Lecciones de un pingüino es un desparejo retrato de la Argentina de los años 70 vista por un extranjero

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Lecciones de un pingüino (The Penguin Lessons, España-Estados Unidos-Reino Unido/2024). Dirección: Peter Cattaneo. Guión: Jeff Pope. Fotografía: Xavi Giménez. Música: Federico Jusid. Edición: Robin Peters. Elenco: Steve Coogan, Jonathan Pryce, Björn Gustafsson, Vivian El Jaber, Agostina Carrocio, Micaela Breque, Ramiro Blas. Distribuidora: Diamond. Duración: 111 minutos. Calificación: solo apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: regular.

En los años 70, Tom Michell era un joven británico de formación y espíritu cosmopolita que se interesó, apenas graduado y llevado por la curiosidad, por un anuncio publicado en un diario inglés desde el cual se convocaba a interesados en viajar a la Argentina para enseñar en el prestigioso colegio St. George’s de Quilmes. Llegó a nuestro país a cumplir esa tarea en el pico de la violencia política de esos tiempos y en una sociedad jaqueada por el terrorismo y los estragos cometidos por la dictadura militar.

La decisión de imponer esa agenda política y condicionar desde allí todo lo que Michell cuenta en sus memorias fue la peor decisión posible. No solo porque dejó en segundo plano lo más interesante de libro que inspiró esta película, sino porque ese cambio de enfoque también forzó cambios innecesarios en el retrato humano y social de la historia, a la vez amable y muy despareja. Empezando por el personaje principal.

Lecciones de un pingüino

El todavía veinteañero Michell, un extranjero lo suficientemente audaz como para animarse a rescatar a un pingüino empetrolado a punto de morir en una playa de Punta del Este y llevárselo a Buenos Aires para salvarlo y cuidarlo, se convierte aquí en un solitario cincuentón que trata de mitigar lejos de su casa algunas el dolor de algunas heridas afectivas muy profundas.

Se hace inevitable, más allá de las diferencias de registro o de época, comparar a la vez esta adaptación con otra historia reciente llevada al cine planteada alrededor de esta curiosa manera de amigarse. En Mi amigo el pingüino, del brasileño David Schurmann, el vínculo entre un desengañado pescador y el animalito (también apoyado en una historia de la vida real) nos llevaba a un mundo emocional transparente y espontáneo.

Aquí, en cambio, una versión mucho más madura y desengañada del auténtico Michell, que Steve Coogan interpreta extrañamente a desgano, le dice a todo el mundo que volvió a Buenos Aires con el pingüino después de haber fracasado en su intento de tener sexo con una mujer durante una breve escapada a la costa uruguaya.

Lecciones de un pingüino

No es la única libertad que se toma el director Peter Cattaneo (Todo o nada: El Full Monty) a partir de la historia original. Inventa un personaje clave, una joven empleada del colegio que se opone de plano al gobierno de facto, pero a la vez rechaza el uso de las armas por los grupos insurgentes, y termina secuestrada por un grupo parapolicial.

Frente a este hecho y a todo lo demás, el docente inglés pasa en apariencia del desapego absoluto al compromiso activo frente a todo lo que pasa a su alrededor. Decimos en apariencia, porque la rigidez facial de Coogan jamás se altera y a partir de esa impasibilidad cuesta creer que haya cambiado por completo su visión de las cosas gracias a la cercanía de su nuevo amigo emplumado.

Cattaneo trata de mostrar esa improbable transformación interior incorporando una variante más pueril de la trama de La sociedad de los poetas muertos: los alumnos del colegio de élite que apenas ayer se burlaban del nuevo docente inglés y tiraban avioncitos de papel en medio de las clases de literatura ahora son amantes consumados de la poesía que escuchan textos clásicos inspiradores acostados sobre el piso del aula.

Lecciones de un pingüino

La fotografía del catalán Xavi Giménez llena de nostálgicos tonos dorados las imágenes de una ficticia Buenos Aires filmada en exteriores de las Islas Canarias y descripta en su vida cotidiana con un pintoresquismo excesivo, por lo tanto muy poco creíble. No deja de ser curiosa, personificando a un puntilloso director de colegio, la presencia de Jonathan Pryce, que después de Evita y Los dos papas vuelve a participar en una película anglosajona de temática argentina.

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