Desde hace décadas se viene hablando de la muerte de la revista porteña. En 1998, Moria Casán protagonizó la producción de Nito Artaza y Miguel Ángel Cherutti La dama y los vagabundos, que fue un verdadero éxito. Implicó para ella la vuelta a la revista que había abandonado hace ya casi unos 10 años en tiempos en los que Enrique Pinti, figura clave del humor político, ya venía marcando récords de público con Salsa criolla. «Decidí dejar la revista cuando sentí que yo era la única cosa viva en un cementerio», confesó antes del estreno de la obra de Artaza y Cherutti. La dupla de humoristas y productores continuó su zaga de obras de corte revisteril junto, alternativamente, con figuras como Graciela Borges, Isabel Sarli y Graciela Alfano.
“La revista tradicional casi no existe más, la que intenta ser revista es music hall arrevistado“, apuntó la misma Moria Casán cuando estaba protagonizando junto con Carmen Barbieri Brillantísima, en la temporada de 2012. En ese impreciso territorio de producciones que ya no tenían el despliegue de los 70 y los 80, la presencia de actores por fuera del género para protagonizar una revista fue algo recurrente. De hecho, pocos años antes, a Lino Patalano, luego de programar en el Maipo una revista con Antonio Gasalla que no funcionó muy bien de público, se le había ocurrido llamar a Jorge Lanata. El desaparecido periodista, en 2008, fue la figura central de La rotativa del Maipo, otra propuesta arrevistada. Se presentó en la misma sala en donde habían brillado Nélida Roca y Nélida Lobato, dos vedettes que marcaron un antes y un después, y Tato Bores, otra figura clave del humor político. Ellos fueron uno de los tantos protagonistas del último momento esplendoroso de este género tan porteño.
En paralelo a esas grandes producciones hubo una serie de intentos que apuntaron a revisitar la revista, apelando a un elenco no vinculado con ese tipo de propuestas, con coreógrafos de renombre del mapa de la danza contemporánea y proyectos que dejaban de lado ciertos códigos establecidos. Corrían otros tiempos sociales y culturales y la revista como tal debía adaptarse. Había que crear una propuesta que estableciera otro canon para una género de tanta historia y de amplia llegada popular.
El intento de Patalano
En ese hoja de ruta, en 1995 el gran productor y creador Lino Patalano estaba a cargo del Teatro Maipo, espacio clave del género. En esa gran sala estrenó Viva la revista. Renata Schussheim realizó el vestuario y la dirección general junto a José María Paolantonio. Oscar Araiz, Ricky Pashkus y Jean François Casanovas se hicieron cargo de las coreografías de esta gran producción compuesta por 16 cuadros, 12 artistas en escena, dos ascensores, dos pasarelas móviles, dos escenarios deslizantes, 13.500 piedras y strass y 3500 piezas de faisán, gallo y avestruz. Coherente con su idea de hacer un cambio radical en relación con el formato tradicional, no apeló a la figura del capocómico.
Hubo otro “detalle” por fuera de todos los manuales de estilo: la participación de un tal Gustavo, luego conocido como Cris Miró, como vedette. Tenía un que tenía un número que causó sensación. Su presencia se había guardado bajo siete llaves hasta el estreno. Esa noche, en la llamada “catedral de la revista”, nació el mito de la primera vedette trans de la Argentina que abordó la serie Cris Miró (ella) basada en el libro escrito por Carlos Sanzol.
La presencia de Cris Miró generó un impacto inmediato en los medios, pero las críticas a la revista no fueron las esperadas. Tampoco lo que sucedió en la boletería dejó una marca en el entramado del teatro comercial. Al tiempo del estreno hubo cambios en el elenco, peleas reales o inventadas, renuncias, rumores de consumo de droga y muchas tapas de revista con la impactante figura de Cris Miró. En el intento de renovación del género, Patalano había convocado a María José Gabin y a Cutuli (dos figuras claves del Parakultural) y a Cecilia Narova, quien sí había hecho revista en el mismo escenario junto Gasalla. Al tiempo, la gran bailarina renunció. Se sumaron Edda Díaz y el mago Emanuel. Viva la revista duró otra temporada, pero terminó bajando de cartel en silencio.
