La subida de los precios para la compra y el alquiler de vivienda, provocada por la creciente demanda y la escasa oferta, está afectando al bolsillo de los trabajadores. Pese a que los salarios han visto un aumento paulatino con el pasar de los años, estos no se han visto reflejados en la economía real, puesto que la inflación y el aumento de gastos ineludibles -como la vivienda- absorben este incremento.
Entre 2018 y 2023, la renta de los menores de 64 años creció de manera progresiva, aunque a un ritmo inferior al de los mayores de esa edad, según los datos de la última Encuesta de Condiciones de Vida del INE. Así el encarecimiento del acceso a la vivienda y de los pagos asociados ha supuesto una carga que ha limitado la mejora de la renta disponible.
La encuesta muestra cómo han ido creciendo los ingresos desde 2018 hasta 2023, donde la subida ha sido más pronunciada para los tramos más bajos de la distribución, en torno al 35%, mientras que los niveles más altos apenas superaron el 20%. Por otra parte, los mayores de 64 años registraron incrementos de entre el 30% y el 35%, superando a la población activa en casi toda la escala de ingresos. Pese a los aumentos, la inflación acumulada durante el mismo periodo fue de 18%, lo que significa que una parte relevante de los menores de 64 años se ha quedado con un crecimiento real muy reducido o prácticamente nulo.
Hipotecas y alquiler se comen los aumentos
Según la publicación del INE, desde 2018 la subida del precio de la vivienda ha acaparado un 30% del aumento de los ingresos de las personas menores de 64 años. Dentro de este amplio grupo, solo un tercio de ellos vive en una propiedad sin hipoteca, mientras que otro tercio tiene que hacerse cargo del pago de la hipoteca. El tercio restante reside en viviendas de alquiler o en cesión. Por el contrario, entre los mayores de 65 años predomina la vivienda en propiedad ya pagada, siendo menos vulnerables a las subidas de los precios.
Estas subidas han hecho que los empleados jóvenes y de mediana edad vean como su capacidad de mejora real queda constreñida. Esto se debe en parte a que los pagos de vivienda y sus suministros han aumentado a la vez que lo han hecho sus precios y los hogares con hipoteca tienen que hacer frente también al encarecimiento de los tipos de interés tras la pandemia.
Además, aunque el índice de precios al consumo (IPC) pueda reflejar el encarecimiento generalizado, existen otras partidas que golpean directamente a determinados colectivos, como los pagos de préstamos hipotecarios, influenciados por la subida de los tipos de interés. Para los trabajadores menores de 64 años, afrontar estas cuotas supone un impacto directo en su liquidez mensual. A estos datos cabe sumarle el encarecimiento de los suministros energéticos durante la crisis de 2022, que agravó la situación. Estos factores podrían explicar por qué, pese a la mejora en datos como el PIB o el empleo, la percepción de bienestar de muchos hogares se ha mantenido estancada.