Laurita Fernández: “No hay que mirar con ojos de cancelación a programas del pasado”

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Que nadie se confunda con el diminutivo. Que las marquesinas, las fichas técnicas, su propia cuenta de Instagram y la boca de todos lo suscriban es la prueba de marca instalada. Porque Laura Inés Fernández, Laurita Fernández hasta el infinito y más allá, se ha convertido en un nombre fuerte, para seguir de cerca y con mucha atención.

En primer lugar, porque fue la protagonista de obras muy reconocidas por la producción y por historia: Sugar (la comedia musical que hiciera Susana Giménez en 1986), con dirección de Arturo Puig, donde reemplazó a Griselda Siciliani en 2018 y ganó el premio ACE Revelación. Departamento de soltero, con Nicolás Cabré y dirección de Daniel Veronese, en 2019 y 2020. El método Gronholm, en 2022, con dirección de Ciro Zorzoli. Matilda, el musical, en 2023, dirección de Del Mastro. Legalmente rubia, el año pasado, dirigida por Del Mastro y Marcelo Caballero, y por la que ganó el premio Hugo, compartido con Florencia Peña. Y este año, La cena de los tontos, dirigida por Marcos Carnevale, y con Martín Bossi, Gustavo Bermúdez (que reemplazó a Mike Amigorena), Guillermo Arengo, Esteban Prol y Franco Battista.

Estrenada en marzo en el teatro El Nacional, la obra que 25 años atrás protagonizaron Guillermo Francella y Adrián Suar (ahora productores), estuvo al tope de recaudaciones hasta la llegada en junio de La Sirenita, el musical de Disney, y de Rocky, el sueño cumplido de Nicolás Vázquez. Según Aadet, la asociación que nuclea a empresarios teatrales y musicales, durante la última semana del receso escolar, La cena de los tontos se ubicó en cuarto lugar después de La sirenita; Aven, de Fuerza bruta, y Rocky. Pero tanto La Sirenita como Aven terminan en agosto.

Hasta octubre en El Nacional y después, en la temporada marplatense, seguirá la obra en la que Fernández compone a dos personajes muy distintos, bien contrapuestos: Valeria, pareja de Pablo (Bermúdez), es una morocha de pantalón y blazer, quiere formalizar el vínculo, muy en eje todo el tiempo, y Carla, rubia, con shorts y top, que asedia al mismo hombre, muy desbordada y extrema, con abundante despliegue físico.

Éxito arrollador. Estrenada en marzo,

“Para componer a Carla tomé cosas de personas conocidas o momentos épicos o virales. Uno es de Esmeralda Mitre: cuando yo conducía Cantando por un sueño (2020) y ella participó, hacía un ruido con la boca mientas cantaba que se hizo famoso. También, de otra famosa que se tatuó el nombre de una persona que le gustaba, actitudes que bien podrían ser de Carla. Propuestas que le llevé al director y que compró todas”, dice.

–Has participado en obras que en algunos casos se hicieron antes o han sido películas. ¿Tenés en cuenta esas anteriores versiones?

–Vi la versión de Francella y Suar filmada, no siento que eso me condicione para nada, al contrario, me suma. También las películas. Sí, lo hago, no me genera un exceso de información, me permite entender mejor, además, claro, de lo que diga el director.

–Mike Amigorena fue reemplazado por Gustavo Bermúdez en el personaje de Pablo. ¿Cómo fue el cambio? ¿Lo conocías?

–A Gustavo tuve la suerte de conocerlo porque trabajamos juntos en la serie Los protectores (2022), es una bendición trabajar con él, un sol, todos lo quieren. Mi mamá se volvió loca cuando le dije, vio todas sus novelas. Y hace mucho que no hace teatro, es buenísimo que la gente vuelva a verlo. Con Mike, todo bien, la mejor. Y a Martín (Bossi) lo conozco hace mucho, es un intenso total en el buen sentido, ama lo que hace, hizo un personaje totalmente distinto al que hizo Francella, me entiendo mucho con él pero nunca se tienta y yo sí, me hace tentar, tengo que hacer fuerza para no reírme. Es muy generoso, no es el típico capocómico acostumbrado a hablar solo y que no deja lugar a los demás, todo lo contrario, me llevé una grata sorpresa. Es todo un gran elenco, me encanta escucharlos, también al director, me siento en Disney compartiendo sus historias, todo lo que trabajaron.

