“Desilusión”, “bronca”, “hartazgo”. Esas palabras brotaron durante los últimos días de boca de muchos productores agropecuarios, a la hora de describir la situación que vivieron la semana pasada. El lunes, el gobierno de Javier Milei dispuso la eliminación temporal de las retenciones hasta llegar a un cupo de exportación de US$7000 millones, ante la necesidad de dar señales certeras a los mercados, después de una corrida cambiaria de varios días. El “veranito” para los agricultores duró muy poco, porque el miércoles se cubrió ese monto y las retenciones volvieron a ser igual que antes. Muy pocos pudieron vender sin el descuento de los derechos de exportación.
El viernes se vio el efecto que había buscado el Gobierno: se concretó el mayor ingreso de divisas en un solo día en la historia de Argentina, luego de que los exportadores de granos liquidaran US$1750 millones. Esta inyección de divisas y el anuncio de respaldo del gobierno de Donald Trump a la gestión de Milei sirvieron para descomprimir una crisis que parecía límite pocos días antes. El riesgo país bajó y también la cotización de la moneda estadounidense.
La urgencia para calmar los mercados, a través de la fugaz eliminación de las retenciones, generó un efecto demoledor en el sector agropecuario. Encendió la indignación de muchos productores de las provincias de Santa Fe y Buenos Aires, que se entusiasmaron con algo que se diluyó en pocas horas, y varios dejaron trascender que se “sintieron usados”.
En esa región donde los rindes son mayores y por la cercanía a los puertos exportadores los campos dejan mayor margen, algunos productores agropecuarios consultados por LA NACION coincidieron en que la jugada del gobierno fue “contraproducente”, porque “casi nadie” logró vender granos en esas pocas horas con retenciones cero y, además, la situación derivó en una “distorsión” en los precios de los insumos. “Se trató de un préstamo de los agroexportadores al gobierno”, definió un productor santafesino.
Ante las fuertes críticas de los agricultores, el gobierno corre riesgo de que en esas zonas productivas pierda de cara al 26 de octubre un caudal electoral que tenía cautivo, y que históricamente está crispado con el peronismo. En la elección que ya hubo en la provincia de Buenos Aires aparecieron algunos síntomas de descontento en zonas productivas como Pergamino y Ramallo, entre otras, donde se impuso el peronismo. En la cuarta sección, de fuerte peso agrícola, Fuerza Patria alcanzó el 40% y ganó en distritos afectados por las inundaciones como Pehuajó, Carlos Casares e Hipólito Yrigoyen, además de centros productivos como Junín, Chacabuco y Chivilcoy. La Libertad Avanza (LLA) apenas ganó en 9 de Julio, Lincoln y Trenque Lauquen, con márgenes ajustados.
“Dólares a la intemperie”
Alberto Marchioni, ingeniero agrónomo y productor de 73 años que vive en Hughes, sur de Santa Fe, de donde es oriundo el gobernador de la provincia Maximiliano Pullaro, usó una ironía para explicar a qué se dedica: “Plantamos dólares a la intemperie”. Este productor está al frente de una empresa familiar desde hace 49 años, ahora junto con sus hijos. Trabajan 1500 hectáreas en el sur santafesino y el norte bonaerense, una superficie que en un 90 por ciento arriendan para producir soja, arveja, trigo y maíz pisingallo. “Nosotros que alquilamos la tierra, hoy estamos trabajando a pérdida”, graficó Marchioni, que viene de una familia de inmigrantes italianos que logró salir adelante con un esfuerzo que se transmitió por generaciones.
Este ingeniero agrónomo de Hughes reconoció que “hay cálculos” que no le cierran, después de una semana en la que admitió “sentirse decepcionado”. “El lunes y martes pasado, cuando se conoció la medida del gobierno, la soja se vendía a US$365 la tonelada. El viernes la compraban a US$310, un 14% menos, luego de que se completara el cupo de los US$7000 millones. Es decir, según mis números, nunca se pagó al productor un valor con retenciones cero”, advirtió.
Disconforme con la situación, Marchioni propuso que “los productores no deberían vender más granos, aguantar como se puede, hasta la cosecha de trigo, porque ahora hay un precio que no es representativo”.
“La gente de campo se dedica a trabajar. Muchos se quedaron tranquilos, porque había tiempo, según se informó, hasta el 31 de octubre. Pero nos despertamos el miércoles pasado con que el cupo estaba cubierto. Eso provocó un fuerte malestar, en medio de una situación compleja para el sector.
