
La cuenta regresiva para el Año Nuevo viene acompañada de rituales familiares y tradiciones compartidas. Entre ellas, destaca el acto de abrir una botella de vino, momento que inicia el primer brindis de 2026 en incontables hogares de todo el mundo, muchos de los cuales ya lo hicieron a esta hora dependiendo el punto del planeta en que se encuentren.
Sin embargo, pocos se detienen a pensar en el verdadero protagonista de ese instante: el sacacorchos, un instrumento indispensable cuya historia está intrínsecamente ligada al propio acto de la celebración.
Pero cuál es la travesía histórica de este pequeño artefacto, esencial en la Nochevieja y en el placer de abrir un buen vino. El papel del corcho en la conservación del vino ha sido decisivo desde el siglo XVII. Dada su estructura elástica y permeable, el corcho permite que solo entre una ínfima cantidad de aire —alrededor de un miligramo por año— en una botella estándar, lo que resulta fundamental para el desarrollo del sabor y la longevidad del vino, según explicó Popular Science.
Antes de su adopción generalizada, los productores utilizaban cera, brea, trapos o incluso aceite de oliva para sellar los recipientes, aunque estas soluciones alteraban el sabor y ofrecían una protección limitada. El historiador británico Hugh Johnson, según Popular Science, calificó la invención del corcho como “el acontecimiento más importante en la historia del buen vino”.

La aparición del sacacorchos resulta una curiosidad histórica vinculada a las primeras armas de fuego. Soldados y cazadores del siglo XVII empleaban una espiral metálica, conocida como “gusano de pistola”, para extraer cargas no disparadas de los mosquetes. Esta herramienta fue adaptada por los vinicultores para retirar tapones de corcho difíciles, de este modo, el sacacorchos irrumpió en el mundo del vino europeo.
La primera mención escrita del término data de 1681. El avance de la botella de vidrio hermética permitió, a su vez, que los sacacorchos se volvieran habituales en Europa y que el vino pudiera almacenarse y servirse de manera más sencilla.
A lo largo del tiempo, el diseño del sacacorchos evolucionó. En 1795, el reverendo inglés Samuel Henshall patentó el primer modelo, incorporando un disco horizontal para evitar que el tornillo perforara demasiado el corcho.

En 1882, el alemán Carl Wienke patentó el primer sacacorchos plegable con punto de apoyo, base de los actualmente conocidos como “llave del vino” o “amigo del camarero” en el que el mango puede apoyarse contra la boca de una botella como apalancamiento y que están presente en bares y restaurantes de todo el mundo.
En la actualidad existen variantes eléctricas y modelos de dos puntas recomendados para botellas antiguas, aunque las comparaciones recientes aún favorecen el sacacorchos manual tradicional por su sencillez y fiabilidad.
El auge del tapón de rosca marcó un cambio en las preferencias y hábitos de consumo. Un informe británico de 2022 realizado por Lakeland mostró que el 81% de las personas mayores de 65 años posee un sacacorchos, frente al 23% entre los jóvenes de 18 a 24 años. La creciente popularidad de los tapones de rosca se debe a su practicidad y a la mayor homogeneidad del producto. El corcho natural puede presentar defectos como grietas o la presencia de moho TCA, que afecta el sabor. Estas innovaciones buscan asegurar la calidad y evitar el riesgo de contaminación, y la participación global de los vinos con tapón de rosca creció más del 13% entre 2012 y 2018.
No obstante, la dupla clásica de sacacorchos y corcho mantiene su peso emocional y ceremonial. De acuerdo con investigaciones publicadas en el International Journal of Hospitality Management, los consumidores asocian el corcho natural con mayor calidad y autenticidad, un fenómeno conocido como “efecto halo”.

Este efecto psicológico, reforzado en momentos festivos como el brindis de Año Nuevo, contribuye al valor ritual del acto de descorchar: la anticipación, el sonido característico y el aroma inicial son parte fundamental de la experiencia del vino. Aunque la tecnología sigue proponiendo alternativas, el sacacorchos permanece como símbolo de apertura y alegría durante las celebraciones.
Hoy, tradición e innovación se dan cita en ese instante previo al primer sorbo del año, donde el sacacorchos sigue siendo protagonista indiscutible.