Estudió con Pepe Cibrián y subió a las tablas por primera vez a los 16 años; hoy se luce en “La cena de los tontos”

–¿Qué aprendiste en cada una de estas obras?

–Todas me dejaron algo. Siempre busqué variar en el género y lo que los personajes me podían aportar. Más fácil habría sido seguir con personajes más alineados al de Marilyn (Monroe) en Sugar y el mundo del musical porque me llegaban ese tipo de propuestas. Todo lo que elegí fueron desafíos distintos. En Legalmente rubia confluyeron muchos años de estudio, trabajo y esfuerzo porque pude plasmar todo lo que sé hacer, eran dos horas de bailar sin parar, acrobacias, canciones que me requirieron mucha disciplina. Además de que había una historia potente detrás, en un teatro maravilloso. Y ahora esta obra, con dos personajes que obviamente la gente sabe que hago yo pero que si estás inmerso en la historia no te das cuenta que es la misma actriz. Busqué no estar cómoda en cada oportunidad, no hacer lo mismo que antes.

–¿Cómo te llevás con los castings o audiciones?

–Hice un montón. En Matilda quedé por un casting que había hecho antes con la misma productora para otra obra, que finalmente no se hizo por la pandemia. Me llamaron, pero a raíz de ese casting porque si no, quizás, ni se les hubiera ocurrido mi nombre. Y con Carnevale hice casting para la serie Los protectores que él dirigió. Ni hablar antes… Es todo un arte. Al principio sentís que no te va bien porque no rendís al ciento por ciento por los nervios; a medida que pasa el tiempo, te vas soltando, me iba más conforme. Después, ya siendo conocida, sentía una presión extra porque si te equivocás, pero nadie te conoce, no pasa nada. Pero si te conocen, temés que se acuerden en el futuro. De todos modos, trataba de despejar eso y concentrarse en lo que yo sabía hacer y aprovechar ese momento.

–Te hiciste famosa como bailarina en la televisión. ¿Costó demostrar que también eras actriz?

–Siempre se tiende a encasillar. Ahora ya tanto no me pasa pero antes sí, como me veían en el Bailando, me llamaban para eso. El camino se abre buscando oportunidades y haciendo, me conecté con equipos de trabajo y eligiendo bien.

–¿A qué propuesta le decís que no?

–El dinero no es lo que me hace decidir, no voy donde pagan más. Gracias a Dios nunca necesité eso aun cuando el pasar fuera justísimo. Siempre me incliné por lo que me iba a sumar. Por ejemplo, cuando hacía el Bailando, los fines de semana animaba cinco shows. Prefería eso a hacer teatro de revistas donde sentía que no iba a sentirme cómoda. Está buenísimo el género y respeto mucho a quienes lo hacen pero no es para mí. Y seguramente lo pagaban mejor que lo que yo estaba haciendo. Hay cosas que no me siento cómoda. Desnudos en las redes para promocionar, tampoco, no va conmigo. No me dejo llevar por lo que dé más guita, sino que estén alineadas con lo que yo quiero hacer.

El debut de Gustavo Bermudez en

–¿Te interesa la autogestión, armar tu propio proyecto y llevarlo adelante, sin esperar llamados?

–No lo descarto, me gustaría en un futuro. Quiero ganar más experiencia. Me gusta conocer más del mundo de la producción, todo lo que rodea al espectáculo. A (Carlos) Rottemberg le pedí muchos consejos, es muy generoso contándome cosas porque me interesa y me gusta. Pero todavía quiero seguir aprendiendo y haciendo más. Cuando aparezca el proyecto y sea el momento, sí, a full. En un momento, tuve un negocio de bronceado porque quería tener una entrada extra a lo artístico porque esta es una carrera llena de incertidumbres. Lo puse con dos amigas que son las que lo siguen hoy, yo salí porque por suerte el laburo y la rutina diaria me llevó a estar abocada ciento por ciento a esto.