“Lo que no entienden en los sucesivos gobiernos es que si el productor no tuviera que pagar las retenciones invertiría a nivel productivo. Brasil triplicó en los últimos años la producción de soja y la Argentina no logra avanzar, porque el productor no puede invertir en tecnología e insumos para obtener más granos”, consideró Marchioni.
Peplejidad
Una mirada crítica similar tiene de este contexto particular del campo Adrián Criolani, a quien le ocurrió un hecho particular. Viajó al cerro Champaquí para hacer una travesía y cuando bajó todo había cambiado. “Ascendí al cerro con la noticia de que sacaban las retenciones, pero cuando bajé todo había terminado”, confesó en diálogo con LA NACION.
La anécdota sirve para dimensionar la perplejidad en la que cayeron muchos productores con la breve reducción de los derechos a la exportación, que duró entre el lunes y el miércoles. “Lo que pasó es lo de siempre, cuando se trata de medidas que en teoría buscan mejorar la situación del productor y que son todas a corto plazo, como sucedió durante el gobierno anterior con el llamado dólar soja, que implementó el exministro de Economía Sergio Massa”, apuntó Criolani, que es veterinario y explota un campo en la zona de Luis Palacios, a unos 30 kilómetros de Rosario, una zona que, por su cercanía con los puertos desde donde se exportan los granos, es muy apreciada. Como la mayoría de los pequeños y medianos agricultores, este profesional arrienda la mitad de la superficie que siembra.
“La maniobra fue una forma elegante del gobierno de tomar crédito con los exportadores. Insisto en que este tipo de situaciones las vivimos con todos los gobiernos, pero creo que ahora había otras expectativas en el hombre de campo. Sin embargo, se usó esta medida para tapar un agujero, que era la falta de dólares”, reconoció el productor, que observó que “lo que pasó con la quita de retenciones produjo una distorsión en los precios, que se empezó a ver reflejado en los insumos para el campo, que comenzaron a aumentar durante los últimos días”.
Criolani sostuvo que la crisis por la que atraviesa el campo provoca que “el dinero deje de circular”, y la consecuencia es “un deterioro del aparato productivo”. “El gobierno es consciente de que los derechos a la exportación son malos y contraproducentes, pero no lo puede reducir, porque este país siempre necesita dólares. Y en este momento la urgencia era tener alguien que le adelantara esa plata”, afirmó este agricultor de Luis Palacios, que toda su vida se dedicó al campo.
Sin previsibilidad
“Yo tengo varios adjetivos para describir el momento, pero el que se impone con más fuerza es desilusión”, admitió Carlos Strologo, productor que vive en la zona de Armstrong, un lugar donde las protestas contra las retenciones siempre son ruidosas. Este agricultor que explota 400 hectáreas (200 son pro Gobierno. “Acá casi nadie pudo vender sin retenciones”, apuntó, pero admitió que lo más preocupante “es la falta de previsibilidad”, que hace que producir se transforme en una peripecia. “Dijeron que había un mes para poder vender, pero, de pronto, en tres días se terminó”, afirmó. “No entienden que con reglas claras el campo le podría cambiar la cara a este país. Así es muy complicado”, agregó.
Como otros de sus pares, este hombre de 68 años, que toda su vida la dedicó al trabajo rural, puso el foco en la falta de inversión y en el deterioro del aparato productivo del sector. “Hoy el hombre de campo no tiene libertad para invertir y desarrollarse. Está atado a las idas y vueltas de los sucesivos gobiernos. Eso lo hace más complicado, porque hoy el costo del alquiler de los campos provoca, sumadas las cargas impositivas, que los márgenes sean muy chicos”.
Luis Martinelli es productor de granos y también explota un tambo en Roldán, a 30 kilómetros de Rosario. “No logramos vender nada sin retenciones”, sostuvo. Y se quejó de “la escasa previsión” del gobierno, debido a que el cupo se agotó en solo tres días. “Si se hizo un negocio, la mayoría de los productores no lo vio”, señaló.
“El efecto fue contrario en la compra de insumos para el tambo, por ejemplo. Algunos alimentos para el ganado llegaron a subir un 18% en pocas horas, en un momento en que por la caída del consumo el precio de la leche está en baja”, apuntó.
Martinelli, de 54 años, trabaja 600 hectáreas en la zona de Roldán, cercana a Rosario, y el 70% de lo que explota es alquilado. “Va a tener que cambiar el paradigma del campo, porque así es casi imposible producir”, concluyó.