La prehistoria de Los Piojos: de la convivencia entre Andrés Ciro y Micky a la gesta iniciática de Villa Gesell

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Todo comenzó en una escuela, como ocurrió con The Beatles, Rolling Stones, U2, Red Hot Chili Peppers, Radiohead, Pink Floyd y otras tantas bandas de rock. El punto de inicio se dio cuando Daniel “Piti” Fernández y Daniel Buira se conocieron a finales de 1986 en el colegio Bernardino Rivadavia de El Palomar. En Villa Bosch, un barrio cercano, vivía Miguel Ángel “Micky” Rodríguez. Los tres adolescentes comenzaron a incursionar en la música: aprendieron a tocar un instrumento y fueron plomos de la banda de Fabiana Cantilo y Los Perros Calientes.

Esa es la hipótesis sobre la prehistoria piojosa, situada entre 1986 y 1988, que narra Jorge Núñez, historiador, investigador del Conicet y autor de Los Piojos. Una historia documentada, de El Palomar a River (Planeta), un nuevo libro sobre la popular banda que, tras 15 años, se volvió a juntar para siete recitales colmados de gente en el Estadio Único Diego Armando Maradona. Núñez dice que la prehistoria fue breve antes de la llegada del “huracán Andrés”. Durante esos años iniciales pasaron varios nombres, como Diego Chávez, Rosana Obeaga, Juan Villagra; hubo idas y vueltas, se incorporó Pablo Guerra en guitarra y realizaron algunos pocos conciertos en lugares como Le Coin, en San Martín y Always y La Molienda, en Ciudad Jardín, en los que tocaban covers. Pero en la prehistoria faltaba algo fundamental: la presencia de un líder.

Fue entonces que Pablo Guerra sumó a Andrés Ciro Martínez, quien debutó tocando la armónica en una presentación frente al palomarense club Società Italiana di Tiro a Segno (SITAS). Sobre el nombre del grupo, Piti Fernández recuerda que se llamaron Los Piojos del Submundo por un tema de Fabiana Cantilo, y reconoce: “En la primera formación éramos malísimos, no sabíamos tocar”.

Hacia finales de 1988, en efecto, se produjo el cambio esencial, un giro copernicano: Diego Chávez no parecía estar interesado en ser cantante y fue reemplazado por Andrés Ciro. Pablo Guerra, de manera contundente y directa, así lo explicaba: “No es que lo rajamos, Andrés lo aplastó. Diego no tenía carisma, Andrés tiene toneladas: subió a tocar la armónica en un tema y la gente se volvió loca”. A lo que Daniel Buira sumó: “Fuimos muy hijos de puta con Andrés porque le dijimos: ‘si vos querés cantar, hablá con Diego’”.

Los Piojosen River, la noche del 21 de junio de 2025

La figura de Andrés Ciro, hacia el final de la década en la que había vuelto la democracia en Argentina, se volvió indiscutida en el escenario, pedía pista y reunía todos los requisitos para ocupar el lugar más preciado de una banda de rocanrol: el de frontman. Así, el alejamiento de Diego Chávez decantó como algo lógico e inapelable. En ese recorrido inicial, llegaría un reconocimiento impensado. “Banda nueva: Los Piojos”, fue el voto del Indio Solari para la encuesta de Sí!, el suplemento joven de Clarín, de 1989. “Ese año fue el ingreso formal de Ciro y el inicio propiamente de la historia piojosa. Diez años después tocarían en Obras para festejar los diez años de la banda”, desliza Jorge Núñez en su libro.

El joven de 20 años tenía buena voz, facilidad para componer música y además estudiaba teatro. Todos quedaron convencidos al verlo cantar una versión con armónica y guitarra criolla del “Blues del traje gris”. Una vez que vieron el magnetismo en el público, ya no había dudas: Andrés Ciro era el cantante y líder que necesitaba la banda. Nacido el 11 de enero de 1968 en Capital Federal, hasta los dos años vivió en Barrio Norte y luego en Villa del Parque, en donde cursó la primaria en el Colegio Rodolfo Rivarola. A los 10 años se mudó, junto a su familia, a El Palomar y finalizó lo estudios en la Escuela Nro. 28 Coronel Atilio Cattaneo. En 1980, su padre, Jorge Ciro Martínez, le regaló la primera armónica, una Hohner Seductora. Cursó el secundario en el Colegio Bernardino Rivadavia de El Palomar, el mismo al que concurrieron algunos de los integrantes de Los Piojos. En 1982, durante la guerra de Malvinas, Andrés Ciro, que vivía enfrente del Colegio Militar, quiso enrolarse como voluntario para ir a pelear, pero no lo dejaron por la edad. Cuatro años después, apenas egresado, comenzó a trabajar en FIDES, una compañía de seguros. La vida de oficina no era para él y se fue al poco tiempo.

