SANTIAGO, Chile.– La primera vuelta presidencial en Chile dejó un resultado más ajustado que el previsto y un reordenamiento mucho más profundo en el mapa político. Jeannette Jara, candidata del Partido Comunista (PC) y abanderada de Unidad por Chile, se impuso con un 26,85% de los votos, sin alcanzar del 30% que en el oficialismo consideraban un mínimo razonable. José Antonio Kast, del Partido Republicano, quedó a solo tres puntos, con un 23,92%, y salió de la jornada con algo que Jara no tiene: una derecha rápidamente alineada detrás de su nombre y un Congreso inclinado hacia la oposición al presidente Gabriel Boric.
El tercer factor que complica todos los pronósticos es Franco Parisi, el candidato del Partido de la Gente (PDG), que trepó hasta el 19,71% –el doble de lo que le daban las encuestas– y desplazó tanto al libertario Johannes Kaiser (13,94%) como a la carta de la derecha tradicional, Evelyn Matthei (12,46%). Sus casi tres millones de votos, concentrados en el norte minero y en sectores muy distantes de la política tradicional, son ahora la llave más codiciada de la segunda vuelta del 14 de diciembre.
Estas son las principales claves que dejó la primera vuelta en Chile:
El difícil camino que enfrenta Jara
En el comando oficialista la noche empezó en tono de festejo y terminó con gestos serios. La exministra de Trabajo de Boric no logró capitalizar del todo el apoyo del gobierno ni de la amplia coalición de centroizquierda que la respalda, y su resultado quedó por debajo de la aprobación actual del presidente izquierdista. Peor aún: los análisis comunales muestran que tuvo su peor desempeño en las comunas de menores ingresos, donde bordea el 19%, y que su votación mejora a medida que crece el nivel socioeconómico. Es decir, a la izquierda le está costando convencer precisamente a los sectores populares que decía representar.
De cara al balotaje, Jara enfrenta una ecuación compleja. Aun sumando a los votantes de los candidatos menores de centro e izquierda, no alcanza una mayoría sólida. Para acortar la distancia con Kast, necesita seducir una porción significativa del electorado de Parisi y, eventualmente, a votantes moderados que apoyaron a Matthei. Eso supondrá moverse hacia el centro, tomar distancia del gobierno con un tono más crítico y, al mismo tiempo, lidiar con el peso simbólico de ser una candidata comunista en un país donde seguridad, orden y costo de vida son las prioridades del electorado.
En su discurso de la noche, Jara intentó dar esa señal: elogió propuestas de Parisi –como la devolución del IVA a los medicamentos– y abrió la puerta a incorporar demandas de otros programas. Pero dentro del oficialismo ya se multiplican las voces que piden cambios en el equipo de campaña y un replanteo profundo de la estrategia.
La unidad en la derecha

