En Cerrillos, un pueblo enclavado en el valle de Lerma, Salta, se encuentra el corazón del proyecto que lidera Gabriel Duranti. Allí, rodeado de cerros y entre cultivos de anís, pimentón y comino, comenzó a tomar forma la empresa que, con el tiempo, se volvió una referencia nacional cuando se habla de procesamiento y exportación de especias y semillas.
Su historia forma parte del ciclo Voces de Nuestra Tierra, la iniciativa de Infobae y Chevrolet que visibiliza a quienes trabajan desde el interior argentino para transformar sus comunidades. En este caso, la cocina, la herencia familiar y la apuesta por la innovación productiva fueron los ingredientes de un recorrido singular.
Una herencia familiar convertida en proyecto de vida
“Cada vez que miro estos paisajes, pienso en mi papá, en todo lo que soñaba para este lugar, y me pregunto qué pensaría él si pudiera ver hoy todo lo que logramos”, dice Gabriel, mientras muestra los cultivos. Su infancia estuvo marcada por relatos de trabajo duro: su padre montando a caballo rumbo a la escuela, atravesando heladas salteñas y resolviendo tareas del campo antes de volver al hogar.
También fue la voz de su tío Américo quien, desde joven, le insistía en la necesidad de profesionalizar la actividad agrícola. De ese legado nació su compromiso con la tierra. En 2002, con apenas una balanza, una pala y una palangana, fundó junto a un socio la empresa Dusen, dedicada a elaborar mezclas de condimentos como chimichurri, con especias locales.
Mientras el equipo de Voces recorre los campos, a los que llegó en la Chevrolet S10, Gabriel cuenta cómo fue su primera venta: nueces y pimentón que ofreció en una panadería de barrio. “Sentí la misma emoción que un chico con juguete nuevo”, recuerda. Desde ese día el sueño de cultivar y vender estos productos no le dio tregua.
Aquel primer impulso lo llevó a trabajar codo a codo con productores de la zona en la comercialización de ají y pimentón, dos cultivos tradicionales del valle. Pero la necesidad de crecer, diversificar y agregar valor lo empujó a explorar nuevos caminos. Hacia 2011, comenzaron a incursionar en el negocio de los granos, con la chía como primer apuesta.
La respuesta del mercado y la demanda creciente marcaron un punto de inflexión: en 2013, decidieron unificar esfuerzos y dar forma a DCM Agroindustrial, una nueva planta nacida de la fusión entre Dusen y Molinos Cerrillos, con el objetivo de industrializar los productos de la región y abrir nuevas oportunidades para la comunidad.
De Salta a Europa: cómo la chía cambió el rumbo
Ese mismo año, DCM comenzó a generar vínculos con productores locales. Uno hito clave en el crecimiento de la empresa fue la incorporación de la chía, un cultivo que hasta ese momento no formaba parte del calendario agrícola de la zona. La cercanía a la planta procesadora les permitió a los agricultores agregar valor y diversificar su trabajo, el cual estuvo ligado históricamente a la industria de tabaco.
“Fuimos pequeños hacedores de lo que hoy significa este cultivo para el valle”, asegura Gabriel. A su vez, la semilla se convirtió en uno de los pilares fundamentales del crecimiento de la compañía. Para lograrlo se destinó gran parte de las ganancias a la compra de maquinaria y desarrollo tecnológico.
El emprendimiento, que comenzó comercializando 100 toneladas durante su primer año, hoy cuenta con una planta de 5.000 metros cuadrados que opera las 24 horas, los siete días de la semana, y supera las 9.000 toneladas de producto procesado y distribuido. “Estamos equipados con tecnología para competir en mercados exigentes como los de Estados Unidos y Europa. Logramos las certificaciones como libre de gluten, procesamiento orgánico, kosher y halal”, afirma el empresario.
Condimentos con identidad y tecnología de punta
Gabriel tiene una convicción que atraviesa todo su trabajo: respetar los procesos y valorar el conocimiento local. En las pequeñas extensiones donde se cultivan ajíes y pimentones, la recolección sigue siendo manual. Por eso, la capacitación continua, la participación en ferias tecnológicas y la profesionalización del equipo son clave para mejorar cada etapa de la producción.
“La cocina une, convoca, conecta”, dice. Por eso, sus productos están pensados para los momentos de encuentro: el asado del domingo, la picada con amigos, las recetas que pasan de generación en generación. “Es algo medio romántico: quiero que la gente se anime a usar especias, a cocinar, a probar”, señala.
Una historia de transformación desde el interior
Gabriel define su recorrido con tres palabras: “trabajo, trabajo y trabajo”. Bajo esa consigna, logró reconvertir una tradición agrícola familiar en una empresa que genera empleo, promueve prácticas sostenibles y abre nuevos caminos para los productores de la región.
El impacto del proyecto ya se refleja en su entorno: cada vez más personas se suman a la cadena de valor, desde la producción hasta la industrialización. Para él, este proceso marca un cambio en la historia productiva de la región, donde Salta —tradicionalmente vinculada al tabaco— empieza a consolidarse como un polo agroindustrial con identidad propia.
Esta historia es un ejemplo de cómo la pasión por la tierra y el compromiso con el entorno pueden convertirse en motor de desarrollo. Si el futuro fuera un plato que cada persona cocina desde el lugar que elige habitar, él ya sabe dónde encontrar los ingredientes: en el valle de Lerma, donde se cultivan especias capaces de dar un sabor único a esos sueños.
Voces de Nuestra Tierra es una serie de cinco capítulos que recorren distintas regiones del país para visibilizar a personas que impulsan el desarrollo local desde sus raíces. Este es el segundo episodio del recorrido. El próximo se estrenará el jueves 31 de julio y seguirá revelando historias que nacen del territorio y transforman realidades.