El intento de Suar
Diez años después, en 2005, Adrián Suar apostó fuerte por darle una nueva vuelta de tuerca al género. Estrenó en el Teatro Ópera Revista nacional. Actuaban Miguel Ángel Rodríguez, Florencia Peña, Víctor Laplace, Romina Gaetani, Nicolás Scarpino, Patricia Browne y Griselda Siciliani. Ninguno de ellos habían hecho revista. Las coreografías llevaron la firma de Oscar Araiz y Mauricio Wainrot. La dirección fue de Manuel González Gil. En perspectiva, cabe reconocer que nombres con talento y trayectoria no faltaron.
La trama de la propuesta giraba alrededor de un joven productor, hijo de un reconocido y ya fallecido empresario de revista, que convocaba a un viejo y exitoso capocómico con la intención de volver a recuperar el género. Pues bien, aun con semejante elenco, aquello tampoco dejó una marca sin haber logrado alcanzar las expectativas.
“El protagonista de la obra dice al final que no va a volver a hacer revista porque a la revista la tiene en su corazón. Lo que expresa es más que significativo. Rescatar aquel mundo tiene sus inconvenientes y ellos parecen quedar expresados en esta experiencia. Por algo en Buenos Aires el género musical terminó reemplazando a la revista”, apuntaba la crítica de Carlos Pacheco publicada en LA NACION.
En un teatro histórico
En este marco de intentos por revistar a la revista porteña, la actual temporada teatral sumó otro mojón. La propuesta tiene la singularidad de ser producida por el sector público y no por la escena comercial. Se trata de La revista del Cervantes, un espectáculo del Teatro Nacional Cervantes. Actúan Alejandra Radano, Carlos Casella, Marco Antonio Caponi, Sebastián Suñé y Mónica Antonópulos, entre los 52 artistas en escena contando actores, bailarines, cantantes y músicos. Por cuestiones generacionales, ninguno de ellos habían sido parte de otras revistas. Andrea Servera, otra creadora de la danza contemporánea, se hizo cargo de las coreografías de esta propuesta dirigida por Pablo Maritano, creador formado en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón.
Entre los diversos cuadros de esta gran producción se rescata números de espectáculos de revista estrenados en Buenos Aires entre 1904 y 1930. Si bien el ADN de La revista del Cervantes está regido por la revisión histórica de aquel período de esplendor en el cual llegaron a convivir 81 espectáculos de revista en una misma temporada, también se toma sus llamativas licencias temporales como el incluir un número de un programa de televisión de Jorge Porcel o poner a Enrique Pinti y Tato Bores como personajes centrales de esta propuesta.
“La revista es la contribución más importante del teatro argentino a la cultura pop”, afirma Gonzalo Demaría en el programa de mano de la obra. Demaría es el actual director del Cervantes y el autor de la investigación La revista porteña: teatro efímero entre dos revoluciones (1890-1930), que editó el INT. “La revista ha sufrido todas las marginaciones, menosprecios y olvidos”, escribió Pinti en el prólogo de dicho libro.
Más allá de moralinas, desprecios y prejuicio, esta vez el público está respondiendo de manera contundente a este otro intento de revisar a la revista porteña. Con apenas 14 funciones ya fue vista por 9611 personas. Lo cual implica un promedio de espectadores de 686 personas cada que sube el telón. En comparativa, y para entender los números duros, el prometedor arranque de la temporada de La revista del Cervantes está superando los promedios de espectadores de Salvajada, montaje de 2023 que tuvo 670 espectadores por función, y La terquedad, obra de la temporada de 2017 que logró 633 personas cada vez se corrió el telón de la sala María Guerrera.
La sala histórica, como si estuviera cobrándose su revancha, esta vez se llena de plumas, lentejuelas, una gran escalera para el lucimiento de las vedettes, sketchs de humor político y coreografías glamorosas. La revista suma otra nueva página en su larga historia.