Si la izquierda salió golpeada, la derecha vivió su propia noche de reunificación. Pese a los roces durante la campaña, Matthei y Kaiser subieron al escenario del comando republicano para entregar un respaldo explícito. La imagen selló la unidad de un sector que, al sumar las tres candidaturas, supera el 50% de los votos.
Kast agradeció esos apoyos con un mensaje que buscó ordenar el tono del balotaje: “Esas diferencias no tienen comparación alguna con lo que tenemos al frente. Necesitamos evitar la continuidad de un muy mal gobierno, quizás el peor de la historia democrática de Chile”, afirmó, apuntando directamente al oficialismo.
Muchas gracias Chile !! 🇨🇱🖐️
Hoy hemos dado un gran paso para que el cambio llegue a Chile!!
A trabajar con todo! Vamos a ganar!! pic.twitter.com/TJvtFWIUT2
— José Antonio Kast Rist 🖐️🇨🇱 (@joseantoniokast) November 17, 2025
Su campaña —centrada en la mano dura, el combate al crimen organizado y la reactivación económica— conectó con un electorado que ubicó precisamente la seguridad y el costo de vida como sus principales preocupaciones. Ese énfasis explica, en parte, por qué el votante castigó tanto al gobierno como a la derecha tradicional, y al mismo tiempo permitió a Kast capitalizar el malestar en amplias zonas del país.
Un Congreso dado vuelta
La renovación del Congreso dejó un reequilibrio inesperado. Por primera vez desde el retorno a la democracia, la izquierda y la centroizquierda oficialista perdieron su histórica primacía en la Cámara de Diputados y quedaron reducidas a poco menos del 40% de los escaños. Unidad por Chile retrocedió en prácticamente todas sus fuerzas —incluidos partidos que habían sido pilares de ese mundo durante décadas— y el Frente Amplio sufrió una merma significativa, confirmando un debilitamiento que pocos anticipaban.
En contraste, la derecha en sus distintas expresiones emergió fortalecida. Los partidos que respaldaron a Kast y a Kaiser —agrupados en el pacto Cambio por Chile— superaron en número a Chile Vamos, la coalición tradicional de la Unión Demócrata Independiente (UDI), Renovación Nacional (RN) y Evópoli, a la que se sumaron Demócratas y Amarillos en esta elección. Juntos, ambos bloques opositores quedan cerca de la mayoría y podrían ampliarla si logran acuerdos con parte del Partido de la Gente. Ese nuevo mapa abre la puerta a una Cámara más fragmentada, más polarizada y con actores emergentes que reflejan el malestar ciudadano y la irrupción de figuras ajenas a la política tradicional.
El enigma del voto Parisi
En este contexto, Franco Parisi se transformó en la variable más difícil de leer. Su 19,7% no solo lo instaló como tercero, sino que reconfiguró el mapa territorial: se impuso en buena parte del norte minero –Antofagasta, Atacama, Tarapacá– y capturó el voto de sectores emergentes, desencantados con el gobierno y con la oposición tradicional.
Los estudios de la Universidad del Desarrollo (UDD) muestran que su votación se parece más a la del “Rechazo” en el plebiscito constitucional de 2022 que a cualquier candidatura presidencial clásica, y que su electorado mantiene correlaciones débiles o incluso negativas con casi todos los otros candidatos. En otras palabras, no es un “voto transferible”.
Parisi ya puso condiciones: no respaldará a nadie por adelantado y exige que tanto Kast como Jara “se ganen los votos”. En 2021, buena parte de sus simpatizantes se quedó en la casa en la segunda vuelta. Y los que votaron, lo hicieron en mayor medida por Boric que por Kast, pese a que el candidato se había inclinado hacia el candidato de derecha, lo cual confirma su imprevisibilidad.
Esta vez, con voto obligatorio, sus votantes estarán forzados a elegir: allí se jugará una parte importante del desenlace del 14 de diciembre.
Un país partido en tres
La geografía electoral ayuda a entender la disputa que viene. El mapa regional quedó dividido en tres franjas muy nítidas. En el norte minero, Parisi se impuso con holgura, expresión de un electorado marcado por el rechazo a las élites políticas, el impacto de la migración, la inseguridad y la percepción de abandono del Estado. Ese voto, desanclado de los bloques tradicionales, se convirtió en uno de los factores más sorpresivos de la noche electoral.

El eje central del país y el sur agrícola, en cambio, se inclinaron con claridad por Kast. En regiones como La Araucanía, Ñuble y Maule, el republicano superó el 30% y consolidó un cinturón conservador donde pesan la agenda de orden, la cuestión rural y un electorado evangélico cada vez más movilizado. Es la zona donde el discurso de mano dura encontró su mayor terreno fértil.
La Región Metropolitana -donde se encuentra Santiago- y parte del sur urbano fueron, en cambio, los bastiones de Jeannette Jara. La candidata oficialista logró allí sus mejores resultados, superando el 30% en Santiago y en varios centros urbanos donde su mensaje conectó con un electorado más politizado, urbano y crítico del rumbo del país.
El Biobío quedó como la gran región bisagra: Kast, Parisi y Jara quedaron prácticamente empatados, un anticipo de la competencia voto a voto que se asoma para el balotaje.
Encuestas bajo la lupa y participación récord

Las encuestas llegaron a la noche del domingo con dos aciertos y varios errores. Anticiparon correctamente que Jara y Kast serían los dos finalistas y dibujaron un escenario de segunda vuelta favorable al candidato republicano, una tendencia que se ratifica con la unidad de la derecha.
Sin embargo, fallaron en la magnitud de la diferencia –mucho más estrecha de lo previsto– y, sobre todo, subestimaron la fuerza de Parisi, a quien situaban alrededor del 10% y terminó bordeando el 20%.
Todo esto ocurrió, además, en el marco de la elección más masiva desde el retorno a la democracia: alrededor del 85% del padrón acudió a votar, impulsado por el régimen de voto obligatorio que rige desde 2022 junto a la inscripción automática. En 2021, cuando el voto era voluntario, había votado menos de la mitad del padrón (47%).
La combinación de estas reglas llevó a votar a más de seis millones de ciudadanos que no habían participado en elecciones anteriores y que forman un electorado menos predecible y más volátil, un factor que terminó por desbordar los márgenes de error de las encuestadoras.