WASHINGTO.- La reciente divulgación masiva de más de 20.000 páginas de correos electrónicos y mensajes de la sucesión del difunto financiero Jeffrey Epstein sacudió la política estadounidense de tal manera y con tanta fuerza, que el expríncipe Andrés de Inglaterra se llevó uno de los más fuertes coletazos.
Además del caso de Trump y las menciones al presidente estadounidense en los mails difundidos, en los que Epstein repite su afirmación de ser “capaz de derribarlo”, los documentos revivieron otra historia de gran polémica que, de alguna manera, es paralela al escándalo que involucra al mandatario republicano: la del expríncipe Andrés de Gran Bretaña.

La Casa Blanca, en medio de la defensa férrea de Trump, fue la que inadvertidamente estableció el puente entre ambos escándalos.
La vocera Karoline Leavitt, al responder a la divulgación de correos que mencionaban a una “víctima” no identificada que pasaba horas con Trump en la casa de Epstein, identificó a esa persona como Virginia Giuffre.
Leavitt se apresuró a señalar que Giuffre había “dicho repetidamente que el presidente Trump no estuvo involucrado en ningún acto indebido y ‘no podría haber sido más amable’” en sus interacciones. Sin embargo, la mención de Giuffre trae consigo inmediatamente la sombra del Príncipe Andrés.
Giuffre es la misma mujer que acusó al príncipe Andrés de Gran Bretaña y a otros hombres influyentes de explotarla sexualmente cuando era adolescente.
Andrés, que fue despojado de sus títulos y expulsado de su residencia real por el Rey Carlos III debido a su relación con Epstein, siempre mantuvo una postura firme sobre las acusaciones de Giuffre: las rechazó. Y dijo que no recordaba haberla conocido.

Pero los correos de Epstein publicados por el Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes de de los Estados Unidos pusieron aún más en duda el relato de Andrés y sus negaciones.
Quien ahora formalmente se llama Andrew Mountbatten-Windsor, afirmó haber roto lazos con el delincuente sexual infantil Epstein a finales de 2010. Pero los emails revelados muestran mensajes enviados en marzo de 2011, de Andrés a Epstein.
La correspondencia de 2011 revela el pánico del exmiembro de la realeza ante las acusaciones del diario Mail on Sunday. Andrés les escribió al pedófilo y a Ghislaine Maxwell: “No puedo soportar más”.
Aún más condenatorio es el aparente apoyo que los correos dan a la autenticidad de la notoria fotografía de 2001 que muestra al príncipe Andrés posando junto a una Giuffre de 17 años mientras la agarra por la cintura.

En un correo electrónico de 2011, el propio Epstein pareció confirmarlo: “Sí, ella estaba en mi avión y sí, se tomó una foto con Andrés, como muchos de mis empleados”.
Esta confirmación, proveniente de la propia sucesión de Epstein, choca de frente con la defensa que el ex príncipe ofreció en una entrevista de 2019, donde negó haber actuado mal, sugirió que la fotografía pudo haber sido manipulada y declaró que “no tenía absolutamente ninguna memoria” de que se hubiera tomado.
Los documentos ofrecen una visión de la desesperación de Andrés en ese período.
En una cadena separada, pareció increpar a Maxwell sobre el tema: “Ey! ¿Qué es todo esto? ¡No sé nada de esto! Tenés que DECIRLO, por favor. Esto NO tiene NADA que ver conmigo. No puedo soportar más de esto”.
Luego, Andrés fue explícito en otra misiva sobre su estrategia de negación: “Por favor, asegúrense de que cada declaración o carta legal establezca claramente que NO estoy involucrado y que no sabía y no sé NADA sobre ninguna de estas acusaciones”, escribió, con mayúsculas y minúsculas.
Mientras Andrés intentaba distanciarse, Epstein maniobraba para desacreditar a la acusadora.
El financiero parecía interesado en pedir a un periodista que investigara a “la acusadora de Andrés” porque a Buckingham “le encantaría”.
En julio de 2011, Epstein presionó para desacreditar a Giuffre y pidió que se enviara a “un reportero o reporteros” a investigar a “la chica de la foto”.
En ese correo, afirmó que ella no era “más que una telefonista” y que, “según su propia versión”, había trabajado para Trump en Mar-a-Lago “a esa edad”. “Es ridículo”, escribió.
Para Epstein, Giuffre era “una total mentirosa” y todo lo que decía era “puras habladurías”. En otro intercambio, insistió en que el Daily Mail le había pagado para “sacar la verdad”, en un intento de desacreditarla aún más.
A pesar de los esfuerzos frenéticos de Andrés por desvincularse y la estrategia de Epstein para anular a su acusadora, el daño fue irreparable.
Giuffre alegó en sus memorias póstumas que fue obligada a tener relaciones sexuales con el expríncipe tres veces: en la casa de Maxwell en Londres, en el domicilio de Epstein en Manhattan y en la isla privada del financista.
En última instancia, el escándalo se convirtió en una carga insostenible para la monarquía británica. La publicación de las memorias de Giuffre y la difusión de documentos del patrimonio de Epstein llevaron al rey Carlos III a tomar la decisión drástica de despojar a Andrés de sus títulos y poner fin a su vida pública.
Si bien los correos de Epstein sobre Trump revelaron un cálculo frío de utilizar a un expresidente como “moneda política y de relaciones públicas”, las revelaciones sobre Andrés evidencian la peligrosa cercanía del círculo de Epstein.
Las declaraciones de la Casa Blanca, destinadas a defender a Trump, terminaron resaltando cómo Giuffre, la víctima que presuntamente vio a Trump, fue también la catalizadora que derribó la vida pública de un príncipe que hoy ya no posee ese título.
Agencia AP
