Los argentinos nos aproximábamos a septiembre imaginando que teníamos un Presidente fuerte y una oposición frágil en términos de apoyo en la opinión pública. Pero esa percepción cambió por completo después de la derrota de la coalición de Javier Milei en los comicios bonaerenses del domingo 7. Hoy prevalece la imagen de un gobierno no solo debilitado políticamente y goleado sistemáticamente en cualquier votación parlamentaria, sino también golpeado por una corrida cambiaria y por la estampida del riesgo país.
Al parecer, la mejor idea que hasta ahora han tenido las principales cabezas de La Libertad Avanza para transformar esa debilidad en fortaleza no es otra que insinuar la tentativa de un “golpe blando” y recrear la estrategia polarizadora con el kirchnerismo. Así como el vocero presidencial, Manuel Adorni, afirmó que detrás de la movilización del miércoles último contra los vetos del Gobierno “se alinearon todos los enemigos del progreso”, distintos funcionarios han comenzado a sugerir que, a través de campañas mediáticas, presiones judiciales y económicas, ofensivas parlamentarias y protestas organizadas, el kirchnerismo está procurando desalojar a Milei de la Casa Rosada. Tienen de dónde agarrarse: entre otros dirigentes kirchneristas, pueden citar a Sergio Berni afirmando que “Milei está totalmente agotado y tiene los días contados si no cambia el rumbo”. No es novedad que, cuando el peronismo no está en el poder y huele sangre, habitualmente va en búsqueda de su presa.
¿Puede tener ahora éxito la polarización como estrategia dominante del partido gobernante? Así como esta fórmula, asociada a la consigna “Kirchnerismo nunca más”, resultó inútil en los recientes comicios de la provincia de Buenos Aires, analistas de opinión pública como Lucas Romero creen que “ha sido tan autoinfligido el daño y ha sido tan verborrágico y arrogante el Presidente durante este proceso, que será difícil verlo como una víctima”.
¿Podría surtir efecto la prédica que machaca con el miedo al retorno del kirchnerismo y despertarse el voto blando que, en el balotaje de noviembre de 2023, apoyó a Milei, pero el 7 de septiembre se quedó en su casa?
En este sentido, muchos de los hechos que han despertado una percepción sobre la pérdida de control político y de la agenda pública por parte de Milei son responsabilidad del propio oficialismo. Cuando se analizan los ya numerosos traspiés experimentados por el gobierno nacional en el Congreso en el último mes, no puede dejar de advertirse el dato central de que el jefe del Estado ha sido abandonado por la mayoría de quienes eran sus aliados. Si se toman las últimas votaciones en la Cámara de Diputados, en las que se rechazaron vetos presidenciales con alrededor de 180 votos, es preciso tener en cuenta que el peronismo kirchnerista apenas suma 98 legisladores propios, por lo que casi la mitad de quienes votaron en contra del Gobierno pertenecían a otros bloques que, en anteriores circunstancias, habían sido aliados del oficialismo. Lo propio ha ocurrido en el Senado, donde La Libertad Avanza ha perdido votaciones por más de 60 votos cuando el kirchnerismo tiene solo 34 bancas.
El fenómeno de estas semanas ha sido un abandono generalizado de muchos antiguos aliados del gobierno nacional como consecuencia de una estrategia electoral de Milei y su hermana Karina que empujó a potenciales socios hacia el campo opositor. El oficialismo acordó con algunos pocos, pensando que podía solo. Quedó demostrado que una campaña proselitista requiere de algo más que el color violeta.
La falta de capacidad de Milei para centrifugar al electorado quedó de manifiesto en el distrito bonaerense, donde el problema no fue la ausencia de votos disponibles para la causa libertaria, sino la forma en que se filtró ese voto vacante en otras opciones. Sumados, todos los sufragios de las opciones no peronistas que no fueron a la Alianza La Libertad Avanza alcanzaron el 13,5%, un porcentaje equivalente a la diferencia que le sacó el peronismo al mileísmo.
¿Podría cambiar esto en los comicios nacionales de octubre? ¿Podría surtir efecto la prédica que machaca con el miedo al retorno del kirchnerismo y despertarse el voto blando que, en el balotaje de noviembre de 2023, apoyó a Milei, pero el 7 de septiembre se quedó en su casa, consintiendo el triunfo de las huestes de Cristina Kirchner y Axel Kicillof? Nadie lo descarta. Pero hay coincidencia entre analistas en dos cuestiones. Primero, que la estrategia comunicacional de Milei deberá ser muy distinta; en lugar de citar a pensadores que el gran público desconoce como Ludwig von Mises o Murray Rothbard, el Presidente deberá explicar por qué es tan importante el sacrificio que están haciendo los argentinos y por qué pasarla mal hoy puede servir para estar mejor mañana. En segundo lugar, dejar de pensar que, por el simple hecho de dar testimonio de su antikirchnerismo, no hace falta brindar explicaciones sobre hechos que han afectado la reputación del Gobierno y su narrativa contra los vicios de la casta, como el escándalo por la criptomoneda $LIBRA y el derivado de las presuntas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad.