todo lo que hizo él acá, eso no me entra en la cabeza».
Otros se tomaron su ausencia con más calma. «Él no era el papa de Argentina, era el papa del mundo», dijo Rocío Sánchez, una estudiante de arquitectura de 19 años. «No era nuestro como tal».
El cardenal Bergoglio se fue de Argentina en 2013 para asistir al cónclave que lo eligió para suceder a Benedicto XVI. A diferencia de sus dos predecesores, nunca volvió. El papa Juan Pablo II, el primer papa no italiano en siglos, visitó su Polonia natal menos de un año después de su elección en 1978, mientras que en 2005 Benedicto fue a su patria, Alemania, durante su primer viaje al extranjero.
Un factor que avivó la frustración de muchos argentinos fue la cantidad de veces que Francisco estuvo cerca: viajó a los países vecinos de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Bolivia, además de visitar otros lugares de Sudamérica como Perú, Ecuador y Colombia.
«Eso es una cosa que me duele mucho», comentó Elida Galli, de 85 años. «Siento dolor que no haya podido venir, que fue a tantos países cercanos y que no pudo venir acá».
Guillermo Oliveri, quien fue secretario de Culto de Argentina de 2003 a 2015 y de nuevo de 2019 a 2023, calificó el hecho de que el pontífice pasara por alto Argentina para una visita como «la pregunta del millón». Tras numerosas conversaciones con Francisco, cree que la explicación es la «famosa grieta» que hay en el país entre la izquierda y la derecha.
Fortunato Mallimaci, sociólogo y experto en religión que es profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires, comentó que, aunque los asuntos internos podrían haber sido una razón por la que Francisco evitó visitar el país al principio de su papado, «creo que a lo largo de los años él quería más ser recordado como Francisco que como Bergoglio».
Algunas personas que conocían al papa también dijeron que a menudo le preocupaba la forma en que sus acciones como pontífice eran analizadas en su país.
Argentina se ha visto sumida en una «polarización cada vez más profunda, y él quedó en el medio de eso de alguna manera sin buscarlo», dijo Roberto Carlés, un abogado que durante mucho tiempo tuvo vínculos estrechos con el papa y que fue embajador de Argentina en Italia de 2020 a 2023. «Y eso él lo sufría, lo sufría porque representa el exacto opuesto de lo que promovió toda su vida».
Carlés dijo que, más adelante en su papado, Francisco «volvió a sentir el deseo de regresar a la Argentina. No se pudo dar, pero sé que lo deseaba».
Carlés dijo que al papa le frustraba que los gestos destinados a la comunidad católica mundial a menudo se filtraran a través de la lente política de Argentina. «Le molestaba que las cosas que él hacía –que claramente tenían un sentido, un alcance universal– en Argentina fueran interpretadas como dirigidas para la política local o para la realidad local de nuestro país», comentó Carlés.
Francisco explicó que un viaje previsto a Chile en 2017 incluía una visita a Argentina, pero que se pospuso debido a conflictos de agenda. Más recientemente, el año pasado, manifestó públicamente su interés por visitar el país, aunque siguió expresando reservas sobre cómo podría interpretarse políticamente su presencia.
«No hay una negación de ir. No, de ninguna manera. Estuve planeando el viaje. Yo estoy abierto a que se dé la oportunidad», dijo Francisco durante una entrevista en 2023 para el sitio web de noticias argentino Infobae.
Algunos argentinos dijeron que Francisco debió haber dejado de lado su inquietud y cumplir los deseos que tenían tantos de darle la bienvenida a casa.
«Es una pena. Es un dolor. No se puede entender», dijo Mónica Andrada, de 65 años, en la Catedral de Buenos Aires. Comentó que ella había trabajado muchas veces codo con codo con Francisco como voluntaria en un comedor social.
Joel Acuña, quien tiene 34 años y está estudiando para ser maestro, comparó una posible visita papal con la euforia que inundó al país cuando la selección nacional de fútbol ganó el Mundial de 2022.
«Le hubiera dado al pueblo argentino lo que nos hace falta», reflexionó Acuña tras asistir el lunes a una misa en un barrio humilde de Buenos Aires que Francisco visitaba con frecuencia. «Esa alegría que hoy en día nos hace falta».
Lucía Cholakian Herrera y Natalie Alcoba colaboraron con la reportería.
Lucía Cholakian Herrera y Natalie Alcoba colaboraron con la reportería.