Todo por un sueño

Desde el jardín de infantes, el gran amor de Laura es el baile. Empezó muy chica en su barrio, Mataderos, con un profesor exbailarín del Colón. Seguirían distintos docentes y de distintas ramas como jazz y tap, pero nunca soñó con la danza clásica. Cuando a los diez años, en 2001, vio con su mamá Fiebre del sábado por la noche, en el teatro El Nacional, supo que eso era, exactamente, lo que quería. Cuando, en 2006, vio Sweet Charity, con Florencia Peña, no le quedó dudas de que también tenía que estudiar teatro y canto.

“Fui a la escuela de Pepe Cibrián y, a los 16 años, entré como reemplazo a El fantasma de Canterville. Cuando llegué, Pepe me dio un pantalón y una remera XL: ‘Tenés que mover la escenografía, ser utilera, no te vas a quedar sentada esperando el reemplazo’. Así empecé a trabajar, salimos de gira, di libre cuarto y quinto año. Cuando cumplí 18 fui a otra audición para un musical de Enriqui Pinti y no quedé. Sentí que el mundo se terminaba, que no servía. Entonces aparece el casting para el Bailando. Con otras compañeras de cursos nos anotamos como una diversión, a ver qué pasaba. Me sorprendió al llegar a la fila que eran todas chicas muy altas y en lencería, en ropa interior. Yo fui en jogging y remera. Y quedé. Tuve que renunciar a una beca que me había ganado en la escuela de Julio Bocca para estudiar seis meses en los Estados Unidos. Mi papá me aconsejó que eligiera el trabajo, porque después podía volver a presentarme o ganar el dinero para estudiar allá”, contó en otra nota para este diario.

La popularidad la alcanzó por primera vez en 2015, cuando la pareja que formaba con Federico Bal gana el certamen conducido por Marcelo Tinelli. Para entonces, además, había empezado en Combate, programa juvenil de competición en destrezas físicas en Canal 9. A partir de ese momento, se abría otra línea paralela a la de actriz y bailarina: la conductora de ciclos de entretenimiento. Desde Combate, condujo el Cantando (2020-21) y Bienvenidos a bordo (2022-23), ambos en elTrece -entre otros ciclos donde realizó reemplazos-, y ahora en el 9, Bienvenidos a ganar, un reality de talentos que va de lunes a viernes a las 22 (graba por la tarde).

“Hace años que conduzco un programa tras otro sin parar. Me gusta el entretenimiento, lo espontáneo, que la gente lo pase bien, va con mi manera de ser, sin gritar a nadie. A Combate fui al casting, recaradura, quedé y terminé conduciendo el programa. El productor era Marcos Gorban (histórico productor de Gran Hermano) que me dio la oportunidad en un programa de cuatro horas y que en un momento fue de lunes a lunes. Después hice algo de magazine, pero lo que más me gusta es el entretenimiento y lo que hago ahora, programa de talentos, donde se da una oportunidad a gente de todo el país. Entiendo lo que les pasa por haber estado tanto tiempo en un programa de talentos”, dice.

–¿Es un camino que permite trascender, llegar a dónde buscan?

–Todo mueve energías. Antes que quedarte en tu casa, obvio que es una opción y más cuando es un programa tan sano y familiar como el nuestro, donde se les da un espacio para que se puedan lucir. Les sirve para sus redes sociales donde usan el recorte del momento en la tele. Cuando les pregunto sobre las repercusiones en sus ciudades, sus pueblos, entre la gente, todo es positivísimo: “me surgieron más shows”, “empecé a cantar en tal bar”, “me llamaron de tal lado”, “me crecieron los seguidores” e, incluso, algunos de los artistas que tenemos en el jurado invitan a algunos participantes a cantar a sus espectáculos porque se enamoraron de sus voces. Todo eso si se quedaban en sus casas no sucedería. Siempre, antes que no hacer, es preferible mover las energías, buscar la oportunidad y una cosa va llevando a la otra.

