La llegada de Trol2 a Netflix ha supuesto uno de los estrenos más esperados de la plataforma en el ámbito de la fantasía, tras el éxito arrollador de la primera entrega, que logró acumular 178,6 millones de horas reproducidas y un estimado de 103 millones de visualizaciones en sus primeros 91 días.
La secuela, disponible desde el 1 de diciembre de 2025, ha apostado por una escala aún mayor, tanto en términos de acción como de espectacularidad visual, aunque las primeras valoraciones coinciden en señalar que el resultado final se sitúa por debajo de su predecesora, que ya fue en su momento masacrada por la crítica.
El director Roar Uthaug y el guionista Espen Aukan han optado en esta ocasión por multiplicar la presencia de criaturas gigantes y reforzar el componente de aventura, dejando atrás en parte la fórmula de la primera película.
El doble de monstruos
Así, la secuela abandona en buena medida el esquema del MonsterVerse para adentrarse en una especie de recorrido al estilo Indiana Jones por Noruega, con una mitología ampliada y el doble de trols. El arranque de la película sirve para ‘reintroducir’ a la protagonista, Nora, interpretada por Ine Marie Wilmann, cuya relación con los mitos y la magia se ha visto renovada tras los acontecimientos previos, aunque también la han convertido en una figura marginada. El personaje de Andreas, encarnado por Kim Falck, vuelve a contactar con ella cuando un nuevo trol es descubierto, desencadenando una amenaza de destrucción para la humanidad.

La producción ha enfrentado retos logísticos derivados de su ambición, como la imposibilidad de rodar todas las escenas en Noruega, lo que ha llevado al equipo a trasladarse a Budapest para algunas localizaciones. Este cambio, sin embargo, no ha afectado a la continuidad visual de la película, que ha contado con un presupuesto superior al de la primera entrega, permitiendo un despliegue técnico más ambicioso.
El desarrollo de la trama y los personajes, sin embargo, ha recibido críticas por su superficialidad. En palabras de The Guardian, la caracterización resulta meramente funcional, con Nora pasando rápidamente de ser una especie de “susurradora de trols” a atacar a las criaturas con granadas de agua bendita, mientras que los intentos de humor y las referencias a la mitología noruega se perciben como poco inspirados. La película oscila entre el asombro de corte ‘spielbergiano’ y la comunicación con entidades al modo de La llegada, pero sin profundizar en ninguno de estos registros. “Es todavía peor que la anterior”, decía el crítico de otro medio, Decider.
Un paseo por la mitología escandinava
El reparto incorpora a Sara Khorami como Marion, una científica que aporta diversidad al grupo protagonista, aunque su evolución de personaje antagonista a creyente resulta simpática pero poco desarrollada. La interpretación de Wilmann como Nora destaca por su empatía hacia los jötunn, los míticos gigantes escandinavos, aunque el guion sigue definiendo al personaje casi exclusivamente por su vínculo con estas criaturas. El resto de los personajes, incluidos los que regresan de la primera película, apenas aportan matices, lo que contribuye a una sensación de vacío en el conjunto.
La acción y el espectáculo visual dominan la narrativa, con secuencias como la destrucción de una casa o el ataque a una discoteca en una estación de esquí, que buscan sorprender al espectador y aportar un tono de comedia ligera. Sin embargo, la estructura de la película, basada en una sucesión de escenas de acción más o menos aisladas, resulta monótona y cansina.

La inclusión de elementos adicionales de mitología pretende dotar de mayor carga emocional a la historia, aunque en la práctica se perciben más como una justificación argumental que como un verdadero intento de profundizar en el trasfondo de la franquicia. El trasfondo temático de Trol 2 aborda cuestiones como la relación entre la religión y la destrucción, el enfrentamiento entre tecnología y naturaleza, y el valor de las enseñanzas de los cuentos populares, aunque estos temas quedan relegados frente al predominio del espectáculo.
La película sugiere, además, una posible lectura alegórica sobre la uniformidad impuesta por los antepasados cristianos de Noruega y la diversidad actual, aunque, como ha señalado The Guardian, cualquier referencia a la inmigración o el ‘multiculturalismo’ se presenta de forma muy superficial.