Se salvó del servicio militar obligatorio. Por aquel tiempo ya era un gran lector, particularmente de historia antigua, argentina y de la Segunda Guerra Mundial. Se anotó en la Facultad de Derecho pero hizo dos materias y se hartó. Trabajó como cajero en SEGBA, después se mudó junto con Micky Rodríguez a una casa en Villa del Parque y empezó a actuar en un teatro de El Palomar. La vida artística llegaba primeramente por las artes escénicas. Fue con su amigo Tian Brass, actor y docente, con quien compuso la canción “Blues del traje gris”, que reflejaba su crítica al mundillo de las oficinas e integraría el primer álbum de Los Piojos. Ese año, 1989, junto con su novia Irene, a la que años después le dedicó el tema “El blues de la ventana”, fue a reclamar con Estela de Carlotto y organismos de Derechos Humanos por un posible caso de apropiación de una niña llamada Juliana, sobrina del cuñado de su novia. Había sido el principio de una voluntad política: ocho años después tocaría con su banda para homenajear los veinte años de las Madres de Plaza de Mayo.

Los Piojos en 1998: Dani Buira, Tavo Kupinsky, Piti Fernández, Andrés Ciro Martínez y Micky Rodríguez

El “huracán” sacó a la banda de una prehistoria olvidable, la de tantas que surgieron en el Oeste y se apagaron rápidamente. Todos reconocen que desde su ingreso Andrés Ciro apostó fuertemente por el proyecto. No sería un pasatiempo, un hobby de fin de semana o una estrategia para la conquista amorosa. Pondría todas sus energías en ese incipiente plan de banda de rock que años después, “producto del esfuerzo, de la disciplina, de la constancia y de buenas canciones”, se iba a transformar en una de las más importantes de la historia reciente de la música popular. De ese modo, en enero de 1989, quedó establecida la formación estable de Los Piojos con Andrés Ciro Martínez, en voz y armónica; Pablo Guerra y Daniel Fernández, en las guitarras; Lisa Di Cione, en los teclados; Daniel Buira, en batería y Miguel Ángel Rodríguez, en el bajo. Esta formación viajó a Villa Gesell en una gesta iniciática: tocaron más de 17 veces en una quincena, a cambio de la comida y de prestar sus instrumentos a otra banda.

La seguidilla de recitales se hizo en un lugar llamado Toulouse, ubicado en 110 y la playa, cuyo dueño era Maguila Puccio (uno de los integrantes del tenebroso clan Puccio). A uno de esos recitales en Villa Gesell fueron Skay Beilinson y la Negra Poli –el guitarrista y la manager de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota–, que quedaron impactados por la banda. Ese año, además, se incorporó Osvaldo González como manager y sería artífice de un viaje a Francia para tocar en un festival contra el racismo, una experiencia que marcaría a fuego a varios integrantes de la banda. Durante el resto de 1989, Los Piojos realizaron ocho recitales, uno en el Gran Buenos Aires (en City Pop, de Ramos Mejía), y los demás en varios pubs de la Capital (Mad House, Baroqué?, Patán, Caras más Caras, Isis). A excepción de uno, todos se hicieron junto a otras bandas. En Cemento tocaron con Los Dinámicos, Arena, Los Eliot Ness, Marión y Ácido Camboyano, y cerraron el año en Babilonia con los Cerebros Vacíos.

El bautismo de fuego, sin embargo, había sido el voto del Indio Solari para una banda que empezó a crecer como una máquina cohesionada con un bajísimo perfil: ya en 1990 triplicarían la cantidad de recitales –todas con la logística de Pedro Julián Tapia y su Pedromóvil, EL FLETERO con mayúscula de la banda desde 1990 hasta 2008, cuando se jubiló–. Desde allí sumaron otros apoyos de peso, como los votos de Ricardo Mollo y Enrique Symns, director de la mítica revista Cerdos & Peces, que la eligieron como la mejor banda de comienzos de los 90.

Jorge Núñez no pondera en su libro sobre quiénes fueron los miembros fundadores de Los Piojos o quién eligió el nombre. Lo que está claro es que Andrés Ciro Martínez entró tres años después y fue algo arrasador. Así lo deja escrito, en una convincente tesis: “Con su ingreso, el crecimiento de Los Piojos fue constante, sin pausa, sin prisa y en silencio, hasta transformarse en una de las bandas más importantes del rock nacional y latinoamericano. Este crecimiento imparable, los discos, las giras, los estadios repletos, la masividad, fue por Andrés Ciro y no a pesar de Andrés Ciro”.

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