Protagonizar

–¿Sentías eso cuando empezaste?

–Sí, a full. No vengo de familia de artistas, de conocidos. Estudiaba danza, teatro, canto y quería que me conocieran. Se trata de buscar, de encontrar el modo. Hoy las redes sociales son una herramienta esencial para artistas que buscan oportunidades, ya te da una plataforma para hacerse ver, opción que cuando yo empecé no estaba y está muy bueno.

–¿Qué uso le das a las redes sociales?

–Como un canal de comunicación para conectarme con quienes me siguen. Por ejemplo, cuando estuve enferma, con gripe, y no pude hacer la función (la suplantó Daniela Pantano). Comparto cuestiones del trabajo, agradecimientos, lo que hago, trabajos, entrenamientos. También momentos con mi perra Miel, que me acompaña bastante al teatro. No soy superhábil ni conozco la última tendencia, lo que se usa.

–¿Te encontraste en las redes en situaciones que no querías estar?

–Millones de veces. En Bienvenidos a bordo se viralizaron muchos. Si es por chimentos, no me detengo a mirar los videos.

–¿Respondés, desmentís si es necesario?

–No. Suele ser contraproducente, depende del caso. La opinión se transforma en información, alguien dice algo y todos lo replican sin chequear, sin preguntar si eso es así. Se arma una bola que no lo podés creer. También pasa que ponen un título que no tiene nada que ver con la nota que te hicieron, pero nadie la lee y se quedan con eso y te estrolean. Pero no voy a levantar la bandera de lo que debería ser, salvo que sea algo muy grave. Entiendo que en las redes hay de todo y sirven para todo, hay cosas muy geniales y otras que no.

–Desde el lugar que estás hoy, ¿cómo ves el Bailando?

–Tengo los mejores recuerdos porque para mí significó poder mostrar a todo el país, con la audiencia que tenía, lo que a mí me gustaba hacer. Mi única preocupación era ensayar baile y después ir a bailar. Tenía sus aristas, era un reality con todos los condimentos, pero es el espacio y la oportunidad que me dieron para darme a conocer. Jamás voy a renegar ni mirar con otros ojos que no sean de felicidad. Me encuentro con compañeros y nos acordamos de anécdotas que vivimos, la pasé bárbaro. Por eso estuve tantos años, sino, me hubiera ido antes.

–La televisión abierta está en retroceso, la sociedad cambió, lo que antes estaba naturalizado, ahora ya no es posible. ¿Podría estar hoy un programa como el Bailando?

–Nada podria estar, ni Sábado bus, ni Poné a Francella, nada sería tal cual era y todos amamos a Francella y creemos que Nico Repetto la rompe conduciendo. De hecho, volvió Mario Pergolini, pero no siendo el mismo que era. Se aggiornan y adaptan a la actualidad. Pero eso no significa que no puedan hacerse programas de talentos y de entretenimiento: evolucionan y mutan a otras maneras. No hay que mirar con ojos de cancelación lo que en ese contexto no hacía ruido. Hoy, sí, por suerte. Hay otras formas, se habla, se respeta y se analiza. También a veces es de la boca para afuera y después no se aplican, pero estamos en el camino del cambio.

–¿Pasaste por alguna situación incómoda, no deseada, en tus trabajos?

–He trabajado mucho en equipos con mayoría masculina y siempre me sentí respetada, cuidada, no sufrí situaciones como quizás otras mujeres en otros ámbitos han tenido. Al conducir, me tocó ocupar roles que suelen ocupar hombres. Pero lo que sí me ha pasado es irme de un laburo porque la persona que estaba a cargo del proyecto era ultramachista y consideraba que las mujeres no tenían que conducir. Cuando me dijo eso, ya supe que nada de lo que hiciera le iba a venir bien, si ya tenía esa manera tan cuadrada de pensar. Cuando terminé el contrato no renové y me fui porque no quiero compartir más nada con ese señor.

–¿Qué dicen tus padres de tu carrera?

