El nuevo obispo de Roma, Robert Prevost, agustino, eligió el nombre León XIV. Nació en Chicago, en los Estados Unidos y en 2015 se nacionalizó peruano. Durante años fue misionero y sacerdote en el Perú. En 2014 el Papa Francisco lo nombró obispo de Chiclayo en ese país.
En el artículo que La Nación publicó el lunes pasado, escribí: “De Norteamérica procede Robert Prevost, que fue obispo en el Perú y preside el dicasterio para los obispos”. Referí su nombre y su región, junto con los de cardenales de varios continentes. Seguí este modo de razonar: “si sale de… sería…”. En 2013 no consideré la posibilidad de un papable estadounidense.
Conocí a monseñor Prevost hace dos años, cuando todavía no era cardenal. Llevaba pocos meses como prefecto del organismo que elige los obispos. En mayo de 2023 participó en la 39ª. asamblea del Consejo Episcopal de América Latina y del Caribe–Celam, en Puerto Rico. Allí estuve porque el Celam me pidió una conferencia para los presidentes de los episcopados.
La Iglesia católica y el Espíritu de Dios han sorprendido con la elección de los últimos pontífices. Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I pastoreaban grandes diócesis italianas, como Venecia y Milán. Con Juan Pablo II comenzaron los Papas de Europa central y con Francisco los de América latina, si bien León XIV es de toda América porque tiene doble nacionalidad: estadounidense por nacimiento y peruano por elección. Además, estudió y trabajó en Roma durante muchos años, sobre todo mientras fue el prior general de la Orden de los agustinos, creada en el siglo XIII.
San Agustín fue un pensador y un pastor. Meditando sobre la fe, escribió: “Creer es pensar con asentimiento”. Una línea cultural en la modernidad ha sido el racionalismo, que opuso la razón y la fe privilegiando un pensamiento cerrado a la religión. Su opuesto, el fideísmo, promovió la actitud creyente como un salto al vacío, como si fuera una adhesión irracional. Pero no hay una alternativa entre creer y saber ¿Por qué poner una “o” donde se puede haber una “y”? ¿Por qué no integrar sabiamente el pensar y el confiar? San Agustín decía: no todo el que piensa cree –hay tantos seres humanos que piensan y no son religiosos– pero “todo el que cree piensa”.
Al elegir al Papa los cardenales actuaron como creyentes que piensan su decisión y como seres pensantes que creen en Jesucristo. Todo cristiano está llamado a pensar y confiar. De lo contrario, surgen espiritualismos fanáticos e iluminismos incrédulos. Una riqueza del ser humano está en creer pensando y pensar creyendo.
En la homilía de su primera misa, León XIV señaló que hay contextos en los cuales se considera a la fe cristiana como un absurdo. Pero ella es una luz que viene de Dios y cada persona puede vivirla intensamente con su inteligencia, afecto y libertad.
El nuevo Papa expresó su deseo de que la Iglesia sea como un faro que ilumine las noches de la humanidad. Ella es la lámpara que debe trasmitir a Jesucristo, quien se presentó como la Luz del mundo. A veces puede ser como un faro grande, que alumbra la tierra, el cielo y el mar. Muchas veces es como la llama de una velita, que acompaña el paso vacilante en medio de la oscuridad.
El sucesor de san Pedro se llama León. León XIII fue elegido en 1878, cuando tenía 68 años, uno menos que Prevost. Guió la Iglesia hasta 1903 y está enterrado en san Juan de Letrán. La renovó en muchos aspectos, después del pontificado tradicionalista de Pío IX. Asumió varios desafíos, como la relación de la Iglesia con los estados nacionales surgidos en Europa y en América en el siglo XIX. Dio un nuevo impulso a los estudios teológicos recreando el pensamiento de santo Tomás de Aquino más allá de las cuestiones de escuela e inició una renovada lectura de la Sagrada Escritura en base a los estudios históricos y literarios modernos.
Se lo conoce por su encíclica Rerum novarum, que se refiere a una las cosas nuevas que agitaban la vida social: la condición de los obreros (De conditione opificum), que sufrían muchas injusticias. Se dice que con ella comienza la doctrina social de la Iglesia, o sea, la enseñanza del magisterio pontificio y episcopal sobre la convivencia en la sociedad moderna. En rigor, ella hunde sus raíces en la fuente de la Palabra de Dios trasmitida durante siglos, que es actualizada y concretada ante los nuevos problemas sociales. Hoy, entre ellos, están las desigualdades globales, las migraciones forzadas, el cuidado de la casa común, la cultura digital. Seguramente, el nuevo Papa explicará las razones de su nombre y su relación con la figura de aquel predecesor.
En 2016 di conferencias en siete centros universitarios de los Estados Unidos. Antes de ir, puse como condición que quería hablar con los profesores y doctorandos de cada facultad de teología, y con los miembros de la comunidad latinoamericana en cada ciudad. En Chicago hablé en la Universidad Loyola de los jesuitas y en la Unión Teológica Católica de las otras congragaciones religiosas, donde el Papa hizo sus estudios de grado. Estuve un día con trescientas personas de una parroquia latina. Luego el párroco me llevó a recorrer esos barrios del sur de Chicago, una zona donde crecieron familias llegadas de pueblos católicos, como Irlanda, Polonia o Italia.
Allí vivió el nuevo obispo de Roma, que es heredero de un catolicismo variopinto. Recuerdo que León XIII fue un Papa sensible a la situación de los inmigrantes italianos en los Estados Unidos, como se ve en la película Cabrini, sobre una religiosa misionera que envió a las periferias de Nueva York. Las realidades diversas vividas entre Chicago y Chiclayo, en el continente americano, le dan a Prevost una peculiar riqueza intercultural para asumir la diócesis de Roma cuando el eje del mundo se traslada hacia el Pacífico, donde están América y Asia. Desde allí deberá confirmar en la fe y servir con amor a una Iglesia poliédrica en un mundo intercontinental. Y allí deberá seguir haciendo presente las voces de los pueblos del sur global, como hizo Francisco.
En mi artículo del lunes decía que si el Papa era del sur podía avanzar hacia una Iglesia más intercultural y si no lo era debería situarse también en las periferias para comprender el mundo entero. No pensé en una tercera variante: que fuera tanto del norte como del sur, como lo es León XIV. Cada día me persuado más que Dios, Señor de la historia, nos sigue dando sorpresas.
El autor, presbítero, es miembro de la Comisión Teológica Internacional y de la Academia Pontificia de Teología