La viajera (Yeohaengjaui Pilyo, Corea del Sur / 2024). Dirección: Hong Sang-soo. Guion: Hong Sang-soo. Fotografía: Hong Sang-soo. Edición: Hong Sang-soo. Elenco: Isabelle Huppert, Lee Hye-yeong, Kwon Hae-hyo, Jo Yoon-Hee, Ha Seong-guk, Kim Seung-yun. Calificación: Apta para todo público. Distribuidora: Kligger. Duración: 90 minutos. Nuestra opinión: Muy buena.
En internet, circula un meme cuyo chiste apunta a señalar que todas las películas de Hong Sang-soo son iguales. Ningún seguidor ferviente del director coreano podría ofenderse con el meme; en principio, porque es gracioso, pero también porque quienes disfrutan de su cine saben que hay algo de verdad ahí. Esa es la gracia.
La viajera, por suerte, se parece a otras películas del director, con su sentido del humor y capacidad para retratar la humanidad. Y también es un poco distinta, como sucede con la filmografía de cualquier autor que merezca la calificación de tal.
En este caso, tal vez resalte la distinción de tener como protagonista a una mujer francesa. Aunque Isabelle Huppert ya es parte del universo de Sang-soo desde que actuó en dos películas anteriores del realizador, En otro país y La cámara de Claire.
Una vez más, la actriz francesa es la pieza clave en una exploración del guionista y director sobre un personaje extranjero. En este caso, Huppert interpreta a Iris, quien está de visita en Seúl y se dedica a dar clases de francés para ganar algo de dinero. Según ella misma explica, no tiene experiencia, ni certificación, para enseñar el idioma. Lo que sí tiene son ideas muy claras y singulares sobre cómo hacerlo, lo cual implica dejar de lado los libros de textos y sus “frases infantiles”, para concentrarse en enseñar a expresar sentimientos e ideas complejas en el nuevo idioma, desde el principio.
Sang-soo nos presenta a Iris en distintas situaciones: una clase que ya está terminando, con una joven entusiasta; un primer encuentro con una pareja que quiere tomar clases, aunque a la mujer le genera dudas el curioso método que propone Iris; paseos por parques de Seúl; poemas que se traducen de un idioma a otro; y una complicada circunstancia, cuando la madre de su joven “amigo”, en cuyo departamento se aloja, llega de visita sin avisar.
Como suele suceder en sus películas, no hay una trama que seguir, sino que se trata de un estudio de personaje, en este caso, Iris, cuya individualidad se despliega gracias al excelente trabajo conjunto entre Huppert y el director. Es también una incursión desde el lenguaje cinematográfico en temas como la expresión individual en otro idioma, la poesía, el dinero, la música; y, como no podría ser de otra manera en un film del director, la comida y la bebida como catalizadores de conversaciones que pueden derivar para cualquier lado.
Las conversaciones son uno de los pilares del cine de Song-soo, quien sabe retratarlas con maestría. Dejando a sus personajes ubicados dentro de planos grandes, que los contienen al mismo tiempo, en vez de recurrir a primeros planos por corte, el director crea el espacio para que la conversación fluya. Al elegir esta puesta en escena y darle el tiempo suficiente al desarrollo de la charla, permite al público ser testigo de lo que sucede cuando un diálogo se extiende y va cambiando de tonos, humores, intenciones.
A través de esas escenas, el director explora las relaciones humanas, de una forma que resulta cotidiana, sencilla y divertida, pero llega a niveles de reflexión trascendentales. Ese es uno de sus grandes logros y lo que hace a su obra tan fascinante.
La producción minimalista y el hecho de que Sang-soo es el guionista, director, director de fotografía, montajista y hasta eligió la música, subrayan la cualidad autoral de la película. El cineasta coreano sigue construyendo su prolífica obra como un todo, en el que cada película es una iteración de sus intereses y particularidades. Los films de Sang-soo se hacen preguntas y van ensayando, de la forma más inteligente y reflexiva, las respuestas.