La viva voz: una femme fatale exaltada, que admiró a Gardel y lo siguió casi hasta la muerte

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La viva voz. Autores: Fabián Díaz y Andrés Gallina. Intérprete: María Merlino. Iluminación: Gonzalo Córdova. Música: Guillermina Etkin. Entrenamiento vocal: Mariano Pattin. Vestuario, escenografía, video y dirección: Pablo Ramírez. Sala: Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815. Funciones: jueves a domingos a las 20. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

Si bien una muy exitosa carrera artística marcó la vida del cantante y en algunas oportunidades actor Carlos Gardel, muchos datos sobre su vida privada aún son relativamente desconocidos. Durante décadas diversos investigadores trataron de develar su lugar de nacimiento (Toulouse, Francia o Montevideo, Uruguay). También se generaron múltiples especulaciones sobre el pasado amoroso del artista. Se lo ha relacionado con diversas cantantes o actrices de su época, pero no han aparecido datos concretos que puedan ligarlo a alguna de esas tantas mujeres.

En La viva voz, los dramaturgos Fabián Díaz (Los hombres vuelven al monte, Rohayhú) y Andrés Gallina (La bestia rubia, Los días de la fragilidad) se centran en la figura de una gran admiradora de Gardel que aparece en una breve escena de la última película filmada por el cantante, Tango Bar. Asoma detrás del artista y es tan mínima esa secuencia que no será posible que algún espectador del film la recuerde.

La viva voz, en el Teatro Cervantes

Se llamaba Estrellita del Regil y será nada menos que ella, una ignota extra cinematográfica, la que se encargará de realizar una travesía insospechada. Mezcla de profunda admiradora, mentirosa amante tal vez, se transformará al morir el creador en una vampira que recorre las calles convulsionadas de Bogotá en principio y luego se traslada a Medellín, sintiéndose la dueña de la voz de Carlos Gardel. Tanto que logrará cantar como él y conmocionará a toda una sociedad que vive con profunda tristeza la desaparición del intérprete y encuentra en ella un posible sosiego a tan desventurada realidad.

Según algunas crónicas de la época, Estrellita, devastada por el fallecimiento del artista, se trasladó a Nueva York, se hospedó en el Middletown Hotel e intentó suicidarse, pero su madre la siguió hasta los Estados Unidos y logró salvarle la vida.

Pero ese dato no aparece en el magnífico texto que conciben Díaz y Gallina. Ellos optan por desarrollar un relato de tintes casi delirantes, que muestra a esta mujer en un estado de exaltación tal que adquiere el coraje necesario para convertirse en la sombra oscura de un ser que tenía una luminosidad increíble. “Qué manera de morirte -dice-, como te vas a morir tanto”. O quizás para justificar su imagen recuerda que en la película él aparece “de esmoquin, igualito a Drácula”.

Contundente composición

María Merlino, quien en unipersonales anteriores jugó con las historias de Libertad Lamarque (Nada del amor me produce envidia, de Santiago Loza) y la de Fanny Navarro (Que me has hecho, vida mía, de Marcelo Pitrola y Diego Lerman) compone ahora a Estrellita del Regil y lo hace con una contundencia que de inmediato introduce al espectador en el relato y lo va obligando, imaginariamente, a realizar el recorrido que hace el personaje de una manera conmovedora. Su cuerpo y su voz se van transformando a medida que avanza la acción y su imagen adquiere una singularidad tal, que pasa de femme fatal a vampira sin límites. Que se conmueve notablemente cuando descubre el amor que ha sentido el pueblo por su ídolo, hasta llegar a un final en el que se la ve totalmente desprotegida y vencida.

Merlino introduce de inmediato al espectador en el relato

Con recursos muy genuinos, Merlino se apropia de este texto y le aporta una trascendencia inusitada. El material dramatúrgico, además, posee un vuelo poético muy reconocible.

La dirección y el arte del espectáculo de Pablo Ramírez resultan también muy destacados. Escenográficamente utiliza un dispositivo que se transforma en cajón mortuorio, platea y también pantalla de cine, baúl donde se guardan los recuerdos y porque no, si la imaginación del espectador lo quiere, escultura del cantante.

Es sumamente valioso el aporte lumínico de Gonzalo Córdova, que va fortaleciendo la imagen de esa mujer según sus estados anímicos, lo que la vuelven más vital y más próxima a la platea.

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