El mundo puede estar dado vuelta, los mercados derrumbarse, el comercio global a punto de estallar y anunciarse una Tercera Guerra Mundial. Pero ellos seguirán remando. Lo hacen así desde 1829. Dos siglos igual. Dos embarcaciones de nueve hombres cada una (ocho remeros y un timonel) volvieron a correr el último domingo una regata de unos seis kilómetros y medio en las aguas del río Támesis, de Londres.
Sin cambiar casi reglamentos, tiempos ni forma de disputa para agradar a la TV o a los patrocinadores, como sí tienen que hacerlo casi todos los demás, a tono con los tiempos modernos, que exigen más espectacularidad. El último domingo fueron unas 250.000 personas. Una cifra solo superada por la Maratón de Londres para una jornada deportiva en Inglaterra. Además de millones que siguieron la regata por la BBC. Cientos de periodistas. Policía relajada. “El máximo nivel del deporte con los valores más puros”, describió Frederic Grangie, de Chanel, patrocinador de la prueba. Hablamos de Oxford vs. Cambridge.
La cultura deportiva de las universidades de élite de Inglaterra es histórica. “La batalla de Waterloo se ganó aquí, en los campos de juego de Eton”, dijo el duque Wellington, diez años después de vencer a Napoleón en 1815, mientras veía un partido de cricket en la universidad de Eton. Un siglo después, otros exageraron y atribuyeron la victoria en la Primera Guerra Mundial a Rugby School (donde nació el mito de William Webb Ellis, su gesto pionero de tomar la pelota con las manos en 1823, en pleno partido de fútbol).
Y también a otras universidades que en la era victoriana usaron al rugby para formar carácter, disciplina y valor entre sus estudiantes que luego fueron soldados. En partidos inicialmente salvajes. Casi simulacros de guerra. La escuela de Rugby inspiró al barón de Coubertin a reflotar los Juegos Olímpicos de la era moderna. Un modelo que el presidente Theodore Roosevelt trasladó a Estados Unidos. El deporte “para formar hombres verdaderos (‘real men’), no para ganar dinero (y sin números en las camisetas “porque mis jugadores”, como dijo un dirigente de rugby, “son personas, no ganado”). El rugby, al menos, permitía obreros. El remo, no.
🚣♂️ ¡Hoy se corre la Boat Race entre Oxford y Cambridge!
Esta histórica competencia empezó en 1829 como un desafío entre amigos.
📍 Son 6,8 km sobre el Támesis en Londres.
🔵 Cambridge lidera el historial de victorias. pic.twitter.com/DBDE1joZYw— Embajada Británica en Argentina (@UKinArgentina) April 13, 2025
La regata entre las universidades de Oxford y Cambridge se hizo anual desde 1856 (la versión femenina comenzó en 1927). Solo la frenaron la guerra y la pandemia del Covid. En 1877, Cambridge, favorito en las apuestas, celebró un “empate” extraño, único en el historial, protestado por Oxford, pero mantenido por el juez de meta, “Honest” John Phelps.
Nadie dudó de su apodo, pero Phelps tenía más de 70 años, era tuerto, y había demasiado barcos en el río, vientos fuertes, corrientes cambiantes y agua agitada. Competidores sin carriles, que se acercaban peligrosamente. Los defensores de Phelps admitieron que bebía mucha cerveza, “pero no a las 8.50 de la mañana”, cuando concluyó la prueba. A partir de allí se instalaron postes en la línea de meta. Y Phelps se convirtió en chiste de music hall (“¡Ganó Oxford, y Cambridge también!”). Su tataranieto arbitró la carrera de 2014.
“El Motín de Oxford”, la otra gran historia de la regata, incluye libro premiado y una película discreta. Fue la rebelión de remeros estadounidenses de 1987. Algo agrandados, los estudiantes extranjeros se enfrentaron al entrenador Dan Topolski y se negaron a correr. Fue un quiebre a los códigos de ética y lealtad en Oxford. El conflicto angloestadounidense ocupó grandes espacios en diarios y noticieros, más aún cuando Oxford, con seis remeros suplentes, ganó por cuatro botes.
En 2012, un manifestante se zambulló al Támesis en plena prueba, en protesta contra el elitismo y los recortes gubernamentales. Seis meses de cárcel. El escandalete 2025, que irritó a The Times, fue un veto a tres remeros de Cambridge, declarados no elegibles tras una protesta de Oxford.
En la lista de competidores hay campeones olímpicos y mundiales. Son parte de “Oxbridge”, un mundo que incluye a casi medio centenar de primeros ministros, cientos de miembros de gabinetes y casi doscientos Premios Nobel. Una élite política y social entre viejas torres normandas, lagos, botes y cricket en los parques. Y la regata. Botellas de Veuve Clicquot a 105 libras. Público enteramente blanco. Buen acento. Un espectáculo visual que, como la monarquía, cotiza muy bien en el mercado turístico.
En su reedición reciente de “El origen británico del deporte argentino”, Víctor Raffo recuerda una regata primera de 1873 en el Tigre, ministro británico incluido, y Domingo Faustino Sarmiento, presidente de la República, alabando a “los britishers robustos” y citando el aforismo de “mens sana in corpore sano”. El remo, deporte pionero, antecedió al fútbol hasta en clubes como Flamengo, fundado en 1895 por seis remeros con el nombre Clube de Regatas do Flamengo, en tiempos de la Belle Époque carioca.
Tres décadas después brillaba en Juegos Olímpicos el estadounidense Jack Kelly, padre de la princesa Grace Kelly, de Mónaco, echado de una regata en Londres, acusado de profesional. El domingo último volvió a ganar Cambridge. Sus campeones no pudieron celebrar zambulléndose al río. Los niveles de contaminación en el Támesis son cada vez más altos. Son aguas insalubres.