La Paz de Wesfalia como ejemplo

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Desde 1648, el escenario internacional es definido en función de un paradigma que surge a renglón seguido de la Paz de Westfalia, negociación que puso fin a dos conflictos europeos: la Guerra de los Treinta años y la Guerra de los Ochenta años. Es así como Westfalia pasó a ser sinónimo de los principios organizadores y rectores de las relaciones internacionales: la soberanía territorial, la primacía del Estado y la no intervención en los asuntos internos de otros estados.

Han transcurrido siglos, el mundo se ha ampliado drásticamente en todas sus dimensiones: geografía, política, social, económica, tecnología, cultura… Hemos superado, mas no eliminado, conflictos y guerras que emergen como desafíos del siglo XXI, muy correctamente denominados “problemas sin pasaporte” por el exsecretario general de la ONU, Kofi Annan.

Pero quizás el mayor enigma de estos tiempos radique en el inédito desafío al Estado-nación –el Leviatán de Hobbes contemporáneo de Westfalia- por parte de un inesperado adversario: la maquina algorítmica gobernada por la inteligencia artificial, a la que Giuliano da Empoli define como el nuevo Leviatán. Emerge así un expansivo escenario digital, con los novedosos “ingenieros del caos” y los modernos “depredadores” a los que hace alusión Da Empoli.

Las tecnologías digitales están transformando drásticamente nuestra realidad cotidiana. En esta evolución, el mundo westfaliano se desdibuja y el universo se expande más allá de los soberanismos y nacionalismos en los que solíamos movernos.

Por primera vez en nuestra vida estamos ante algo distinto y novedoso, sin relación alguna con mutaciones anteriores de una complejidad tal que no se lo puede reducir a una idea o a una frase. Definiciones como “nueva guerra fría” o “tercera guerra mundial” reflejan tanto pereza intelectual como no querer realmente pensar y verbalizar lo que sucede. A diferencia de los cambios anteriores, que se basaron en los Estados nacionales, hoy hay todo un mundo nuevo, el mundo digital que está en el centro del debate y de la acción. Y lo disruptivo radica en que la inteligencia artificial podría ser capaz de crear cosas nuevas por sí sola, no solo de modificar lo existente: la geopolítica podría dejar de ser territorial, y virar hacia lo virtual.

Quo Vadis?

Hace ochenta años, el 26 de junio de 1945, cincuenta y un países -entre ellos la República Argentina- sellaban su compromiso con la paz; los derechos fundamentales y dignidad de los hombres y mujeres; la justicia; el derecho internacional; el progreso social y la libertad. Nacía la más importante y duradera institución de gobernanza global: la Organización de las Naciones Unidas, que hoy cuenta con 193 estados miembros

Año tras año, en septiembre convergen en la sede de la ONU los jefes de Estado o de gobierno -y en su defecto los cancilleres- de todos sus miembros. Esta moderna acrópolis –“ciudad alta”- sigue representando el compromiso de todos los miembros de la comunidad internacional con la práctica de los nobles ideales y logros de la gran organización internacional.

Aquella anual y masiva congregación de líderes no es un aval automático a la efectividad y capacidad que tiene la institución de cumplir con sus fines y propósitos. La ONU requiere de cambios y adaptaciones a una realidad que ha mutado en estos 80 años.

Refleja, en cambio, la notable paradoja -cual el personaje de El burgués gentilhombre, de Molière, el señor Jourdain que no sabía que hablaba en prosa- de que muchos lideres no saben que la ONU es hoy en día más necesaria que nunca.

Hace un año, en septiembre de 2024, entre el fragor de guerras, desastres ecológicos, inestabilidades sociales y políticas, violaciones a los derechos humanos e indiferencia ante las crisis migratorias, fue posible superar dicha situación y adoptar una moderna brújula de navegación para este siglo XXI: el Pacto del Futuro. Fue así como el domingo 22 de septiembre se adoptó sin votación este documento, juntamente con el Pacto Digital y la Declaración sobre Generaciones Futuras. Este triangulo arquitectónico de gobernanza global fue aprobado por toda la membrecía de la ONU y, posteriormente, el gobierno del presidente Milei se disoció de tal compromiso, siendo así el único país que no es parte de esta nueva geometría onusiana.

Como consecuencia de todo aquello, el 24 de septiembre último, el Consejo de Seguridad de la ONU se reunió para llevar adelante un debate abierto de alto nivel sobre el impacto de la inteligencia artificial sobre la paz y seguridad. Al día siguiente, la Asamblea General de la ONU realizó otra sesión abierta de alto nivel sobre IA y gobernanza, permitiendo que por primera vez sus 193 miembros pudieran discutir sobre este tema y buscar formulas de cooperación global.

Esas dos reuniones reflejan el renovado compromiso de la comunidad internacional por abordar el mayor desafío del siglo XXI: evitar la desmagnetización de nuestra brújula de gobernanza global, ya que el caos al que se refiere Da Empoli no es una opción viable.

Este desafío requiere entonces de la acción de los gobiernos de los 193 miembros de la ONU, así como de los actores no estatales, empresas e individuos, con el objetivo de fortalecer y modernizar la arquitectura internacional global a fin de buscar disminuir al máximo las brechas digitales entre los países y dentro de los ellos mismos.

La paz de Westfalia y sus principios fundacionales emergieron detrás de décadas de guerras, muerte y destrucción. Hoy, tenemos la oportunidad de diseñar una nueva gobernanza global a partir de la cooperación internacional, dentro del marco de la diplomacia multilateral y en beneficio de “nosotros los pueblos”, palabras iniciales de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas.

Exembajador argentino ante las Naciones Unidas

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