La trampa detrás del hábito que te hace sentir un superhéroe y los médicos dicen que hace mal

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Madeira y Porto Santo son dos paraísos en el Atlántico de un archipiélago portugués que se muestra sofisticadamente europeo y emotivamente natural. Pero todo tiene su cara sombría. En el corazón de Funchal, la capital de Madeira, célebre por su puerto, sus espacios verdes y sus bodegas, nació en 1985 en un barrio trabajador un jovencito cuyo padre, José Dinis Aveiro, entre otras cosas, entrenaba al modesto equipo de fútbol local Andorinha. Allí llevó a su hijo que desde los ocho hacía enloquecer a la pelota. La familia, marcada por la pobreza, se mudó a Lisboa. En ese entonces, el jovencito compartía habitación con sus tres hermanos Hugo, Elma y Katia.

Con sus amigos del club Sporting salían a buscar que en los puestos de comida rápida les regalaran algo para sanear el hambre. Haciéndose eco de un proverbio portugués que dice piensa muchas cosas, haz una de ellas”, Cristiano Ronaldo se construyó a sí mismo como ganador de cinco Balones de Oro, cinco premios de la FIFA al Mejor Jugador del Mundo, cuatro Botas de Oro, dos The Best y un Premio Puskas, entre otros.

“Su éxito se debió a aplicar una condición que los estudios más modernos de la ciencia recién están probando. Durante mucho tiempo habíamos supuesto que las personas más exitosas parecían poder realizar múltiples tareas simultáneas y, sin embargo, hoy sabemos que solo aquel que se focaliza y no se distrae obtiene un mejor rendimiento”, relata el profesor de comunicación Clifford Nass, investigador de la Universidad de Stanford y autor de un estudio sobre la productividad y el multitasking, publicado en la revista especializada Proceedings of the National Academy of Sciences.

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El fin del siglo pasado y el comienzo de este estuvieron marcados por la productividad como meta. Era considerado más exitoso en su trabajo, pero también en su vida personal, el que podía resolver más tareas o hacer más cosas en lo cotidiano. Desde las múltiples actividades extracurriculares para los chicos, hasta la agenda de ocio sistemáticamente marcada.

Frases como aprovechar el tiempo o no perderlo nos llevaron a entorpecer el descanso o la concentración. Mirar una serie mientras se corre en la cinta, cocinar al mismo tiempo que se atiende a los chicos y se lava la ropa, leer un libro de a minutos en cada hueco de espera, escuchar un podcast en el camino al trabajo…

El síndrome FOMO multiplicó la experiencia interminable. Planteado como el deseo por no perderse de nada (fear of missing out, en inglés) y fomentado por todo aquello que la gente cuenta en sus redes que hizo (de verdad o utópicamente), lo que en un momento estaba acotado a la eficacia y la eficiencia en el trabajo, pasó a medir también la plenitud personal.

Según Clifford Nass, investigador de Stanford, las personas son más productivas cuando hacen una sola cosa a la vez, y no cuando intentan multitareas

“La tecnología nos invita a aprovechar el tiempo, contestando mensajes en el semáforo o borrando mails en la cola del supermercado, sin darnos cuenta de lo sanador que es mirar por al ventana a la gente que pasa, o ponernos a jugar con el chiquito que está en el carrito delante del nuestro en el súper”, explica la psicóloga especializada en crianza, Maritchú Seitún. “Aquello que el psiquiatra y psicoanalista Masud Khan llama estar en barbecho, ese tiempo de descanso en el que al tierra se nutre y se prepara para la siembra siguiente, los seres humanos también lo necesitamos”, sostiene.

La vida está llena de estaciones”, dice Kep Kee Loh, investigador del Instituto Neurológico de Montreal. “Lo que funciona en una estación no lo hace en otra. El modo de ir por todo de la juventud va madurando. La experiencia va demostrando que hacer mucho es concretar poco”, plantea.

La slow life es un movimiento que propone un ritmo más lento. “Hacer las cosas más despacio nos hace más conscientes”, sugiere la psicóloga española Rocío Ramos Paul. “Esto no significa ni hacerse el vago ni tumbarse durante el día; significa tener una actitud distinta frente a la vida, para alejarnos de la prisa habitual y poder disfrutar de cada cosa que hacemos; para poder estar realmente presentes”.

