Las personas fuertes físicamente comparten estos rasgos de la personalidad, según estudios

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La fortaleza muscular no solo tiene valor en el deporte o la supervivencia, sino que impacta en dimensiones profundas de la vida humana: desde la personalidad y las emociones hasta la forma de posicionarse políticamente. Así lo indica un análisis realizado por Aaron W. Lukaszewski, investigador de la California State University y editor de la revista Evolution and Human Behavior.

El trabajo, que se apoya en estudios y metaanálisis de bases de datos internacionales, muestra un patrón repetido: las personas físicamente más fuertes suelen presentar menos miedo y ansiedad, mayor extraversión, mayor tendencia a la agresividad y un impulso más fuerte por alcanzar estatus social.

Lukaszewski relaciona estos hallazgos con la lógica de la evolución. En el reino animal, los conflictos por recursos suelen resolverse según la capacidad de imponerse físicamente. En los humanos, esa dinámica persiste: investigaciones de Aaron Sell y Michael Barlev confirman que los hombres más fuertes se reconocen como con mayor derecho sobre los recursos, reportan más episodios de ira y tienen más historial de peleas.

La fortaleza física también se vincula con la salud mental. En estudios junto a la investigadora Nina Rodríguez, Lukaszewski encontró correlaciones negativas de hasta -0,50 entre fuerza y ansiedad: cuanto más fuerte el individuo, menos miedo o vulnerabilidad experimenta.

Esto ayuda a explicar las diferencias de género: como los hombres son en promedio más fuertes, también registran menos niveles de ansiedad y depresión. El mismo patrón se observa entre mujeres: aquellas con mayor fuerza muscular reportan menos síntomas de ansiedad.

El psicólogo Ed Hagen ofrece un marco teórico para entenderlo. Las personas fuertes negocian con el entorno desde la ira y la confrontación, mientras que los más débiles tienden a la pasividad o la depresión como estrategia de adaptación.

El vínculo entre fuerza y sociabilidad no se limita a sociedades occidentales. Estudios entre comunidades indígenas amazónicas —como los tsimane de Bolivia o grupos en Conambo, Ecuador— demostraron que los más fuertes son más extrovertidos, buscan con mayor intensidad el estatus y tienen más éxito en la competencia sexual. De hecho, los hombres con mayor fortaleza física suelen expresar mayor interés en relaciones no comprometidas y muestran mayor éxito en la competencia por parejas.

El impacto de la fuerza llega incluso a las preferencias ideológicas. Según las investigaciones recopiladas por Lukaszewski, los hombres más fuertes —sobre todo aquellos con bajos ingresos— tienden a respaldar la redistribución de recursos, a favorecer jerarquías sociales y a apoyar posiciones dominantes o militaristas. En paralelo, muestran menor inclinación hacia valores progresistas como la igualdad o la defensa de los más vulnerables.

En conjunto, los hallazgos sugieren que la fortaleza física actúa como un regulador evolutivo de la conducta: moldea las emociones, las actitudes sociales e incluso las convicciones políticas. Para Lukaszewski, muchas dimensiones de la personalidad no son rasgos fijos, sino adaptaciones configuradas en función del balance de costos y beneficios que impone la fuerza de cada individuo.

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