En el complejo entramado del consumo global, pocas fuerzas ejercen una atracción tan persistente como las marcas estadounidenses. Su influencia trasciende fronteras, culturas y generaciones, moldeando hábitos y aspiraciones en casi cada rincón del planeta.
Nuestro país, inserto en esta dinámica global, no es una excepción; de hecho, constituye un fascinante caso de estudio sobre cómo esta predilección se manifiesta con particular intensidad. Aquí, la conexión va más allá de la elección comercial: es casi una declaración de identidad.
Es común observar cómo el consumidor peruano, especialmente el más joven, exhibe un orgullo particular al lucir unas zapatillas Nike o una prenda Levi’s original. Esa distinción, esa valoración por la autenticidad, es clave: el consumidor peruano no solo ve la marca, la siente.
Esta querencia se extiende a espacios que se han vuelto casi extensiones de nuestro día a día. Somos, sin duda, lovers de Starbucks. Cerca de mi hogar hay dos de estas cafeterías, y dos más en las inmediaciones del lugar donde trabajo.
Es evidente que Starbucks no solo vende café o alimentos; vende cercanía, comodidad, una atención que termina por enamorar. Y la lista no se detiene ahí: Kentucky, McDonald’s, Tommy Hilfiger y, por supuesto, Coca–Cola. Precisamente, esta última acaba de escalar al top 5 de las marcas más consumidas en el Perú, según los datos de Kantar, la consultora global líder en insights.
El consumidor peruano actual es una figura fascinante: inmediatista, analítico, profundamente digital. Lee, comparte experiencias, compra a través de aplicaciones y plataformas como Amazon y eBay—ambas, por supuesto, de origen estadounidense— y forman parte de su rutina. Se podría decirse que ha desarrollado un mayor engagement, una sintonía especial con los productos, tangibles e intangibles, provenientes de Estados Unidos.
Esta predilección no es una simple anécdota cultural; tiene un peso económico considerable. Las cifras son elocuentes. En 2023, la contribución de Coca-Cola a la economía peruana ascendió a 7420 millones de soles, según un estudio de la firma internacional Steward Redque en, publicado por Arca Continental, la embotelladora de la marca en Perú.
Starbucks, por su parte, cuenta con 117 tiendas en 11 ciudades peruanas, de las cuales el 84 % (más de 98 locales) se concentran en Lima. Y Amazon, ese gigante del comercio electrónico, alcanzó en 2024 la cifra de 1840 millones de dólares en ventas en el Perú, con un 8 % de participación en el mercado digital nacional. Su crecimiento es imparable: un 11 % en 2024 y un asombroso 65 % en el primer trimestre de 2025.
No podemos obviar el fenómeno de la “fiebre” o el entusiasmo que desatan los días de ofertas como el Black Friday. Originado también en Estados Unidos, este evento ha trascendido la mera oportunidad de compra. Despierta algo más profundo: una sensación, una experiencia de adquirir marcas que han sabido conectar de manera visceral con el consumidor peruano.
En definitiva, podemos afirmar que estos lovers peruanos de las marcas estadounidenses se han convertido, de manera orgánica y auténtica, en los mejores influencers y microinfluencers que estas marcas podrían desear. Su lealtad y su fervor son el testimonio más potente de una conexión que va más allá de lo transaccional, adentrándose en el terreno de lo emocional y lo identitario.