Las piezas metálicas realizadas por la diseñadora dejan su huella en las vidrieras y en las casas

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Lámparas, mesas, bancos, percheros y objetos para el baño, la cocina, el jardín y la casa… Las creaciones de Andrea Peraita tienen su impronta y, aunque la diseñadora no tiene un local de venta al público a la calle -sí se puede visitar su taller-, sus obras, presentes en negocios de decoración o ambientando locales de distintos rubros, se reconocen a primera vista.

Hace veintidós años que sus piezas “con alma”, que a veces suman cristales, piedras o telas, tienen origen en sus sueños, sensaciones y emociones. Si bien a la diseñadora siempre le gustó la decoración, en su momento eligió estudiar arquitectura. En cuarto año cambió a diseño industrial e hizo tres años de carrera y, aunque entonces abandonó, todos esos años de estudios respaldaron lo que vendría.

Hojas, flores, ramas… la inspiración botánica está presente en sus formas. Sin embargo, no todas son orgánicas. “Por ahí ahora se nota más toda esta parte que es la conexión con la naturaleza, pero también está presente el art deco”, advierte

“Hice cursos de todo lo que te puedas imaginar, desde textiles hasta armar vidrieras o hacer barrales. Era mi manera de entender el mundo. Desde muy chica el tema de dibujar siempre me costó. En manualidades tenía 10 y en dibujo era un 2”. Esto se reflejó más tarde en la facultad, donde le iba muy bien en resolución de maquetas: antes de dibujar ya había hecho una. “En volumetría encuentro fácil el tema de la proporción y la forma”, afirma.

Cuando empezó el emprendimiento, su hija tenía un año y ocho meses. “Siempre fui trabajólica y en ese momento estaba muy con el tema de la maternidad. Yo siempre la maternidad la entendí como algo donde mi presencia era importante, pero no era lo que llenaba mi vida. Siempre sentí que tengo que dejar una huella en este mundo”. Sus primeros objetos fueron unos bichitos en alambre. Una vez familiarizada con el material sumó alambre más grueso para las arañas.

“Para mí siempre todo es arrancar con algo porque las ideas, si no las materializás, quedan en una idea. De hecho, cuando vos materializás las cosas y toman forma, no solo ves la proporción y la dimensión, sino también la sensibilidad de eso”, reflexiona. Más tarde fue el turno del tejido de alambre de cobre, en un momento en el que no había mucha información. “Los pocos que sabían oxidar piezas no te querían decir cómo. Había que aprender muchas técnicas en el camino, que son las que te hacen descubrir otras. Parece que vas para un lado y empezás a abrir puertas por otros”, dice.

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Sus lámparas y objetos en alambre y hierro llegaron de manera natural. “Lo mío nace de un hobby”, confiesa. El trabajo con las manos estuvo siempre presente en su vida y aún hoy se sigue anotando en cuanto curso le interesa. Entre los últimos, joyería con cristales y cerámica. Andrea Peraita nunca se aburre y vuelca toda su creatividad y aprendizaje en las piezas metálicas que produce y comercializa. “Si bien yo amo lo que hago, atrás de eso también está toda la parte que no es divertida, que es la de manejar empleados y de todo lo que conlleva tener un emprendimiento”, agrega.

¿Cómo llegó al alambre y hierro para sus productos? A partir de un pedido a una persona que sabía trabajar el metal, “cuando vi de qué se trataba me gustó, le dije “¿me enseñás a soldar?” y ahí arranqué. Hacía cosas para mí, después venían mis amigas y me decían “que copado esto, yo quiero”. Desde entonces, lo suyo fue el boca a boca aunque, confiesa, “quienes tenían mis cosas, lo que menos querían era que se enteraran de quién era yo”.

Más allá de las lámparas, su mundo creativo incluye servilleteros, jaboneras, toalleros, alzapaños, correcortinas, fanales, porta espirales y demás objetos..

Sus creaciones tienen algo que las hace reconocibles. ¿Cuál es ese sello? “El alma, porque es tan grande la diversidad de objetos que hay algo en la impronta de lo que hago. Por ahí hay copias, pero automáticamente la gente lo reconoce”, señala. Hojas, flores, ramas… la inspiración botánica está presente en sus formas. Sin embargo, no todas son orgánicas. “Por ahí ahora se nota más toda esta parte que es la conexión con la naturaleza, pero también está presente el art deco”, advierte. En un momento incorporó caireles a sus lámparas, inspirada en ideas de decoración que vio en sus viajes.

Más allá de las lámparas, su mundo creativo incluye servilleteros, jaboneras, toalleros, alzapaños, correcortinas, fanales, porta espirales y demás objetos. Todos están relacionados con el funcionamiento diario de la casa: en ella todos los objetos tienen una función. De sus viajes traía cosas chiquitas y fáciles de cargar, como tiradores. “Cuando llegué acá empecé a reproducirlos con piedras de bijouterie. Y cuando me presenté en Puro Diseño, más allá de las lámparas y otras cosas, había bandejas llenas de tiradores. La gente hacía cola para comprarse esa piecita”, cuenta.

Para Andrea Peraita, el arte no es algo lejano e inaccesible, sino algo al alcance de la mano. “Cualquier objeto o cualquier pieza que pueda transmitir o conectar al otro con una emoción, para mí, es arte”. Hoy su fuerte son las líneas con formas de hojas en las que puede haber un mix con el vidrio. Ya no tanto el cairel sino el vidrio aplicado que aporta una dosis de brillo. Y ahora se inclina por las chapas golpeadas, que le dan textura al objeto. El golpe puede ser fuerte, con un efecto como de puntos, o más suave, con un efecto de marca. Si bien el trabajo en los mismos materiales es una constante, Andrea Peraita mira todo, pero no sigue lo que se usa. “Siempre me parece más de todo lo mismo. No hay nada novedoso. No hay nada que me llame la atención como en otros años. Es como en la ropa, está todo reversionado. No siento que algo me llame o me impacte”, afirma.

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Su lugar en el mundo es Nueva York, adonde va casi todos los años. “Tengo una conexión con el alma. Siempre me sentí como en un lugar que soy parte. Me gusta mucho la diversidad, el olor que hay, la gente”. Reconoce que la gran manzana es para ella inspiradora.

Con cita atiende en su taller y no se plantea la posibilidad de un local a la calle. “No es lo mío. A mí me gusta más la parte del diseño, del crear. Si bien la parte de venta la hago a través de Instagram y el contenido lo hago yo, no estoy vendiendo, te estoy mostrando lo que hago.” Así aparecen clientes nuevos que se suman a los de siempre, que pueden llegar a las tres generaciones.

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