Preparar tamales auténticos no tiene por qué ser una tarea agotadora de todo un día ni requiere de técnicas ancestrales imposibles de replicar. Gracias a la tecnología en la cocina, es posible obtener esa textura esponjosa y ese sabor tradicional y preparar la receta verdadera de tamales mexicanos con una licuadora.
Cómo preparar tamales mexicanos con una licuadora
Los tamales mexicanos tienen una serie de secretos que es necesario aprender para que salgan perfectos, de acuerdo con Telemundo Dallas, que se reunió con la familia Fraga, quienes mostraron cómo realizar esta rica receta paso a paso:

Ingredientes
- Para el relleno: pechuga de pollo deshebrada, carne de cerdo (espalda o pierna) cocida y troceada, chile cascabel, ajo, sal, cebolla
- Para las salsas: chiles guajillo, chiles anchos, ajo, cebolla, comino y pimienta (para el rojo), tomatillos y chiles serranos (para el verde).
- Hojas: hojas de maíz secas, previamente remojadas en agua caliente.
- Para la masa: harina de maíz (Maseca o masa nixtamalizada), manteca de cerdo (o aceite vegetal), caldo de la cocción de la carne, sal y polvo para hornear.
Paso a paso:
1. Preparación de la carne y el caldo
Lo primero es poner a cocer las carnes. Se pone el pollo y el cerdo en diferentes ollas con suficiente agua, un trozo de cebolla, unos dientes de ajo y sal al gusto.
Es muy importante guardar el caldo resultante, porque es lo que le dará todo el sabor a la masa más adelante. Una vez que la carne esté suave, se desenhebra o se corta en trozos pequeños.

2. Preparación de las salsas
Para los tamales de puerco, se suele usar la salsa roja. Hidratar los chiles guajillo y anchos en agua caliente y luego licuarlos con ajo, cebolla, un poco de comino y el mismo caldo de la carne.
Se debe colar la salsa y freírla en un poco de manteca para que espese. Agregamos la carne de cerdo y dejamos que sazone bien. Para el pollo, se puede usar una salsa verde de tomatillo cocido con chile serrano y cilantro.
3. El secreto de la masa
Esta es la parte más importante. En un recipiente grande, batir la manteca de cerdo hasta que cambie a un color más blanco y esté esponjosa. Poco a poco incorporar la harina de maíz y el caldo de pollo o cerdo tibio.
Se debe amasar con fuerza o usar una batidora hasta que la textura sea suave y untable. El truco para saber si ya está lista es poner una bolita de masa en un vaso con agua: si flota, estará lista.

4. El armado del tamal
Se debe tomar una hoja de maíz (ya hidratada y seca), y colocar una cucharada generosa de masa en el centro, siempre del lado liso de la hoja, extendiéndola hacia los lados, pero dejando espacio en los bordes.
En el centro se pone el guiso de pollo o puerco. Se doblan los lados hacia el centro y luego la punta de la hoja hacia abajo para cerrar el tamal.
5. La cocción
Se acomodan los tamales verticalmente en una vaporera, con el doblez hacia abajo. Es vital no llenar la olla de agua por encima de la rejilla. Se cubre con más hojas de maíz y un trapo limpio o papel aluminio para que no se escape el vapor.
Se dejan cocer a fuego medio durante aproximadamente una hora y 15 minutos. Estarán listos cuando el tamal se desprenda fácilmente de la hoja de maíz.

6. Reposo y servicio
Al apagar el fuego, es fundamental dejar reposar los tamales unos 20 o 30 minutos antes de servirlos. Esto ayuda a que la masa termine de reafirmarse.
Los tamales se pueden guardar para disfrutar más tarde. Se conservan bien en el refrigerador durante unos días o se pueden congelar hasta por tres meses en un recipiente hermético, reveló The Spruce Eats.
La historia detrás de los tamales
Con una historia que se remonta a más de 2500 años, el tamal es uno de los platos más antiguos del maíz en Mesoamérica. En sus orígenes, este platillo no solo incluía los rellenos que se conocen hoy, sino también ingredientes prehispánicos como larvas de insectos, destacó Mexico News Daily.
Más allá de ser un alimento práctico y nutritivo para el día a día, el tamal poseía un carácter sagrado: era una ofrenda fundamental en rituales religiosos, ya que el maíz representaba el vínculo espiritual entre el ser humano y las divinidades de las antiguas civilizaciones.