Las cuatro estaciones (The Four Seasons, Estados Unidos/2025). Creación: Tina Fey, Lang Fisher y Tracey Wigfield. Elenco: Tina Fey, Will Forte, Steve Carell, Colman Domingo, Marco Calvani, Kerry Kenney. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.
Hay series que se esmeran para presentar personajes protagónicos complejos, plenos de matices y contradicciones. Un esfuerzo encomiable que a veces resulta en criaturas de ficción que coleccionan defectos, traumas y tragedias que los hacen realistas pero difíciles de acompañar en el recorrido que la trama propone. Y eso sin contar a aquellos antihéroes creados por diseño para inquietar a los espectadores. Nada de eso sucede con los seis personajes centrales de Las cuatro estaciones, la miniserie que está disponible desde hoy en Netflix.
En una época que demasiadas series utilizan el recurso de comenzar con un gancho de gran impacto para luego construir el relato a través de flashbacks explicativos, esta ficción prefiere evitar trucos narrativos y se concentra en contar una trama de modo clásico y elegante, confiando en que su historia tiene el atractivo suficiente para atrapar al público.
Creada por Tina Fey (30 Rock), Lang Fisher (Yo, nunca) y Tracey Wigfield (The Mindy Project) y basada en el film de 1981 escrito, dirigido y protagonizado por Alan Alda, la comedia dramática presenta a un grupo de amigos de toda la vida que, con el transcurso de los años, hizo de sus encuentros vacacionales una cita estacional e imperdible. Se trata de tres parejas formadas por Nick (Steve Carell) y Anne (Kerry Kenney), Kate (Fey) y Jack (Will Forte), y Danny (Colman Domingo) y Claude (Marco Calvani), que se quieren y lo demuestran de la manera más sana posible: hablando mal uno del otro siempre que se presenta la oportunidad.
Sin maldad y con mucho humor, los personajes existen en un universo donde el trabajo, los problemas económicos y el mundo de los adultos en general quedan en segundo o tercer plano. Sin embargo, cuando la realidad logra colarse en uno de sus encuentros, los vínculos de antaño empiezan a transformarse de maneras que no siempre resultan fáciles de sobrellevar y que casi nunca conforman a todos.
En ocho episodios de media hora, dos por estación, Fey y su equipo logran equilibrar el humor con una extraordinaria sensibilidad para captar los momentos más emotivos esquivando, en general, el exceso de sentimentalismo y los subrayados innecesarios.
Cada una de las parejas tiene su momento de brillar y lo mismo sucede con los individuos que las componen, aunque la narración se apoya mayormente en su estructura coral. Una base firme en gran medida gracias a los talentos de todos los intérpretes involucrados. Carell, Forte, Fey y Domingo-que también se encargó de la dirección del sexto episodio- se destacan del conjunto al componer a sus personajes con una naturalidad que el resto de los actores no consigue alcanzar del todo, especialmente el italiano Calvani que parece estar representando al estereotipo del hombre gay europeo según la mirada de los norteamericanos. Es cierto que su Claude es el encargado de sonar las alarmas sobre la salud de Danny que nadie, ni siquiera el primer involucrado, quiere escuchar, y que sus modos exagerados y dramáticos son el motivo usual de las risas del resto del grupo. Un conflicto abierto que al mismo tiempo resulta en uno de los momentos más satisfactorios de la trama.
Más allá de algunas inconsistencias interpretativas, episodio a episodio la serie acierta en el retrato de los amigos de mediana edad cuyos matrimonios empiezan a mostrar las grietas del paso del tiempo y de los malentendidos acumulados. Kate y Jack parecen ser la pareja más sólida, aunque la comodidad de su vínculo esconde unas carencias que no se animan a encarar, mientras que Danny y Claude tienen muy distintas maneras de ver la vida y Nick y Anne atraviesan una crisis demoledora.
Con un estilo de comedia inteligente que encuentra el ritmo perfecto en la mayoría de las escenas gracias a un guion construido al detalle, la ficción tropieza solo cuando la balanza se inclina demasiado hacia el drama. De todos modos, esos pasajes tienden a superarse más pronto que tarde.
Los paisajes y parajes vacacionales también invitan al espectador a identificarse con ellos, a debatir si su viaje ideal sería en la primavera y al borde de un lago, en una playa tropical durante el verano, en la colorida Nueva Inglaterra en el otoño o en una remota cabaña invernal. En la ficción cada lugar y estación trae consigo una robusta cantidad de discusiones, carcajadas y enojos como solo los amigos de siempre pueden sostener sin riesgo de asestar heridas demasiado graves.
Las cuatro estaciones es el equivalente en serie de tomarse una taza de té caliente en un día frío y nublado, celebra el poder sanador de la amistad, se ríe del paso del tiempo y propone al perdón y la reconciliación como las mejores estrategias para alcanzar la felicidad tan buscada.