Para Nass, cuando hablamos de controlar la duplicidad de tareas y la velocidad con la que deseamos cumplir con todo lo que nos proponemos, la mayoría interpreta que se apela al otro extremo. “Si no se es productivo, se es vago”, observa. “Deberíamos redefinir estos dos conceptos. Ambos parten de una premisa predeterminada. Si hay una tarea que resolver en el día y la cumpliste, fuiste productivo. Pero serlo o no viene determinado por la cantidad de ítems en la lista”.

La vida está llena de estaciones y lo que funciona en una estación no lo hace en otra

“El que mucho abarca…”

El equipo que lidera Loh ha trabajado sobre un nuevo término: la ansiedad ambiental. Ha analizado el modo en el que el estrés ajeno, la velocidad que imprimen los terceros en su cotidianidad y la multiplicidad de cosas que dicen que hacen impacta en el ánimo del entorno. El 70% de los 5600 encuestados contó que hace años sienten que el tiempo no les alcanza. Enfrentan una gran lucha existencial por no haber leído el último best seller, no conocer las películas que fueron nominadas al Oscar o haberse quedado en casa los últimos dos fines de semana. Aunque el 28% de los participantes de la investigación confirmó que practica algún deporte exigente, -como cross fit o triatlones-, en una votación anónima, el 72% de ellos aseguró que comenzó porque los arrastró “la manada”, mientras que el 81% afirmó que no les resulta placentero, salvo al momento de terminar la experiencia y sentir que estaba completada.

“Vivimos en una sociedad que valora la productividad constante”, explica la neurocientífica pediátrica Carina Castro Fumero. “Desde chiquitos nos enseñan que el tiempo tiene que aprovecharse y que no hacer nada es un desperdicio. La inactividad se convirtió en un enemigo invisible”, dice.

El estado de conciencia presente dispara algo incómodo: preguntas profundas sobre el sentido de nuestras vidas, nuestras elecciones y nuestro tiempo. Esto ocurre porque nos desconecta de las distracciones externas y nos enfrenta a un vacío inherente a la vida que preferimos evitar.

En una sociedad que valora la ocupación constante, hacer una cosa a la vez, o el ocio, pueden sentirse como enemigos”, reflexiona Gonzalo Pereyra Saez, autor del libro Mindfulness paso a paso, entre otros. Sin embargo, desde una perspectiva existencial, es una oportunidad. “Es en esos momentos donde surgen las reflexiones más auténticas y donde es posible habitar el vacío con curiosidad, en lugar de resistirlo”.

Introspección y creatividad

Neurocientíficamente hablando, el estado de conciencia plena activa procesos de introspección y creatividad que pueden ser transformadores. En lugar de ver el proceso de una cosa a la vez como algo que debe evitarse, deberíamos recuperarlo como un espacio para estar presentes y reconciliarnos con el hacer genuino, que nos acerca a lo esencial, dilucida el escritor.

Loh enumera que entre las prácticas que muchos hacen, pero que la mayoría no disfruta, se encuentran los retiros espirituales, los cursos entre semana, los encuentros de happy hour y trabajar fuera del horario tradicional.

La OMS advierte que la productividad constante impacta en la salud mental, y especialistas recomiendan recuperar momentos de calma y estar presentes

“La productividad es una ola que se contagia”, advierte Nass, a quien su propia investigación lo hizo recapacitar sobre el ritmo de vida que llevaba. Entre las conclusiones a las que llegó, detectó que las personas son efectivamente más productivas cuando hacen una sola cosa a la vez . “Yo mismo tomé algunas decisiones: dejé los podcasts y música mientras hago ejercicio”, admite. “Empecé a esforzarme en concentrarme solo en lo que estoy haciendo y en encarar una actividad a la vez”. Otra revelación de sus resultados es que aquellos que hacían varias tareas a la vez tuvieron un rendimiento excelente en el comienzo, pero les iba cada vez peor a medida que avanzaban. “Les costaba mantener orden en su cerebro”, reconoce.

“Existe la creencia de que podemos realizar múltiples tareas al mismo tiempo sin perder la calidad en ninguna de ellas. Pero la neurociencia nos dice lo contrario”, aporta Castro Fumero. “El cerebro no es capaz de ejecutar varias tareas cognitivas complejas simultáneamente. Lo que en realidad hacemos es cambiar de una tarea a otra rápidamente, lo que se conoce como task switching”.

