Hace 88 años, en la calle Varela 268, en Flores, nació y vivó su infancia una de las figuras más influyentes de la Argentina: el papa Francisco. En ese barrio creció, estudió, jugó al fútbol y encontró su vocación religiosa, y así quedó asentado en varias cuadras de la zona –que fueron claves en la vida de Jorge Bergoglio– a través de placas conmemorativas que la Legislatura porteña fue colocando en 2013 y 2014, tras su asunción como Sumo Pontífice.
De hecho, luego de la noticia de su fallecimiento, sus fieles eligieron dos lugares específicos para desplegar sus demostraciones de afecto: la otra casa donde vivió desde los 5 años, en Membrillar 531, y la Basílica de San José de Flores, en la avenida Rivadavia 6950, donde descubrió que quería ser sacerdote. Ahí fueron dejando pequeñas muestras de cariño –velas, flores, estampitas– para quien fue el primer papa latinoamericano.
Esos que marcaron las primeras etapas de su vida, en el rincón que más amaba de Buenos Aires, son seis lugares situados en siete cuadras a la redonda.
En el inmueble de Varela 268 hoy queda, como prueba de su relación con Bergoglio, una placa de mármol en la entrada: “En esta casa nació el papa Francisco”, dice el cartel, que data de 2014, con una foto de él en el medio y la leyenda “Santo Padre Francisco. Rezamos por vos”. A través de la puerta de hierro que da a la calle, se ve un largo pasillo por el que se accede al PH que en 1936 lo vio nacer.
Las pocas personas que pasaban por ahí ayer se detenían por un momento a leer la placa. Un hombre sacó una foto con su celular y se persignó. No era vecino del barrio, pero, como contó a LA NACION en una recorrida por la zona, aprovechó la oportunidad para rendirle su pequeño homenaje y mostrarle a su hija una captura de esa fachada.
Más tarde, cuando Bergoglio tenía 5 años, con su familia se mudaron a Membrillar 531, casi a seis cuadras del anterior domicilio. “En esta casa vivió el papa Francisco”, se lee en una placa de 2013, que solo cambia el verbo respecto de la anterior. Los autos que pasaban por enfrente bajaban la velocidad y miraban la fachada en la que los vecinos habían dejado algunos ramos de crisantemos blancos y azules atados en las rejas de la ventana. En la vereda, unos pocos objetos: un gorro azul y grana que decía “Por amor a San Lorenzo” –del que el pontífice era socio– acompañaba a un cuadrito rememorando al mismo club como el “Campeón de América” en 2014. Unas velas se consumían al lado de la puerta, junto a una estampita con la imagen del Papa adorando a la Virgen.
A pocos metros, en la plazoleta Herminia Brumana, una chapa circular contra el piso declara una vez más el paso de Francisco por ahí: “En esta plaza se reunían los niños del barrio. Aquí Jorge M. Bergoglio corría tras la pelota con sus amigos. Eran tardes de juegos, encuentros y amistad”.
A poco más de dos cuadras, sobre avenida Directorio al 2138, se encuentra el Instituto Nuestra Señora de la Misericordia, donde el fallecido papa asistió al jardín de infantes, que se inauguró en 1909. Más tarde, en en la capilla de dicha escuela, tomó la primera comunión. La institución dictó asueto para hoy, ya que, aunque el Arzobispado había estipulado ayer la suspensión de las actividades en los colegios dependientes de la Vicaría, muchos de ellos ya habían recibido a los estudiantes. En la víspera, ya la bandera estaba a media asta y había una hoja A4 con la foto de Bergoglio pegada a la puerta de entrada: “Papa Francisco, te acompañamos en tu pascua”.
Muy cerca de donde nació, en Varela 358, Francisco hizo la primaria en la Escuela Coronel Cerviño. Un letrero encima de la puerta cita a la activista pakistaní Malala Yousafzai: “Un niño, un maestro, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo. La educación es la única salvación”. Al lado, otro rótulo que muestra la relación del espacio con Bergoglio: “En esta escuela cursó estudios primarios el papa Francisco”.
En la avenida Rivadavia 6950, a poco más de tres cuadras de allí, se encuentra la Basílica de San José de Flores. Se cuenta que un día, a los 17 años, pasó por la puerta abierta, vio la luz prendida, entró y se confesó. Allí se le reveló su vocación. Un recordatorio de su paso por el lugar, con otra placa, resume: “En esta iglesia de San José de Flores, Jorge Mario Bergoglio vivió el inicio de su vida sacramental y apostólica. Participó de la acción católica en su infancia. Un 21 de septiembre, después de confesarse, escuchó el llamado a ser sacerdote. Recordamos ese acontecimiento con la lámpara que ilumina este espacio: el rayo de luz representa representa la acción de Dios en su vida”.
En ese mismo confesionario, el que en 1953 llamó su atención, la luz encendida y las puertas abiertas dejaban ayer a la vista las flores que la gente fue acercando. El sitio se convirtió en el espacio predilecto de reunión y oración de los fieles, aunque otros rezaban arrodillados en los bancos.
En este templo tan especial para Bergoglio se celebró además ayer a la tarde una misa “por el eterno descanso del Papa”, presidida por Monseñor Jorge García Cuerva. Afuera, en la vereda, se vendían estampitas, rosarios y pines.