Las “garantías de seguridad” para Ucrania: una encrucijada compleja, intrincada y poco confiable

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Al recibir al Presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky y a líderes europeos en la Casa Blanca el 18 de agosto, Donald Trump intentó transmitir optimismo: dijo que la paz en Ucrania estaba “al alcance de la mano”. Sin embargo, sus declaraciones reflejaron más dudas que certezas. “Pensé que esta —la guerra en Ucrania— sería una de las más fáciles”, confesó. “Es muy complejo”, sumó.

Ese mismo pesimismo subyacente domina el debate sobre las garantías de seguridad para Ucrania, un punto clave y aún irresuelto en las negociaciones que el propio Trump lidera tras su cumbre con Vladimir Putin en Alaska el 15 de agosto.

Putin exige concesiones territoriales —incluido el control formal de las zonas aún no ocupadas en el Donbass— y rechaza un alto el fuego previo a cualquier acuerdo. Trump parece inclinado a esa secuencia, mientras los europeos insisten en un proceso gradual con cese de hostilidades inicial. Kiev, por su parte, mantiene la línea: la única garantía real es el fortalecimiento de sus propias Fuerzas Armadas.

El dilema de las “garantías”

Trump aseguró que Rusia aceptaría “garantías de seguridad” para Ucrania, incluso comparables al Artículo 5 de la OTAN, aunque descartó explícitamente la adhesión del país a la Alianza Atlántica. “Sería muy insultante para Rusia”, declaró el 19 de agosto.

Pero ¿qué significan esas garantías en la práctica?

        •         El Memorandum de Budapest (1994), donde Washington, Londres y Moscú prometieron respetar la soberanía ucraniana, mostró lo frágiles que pueden ser las “promesas” sin mecanismos de aplicación.

        •         Samuel Charap, analista de RAND Corporation (un think tank con sede en EEUU, Europa y Australia), recuerda que “un modelo intermedio podría asemejarse al acuerdo de 1975 entre Estados Unidos e Israel: no defensa automática, pero sí compromisos de sanciones inmediatas o apoyo militar en caso de violación”.

        •         Sin embargo, desde Moscú, el Canciller ruso Sergei Lavrov, reafirmó que cualquier esquema debería basarse en propuestas pasadas que incluían un derecho de veto ruso y la participación de China como garante, lo que vaciaría de sustancia cualquier compromiso real.

Según Chatham House, esto expone una paradoja insalvable: “No puede haber garantías efectivas para Ucrania si el propio agresor tiene poder para condicionar o bloquear su activación”.

Europa intenta tomar la iniciativa

Francia y Reino Unido impulsan desde hace meses la idea de una “coalición de los dispuestos (o de los voluntarios, en otra acepción)”, con capacidad de desplegar tropas en territorio ucraniano y aviones en sus cielos. Se sumarían otros países europeos e incluso no europeos, como Australia, Canadá y hasta eventualmente Japón.

El International Institute for Strategic Studies (IISS) subraya que el objetivo de esa fuerza sería triple:

  1. Entrenar y reforzar al ejército ucraniano.
  2. Disuadir a Rusia con presencia militar extranjera.
  3. Respaldar la credibilidad europea, dañada tras la retirada de asesores en 2022.

El plan, sin embargo, está plagado de incógnitas: ¿qué ocurriría si Rusia atacara directamente a esa fuerza? ¿Responderían los europeos como si se tratase de un Artículo 5 encubierto?

Para el Carnegie Europe, este es el talón de Aquiles de la propuesta: “Si Moscú lanza un ataque limitado, por ejemplo desde su propio espacio aéreo, los europeos se enfrentarán a la disyuntiva de escalar el conflicto o aceptar la humillación. Ambas opciones tienen costos enormes”.

El papel ambiguo de Estados Unidos

Trump envió señales contradictorias. Por un lado, afirmó que los europeos serían “la primera línea de defensa”. Por otro, insinuó que Washington podría respaldar con inteligencia, logística e incluso poder aéreo: “No creo que vaya a ser un problema; tenemos las mejores armas del mundo”, señaló el líder republicano.

El Center for Strategic and International Studies (CSIS) interpreta esta ambigüedad como parte del estilo negociador de Trump: “Promete cooperación, pero evita compromisos jurídicos. Eso le permite mostrar flexibilidad ante Putin y, al mismo tiempo, dar la impresión de apoyo a los aliados europeos”.

Marco Rubio, Secretario de Estado de los EEUU, lidera un grupo de trabajo para explorar posibles fórmulas híbridas de garantía. Pero Rusia ya expresó su rechazo a cualquier despliegue europeo en Ucrania, lo que anticipa nuevas tensiones.

La perspectiva ucraniana

En última instancia, Kiev sabe que ninguna fórmula de papel puede sustituir a su propio poder militar. Emmanuel Macron lo reconoció en Washington: “La garantía definitiva son las fuerzas armadas ucranianas. Ningún acuerdo debe limitar su tamaño ni su capacidad”.

Para RAND, este es el núcleo del dilema: “Un acuerdo que imponga límites al ejército ucraniano equivaldría a repetir el error de los años 90, cuando Ucrania entregó sus armas nucleares sin recibir una protección real”.

Zelensky, presionado por la guerra y por la política interna, no puede firmar un tratado que deje a su país vulnerable ni aceptar convertirse en un Estado vasallo condicionado por Moscú.

Conclusión

Las negociaciones en curso revelan una contradicción fundamental: el sistema de garantías que busca Trump solo puede ser viable si cuenta con la aprobación del propio agresor, Vladimir Putin. Eso deja a Ucrania atrapada entre promesas ambiguas, propuestas europeas aún sin consenso y un aliado estadounidense que oscila entre el apoyo y la complacencia hacia Moscú.

Como resume Chatham House: “La paz que Trump intenta presentar como inminente no es necesariamente una paz duradera, sino un compás de espera para que Rusia se rearme”.

Por ahora, Ucrania se aferra a una certeza amarga: su única garantía real sigue siendo la resistencia de sus soldados.

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