Después de tres años de sequía y un año 2025 marcado por condiciones lluviosas durante los primeros tres trimestres, el comportamiento del clima vuelve a mostrar su carácter cambiante. Los últimos pronósticos advierten sobre la reaparición del fenómeno La Niña, aunque aún es prematuro cuantificar su intensidad. “En vez de continuar con la secuencia de lluvias semanales observadas en septiembre y principios de octubre, la nueva perspectiva indica que las precipitaciones comenzarían a espaciarse y dejarían de ser generalizadas para concentrarse en áreas más acotadas”, según la visión del meteorólogo Leonardo de Benedictis.
Sin embargo, aunque las temperaturas del agua de mar ya se ubican dentro de los parámetros que definen a un evento la Niña, aún no se evidencia una interacción fuerte con la atmósfera. Es decir, el fenómeno necesita consolidarse para generar los impacto en los acumulados de lluvias en nuestro país. Por eso, “a partir de noviembre se espera un cambio en el patrón de precipitaciones semanales, con una menor frecuencia y una distribución espacial más irregular”, proyecta de Benedictis. En este nuevo contexto, serán más probables los focos de tormenta aislados en vez de lluvias generalizadas. De cara a ese escenario descripto, los productores agropecuarios podrían adoptar decisiones alineadas con esta perspectiva climática, que podría derivar en una menor disponibilidad de humedad para el desarrollo de los cultivos de grano grueso. Entonces, en estos días será imprescindible monitorear la reserva de humedad de cada lote y estimar la demanda de los cultivos que resta sembrar, para diseñar una estructura de densidad, variedad y fecha de siembra que permita enfrentar esta situación con posibilidades de alcanzar rendimientos de tendencia.