–Están chochos, me apoyaron siempre, me costearon todas las clases que tomaba, a todos lados. Están muy orgullosos y no podría estar donde estoy ni haberme formado si no fuera por ellos.

–¿Sos hija única?

–No, tengo una hermana menor, Gabriela, que es productora en Canal 9. Nos cruzamos, pero estamos en distintos programas.

–¿A quién admirás? ¿Tenés o tenías a alguna ídola?

–Antes sí. Cuando empecé a conducir, me acuerdo que me decían –por esto de los encasillamientos– que si ahora conducís, no bailes; o si hacés musicales, no conduzcas; o si hacés obras de texto, entonces no… como si no se pudiera hacer las dos cosas a la vez, tiene que ser uno o lo otro. Y yo pensaba, previo a Sugar, por qué se decía eso si Susana (Giménez) hacía todo. Salvando las distancias, obviamente, pero ella hizo películas, obras, televisión, conducción, nadie le dijo que hiciera una cosa o la otra. Y después me tocó, por Sugar, conocerla y es una persona que admiro mucho y respeto. Hay muchas actrices que me encantan y después las encuentro y saben mi nombre, y yo no lo puedo creer, esas cosas que te pasan. Pero lo que me pasó es que antes idealizaba a estas figuras. Después, con el correr de los años, no sé si tengo un faro o quiero ser como tal. Me gustan cosas de distintas figuras pero no personalizo. Solté. Voy haciendo la mía, viendo a dónde me lleva.

Laura Fernández en la obra

–Estás sola en tu casa: ¿qué ves en la tele?

–Miro tele de aire porque laburo en ella y no soy de las que dicen “yo no miro televisión”, no banco esa postura si laburás en la tele, en los medios. Yo sí, miro todo y trato de estar informada de todo, desde canales de noticias a los de espectáculos, el de la competencia, el de arriba, el de abajo, todo. También veo series pero de a un capítulo, no soy de las que maratonean. Me cuesta quedarme quieta.

–¿Cómo te cuidás físicamente?

–Toda la vida entrené, soy muy activa; además de la danza, con el tiempo fui complementando con gimnasio, pilates, spinning, tenis. Me gusta el deporte en general, pero también lo tomo como parte de mi profesión, es una responsabilidad, no lo hago solo por estar activa. Me gusta estar sana, estar fuerte todos los días y porque mi profesión requiere eso: no te ponés a punto en un mes, no llegás, y tenés que estar preparado si te llega un proyecto. La disciplina se entrena, fui educada así y lo agradezco. Aunque llueva, esté cansada y me den ganas de quedarme en la cama, voy y entreno.

–¿Hacés terapia?

–Sí, terapias alternativas.

–Tu admirada Susana dijo hace mucho que prefería cuatro relaciones amorosas de cinco años que una sola de veinte. ¿Qué opinás?

–Capaz en veinte años digo lo mismo. Estoy aplicando esa técnica sin saberlo. Pero no sé qué es mejor, no tengo ni idea. Las cosas se dan. Tengo una personalidad muy libre –no libre en el sentido de la no a la monogamia–, libre porque soy muy independiente y me siento muy bien estando sola. Si estoy en pareja es porque elijo y quiero estar con el otro. Puede que haya personas que lo necesiten más, que se sientan solas, más Susanitas. Me parece mejor, aunque suene trillado, vivir el presente y disfrutar lo que está pasando, ir construyendo, ser buena persona y la vida dirá si da o no va más. Pero vos sentiste que con esa persona diste lo mejor y estuvo buenísimo. Tengo buen recuerdo de las parejas que he tenido, estoy en paz y de hecho trabajo con algunos de mis ex: Federico Hoppe (fueron pareja entre 2014 y 2016) es productor de La cena de los tontos, y Pelu (Claudio “Peluca” Brusca, con quien estuvo casi tres años), de quien me separé hace poquito, sigue produciendo mi programa en el 9 y hablamos todo el tiempo de laburo. Eso es posible por lo bueno vivido juntos porque sino, no nos podríamos mirar a la cara.

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