El pasado 10 de septiembre se estrenó en Netflix la serie Las Muertas, dirigida por Luis Estrada y basada en la novela homónima de Jorge Ibargüengoitia. La producción narra la historia de las hermanas Baladro, quienes levantan un imperio de burdeles en la provincia mexicana de los años sesenta, pero pronto se ven envueltas en una cadena de crímenes y asesinatos.
Aunque la trama está atravesada por tintes de ficción y un inconfundible toque de humor negro, tanto la serie como la obra literaria parten de un caso real que estremeció a México en el siglo XX: el de Las Poquianchis, nombre con el que la prensa bautizó a las hermanas González Valenzuela, responsables de una de las redes de prostitución, trata y homicidios más siniestras del país.
¿Quiénes fueron Las Poquianchis?
Las Poquianchis fueron cuatro hermanas originarias de Jalisco: Delfina, María de Jesús, Carmen y María Luisa González Valenzuela. Durante las décadas de 1950 y 1960, estas mujeres construyeron un negocio de prostíbulos que operaban principalmente en Guanajuato y Jalisco, disfrazados bajo el argumento de “casas de citas” o “casas de huéspedes”.
El apodo de “Las Poquianchis” provino de un mote popular que hacía referencia a una expresión coloquial de la región, y fue retomado por los periódicos cuando el caso salió a la luz. Su historia no sólo implicó la explotación de mujeres jóvenes, muchas de ellas menores de edad, sino también decenas de asesinatos que permanecieron ocultos por años gracias a la complicidad de autoridades locales.
De acuerdo con investigaciones judiciales y periodísticas, las hermanas reclutaban a mujeres bajo engaños, prometiéndoles trabajo como empleadas domésticas o meseras. Una vez dentro de sus burdeles, eran forzadas a prostituirse bajo un régimen de encierro y violencia.
Las víctimas eran sometidas a condiciones precarias, sin acceso a atención médica ni libertad de movimiento. Quienes enfermaban, intentaban escapar o simplemente ya no resultaban “útiles” eran castigadas con brutalidad. Testimonios posteriores confirmaron que muchas de estas mujeres murieron a causa de golpes, hambre o negligencia.
En algunos casos, los cuerpos eran enterrados en fosas clandestinas dentro de las propiedades de las González Valenzuela. Se estima que entre los años cincuenta y setenta, más de 90 mujeres y algunos hombres perdieron la vida en manos de este clan criminal.
La caída de Las Poquianchis ocurrió en 1964, cuando una denuncia llevó a la policía a investigar uno de sus prostíbulos en San Francisco del Rincón, Guanajuato. Lo que en un inicio parecía un caso aislado de trata se convirtió en uno de los mayores escándalos criminales de la época.
Durante las diligencias se localizaron restos humanos en distintas propiedades, lo que confirmó las sospechas de múltiples asesinatos. La prensa de aquellos años dio una amplia cobertura al caso, convirtiéndolo en un fenómeno mediático que sacudió a la opinión pública.
En 1964, las tres hermanas principales —Delfina, María de Jesús y Carmen— fueron detenidas. María Luisa, la menor, fue recluida en un hospital psiquiátrico. Posteriormente, las detenidas recibieron condenas de 40 años de prisión, aunque no todas cumplieron la totalidad de la sentencia.
Impacto en la cultura mexicana
El caso de Las Poquianchis dejó una huella profunda en la memoria colectiva. No sólo expuso la vulnerabilidad de miles de mujeres frente a redes de explotación, sino también la corrupción e indiferencia de autoridades que permitieron su funcionamiento durante años.
Con el paso del tiempo, su historia fue retomada en distintos formatos: reportajes, crónicas, películas y obras literarias. Entre ellas destaca la novela Las Muertas (1977) de Jorge Ibargüengoitia, una recreación ficticia pero inspirada en hechos documentados.
Hoy, con la llegada de Las Muertas de Luis Estrada, la historia vuelve a colocarse en el centro de la conversación. La serie revive el México de los años sesenta y confronta a la audiencia con una realidad que, pese a estar mediada por el humor negro del director, refleja un episodio crudo de violencia y desigualdad en el país.
Aunque la producción no busca ser un relato documental, sí recupera el trasfondo social de la tragedia que envolvió a las víctimas de Las Poquianchis. Al igual que en la obra de Ibargüengoitia, la intención es mostrar cómo la ambición y la impunidad pueden dar lugar a historias de horror, pero también invitar a la reflexión sobre un contexto histórico que sigue siendo relevante.
Con ello, Las Muertas no sólo funciona como entretenimiento, sino como un recordatorio de que la ficción muchas veces se alimenta de los hechos más oscuros de la realidad.