Para Mariana Maristany, doctora en psicología de la Fundación Aiglé, es fundamental encontrar un equilibrio. “Alcanzar lo que anhelamos muchas veces conlleva esfuerzo y genera tensiones, preocupaciones e incluso malestares, pero transitar esas sensaciones es parte de la experiencia humana y puede balancearse con espacios de trabajo y exigencia, y otros de disfrute, despeje y descanso”.

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La carga mental

Sofía C. es mamá de dos nenes de cinco y nueve años. Tiene una pareja que ella considera muy presente pero, aún así, no siente que las cosas de las que se encarga el papá la liberen por completo. “Sé que es un problema mío”, declara. “Pero lo tengo en la cabeza yno puedo soltarlo. Salvo cuando están en el colegio (y a veces ni eso), dejo de pensar en lo que tengo que hacer para mi familia”. Se siente abrumada porque percibe que nunca está en un único tema. “Mientras hago copias en el trabajo estoy acordándome de que no quedó pan rallado para las milanesas de la noche”, ejemplifica.

Loh asegura que este fenómeno también se explica en su investigación. Frente a las dificultades que detectaron en los participantes para la realización de varias tareas en forma simultánea, decidieron encarar otra instancia donde se les daban varios encargues, pero debían encararlos de a uno. Los participantes declararon que no les era posible dejar de pensar en la tarea pendiente y, cuando terminaban la primera, durante la gestión de la segunda, tampoco desconectaban de lo hecho en la primera.

Tenemos tan calada la productividad que hasta la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte de su efecto sobre la salud mental”, señala Silva Álava Sordo, psicóloga. “Es cierto que hay que ser adultos funcionales y solventar con éxito las situaciones, pero quizás se nos ha ido un poquito de las manos. Hay que dejar momentos de calma y serenidad y, sobre todo, trabajar en el estar presente”. No se trata de hacer meditación, sino de ser conscientes de dónde, cómo, con quién y qué está sucediendo. “Hay que evitar caer en el bucle de pensar en qué debería estar haciendo o repasar la lista de los pendientes que, además de sacar la energía para realizar la tarea en curso, nos agota mentalmente”, completa Alava Sordo.

“Conectar con lo que tenemos entre manos disminuye la sensación de estar abrumado por todo lo que tenemos pendiente”, advierte Maristany. La especialista ofrece ejemplos recurrentes de su consulta sobre personas que trabajan y comen a la vez, o que salen a caminar o están en la bicicleta del gimnasio contestando mails y mensajes de texto.

El esfuerzo para ser productivo suele ser alto y puede conllevar tensiones. Pero tener metas y proyectos y alcanzar objetivos puede ser muy satisfactorio, especialmente cuando nos conectamos con lo que hicimos para alcanzarlos. Buscamos un equilibrio entre el esfuerzo y la dedicación, y espacios de disfrute y bienestar físico y mental”, agrega Maristany.

Un cambio que invitan a hacer los especialistas es salir del foco de cuánto se ha hecho y, en lugar de esto, ponerlo en la calidad de lo que se hizo. “Preguntarte sobre cómo te sentiste, si conseguiste disfrutar lo que hiciste, si tuviste un nivel de atención plena…Esta actitud nos ayudará a ganar compromiso a nivel laboral y personal, reduciendo la ansiedad y el estrés”, indica Ramos Paul.

La neurocientífica Carina Castro Fumero sostiene que “la inactividad se convirtió en un enemigo invisible” debido al mandato cultural de la productividad

Dejemos de glorificar la multitarea y valoremos la presencia del estar aquí y ahora”, recomienda Castro Fumero. “No midamos el éxito solo por productividad, sino por el bienestar integral. Al final del día, no necesitamos estar más ocupados, sino más felices”. Como decía Henry Ford: una mejor productividad significa menos sudor humano, no más.

Algunas ideas para pensar

  1. “Cuando te esforzás en maximizar tu tiempo para alcanzar un objetivo, es fácil olvidarte de las personas, es posible que des por sentada su presencia –dice Clifford Nass–. Sin embargo contar con vos y tenerlos a ellos es un bien indispensable para la salud”.
  2. ¿Qué sucede en el cerebro cuando las exigencias son excesivas? El estrés crónico activa la amígdala, la región relacionada con el miedo y la ansiedad. Esta sobrecarga cognitiva impide que el hipocampo, esencial para la memoria y el aprendizaje, funcione de manera óptima.
  3. Seré feliz cuando…–dice Kep Kee Loh–, es una frase de personas ocupadas en exceso que están detrás de un momento ideal que nunca alcanzarán. La plenitud es ahora”.

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