Lecciones para la Fed de mi tiempo al frente del Banco Central argentino

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La columna del ex presidente del BCRA fue publicada hoy en el diario británico Financial Times

Los ataques del presidente Donald Trump a la independencia de la Reserva Federal de Estados Unidos pueden traerle beneficios a corto plazo, pero a mediano plazo infligirán daños duraderos al crecimiento y los precios. Lo sé por dolorosa experiencia personal en la Argentina hace casi 16 años, cuando estaba a cargo del Banco Central.

Después de sortear con éxito la crisis financiera global, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner me llamó a su despacho en la mañana del 12 de diciembre de 2009. Sin ofrecer ninguna explicación técnica, me pidió que transfiriera, por decreto, USD 6.500 millones de las reservas del Banco Central al Tesoro nacional.

Mi reacción inmediata fue que la Carta Orgánica del Banco no me permitía hacer eso y que, en cualquier caso, tendría efectos perjudiciales en los mercados financieros y en la economía en su conjunto. Sin embargo, Kirchner no pudo ser persuadida e insistió en que quería que se realizara la transferencia. Decidí solicitar informes sobre el borrador del decreto a todos los departamentos técnicos del Banco Central, sabiendo que esos reportes tardarían varias semanas en aparecer.

Como resultado de la demora, en enero de 2010 Kirchner emitió un decreto destituyéndome sin causa. Decidí acudir a la justicia para defender la institución que dirigía. Un día después, un juez me restituyó en el cargo. Kirchner denunció lo que consideraba una conspiración contra su gobierno encabezada por el Banco Central y el Poder Judicial.

A pesar de que un juez suspendió el decreto para incautar las reservas, el comportamiento de Kirchner hizo que mi trabajo fuera imposible, y finalmente me fui el 29 de enero de 2010. Al año siguiente, ya se sentían los efectos de sus políticas. Se establecieron controles cambiarios, lo que llevó a una inflación desenfrenada y a una economía estancada. Cinco años después, el Banco Central se quedó sin reservas, con un precio oficial para el dólar estadounidense y cuatro cotizaciones paralelas que eran aproximadamente un 50 por ciento más altas, y sin crecimiento económico. El partido de Kirchner terminaría perdiendo las elecciones de 2015.

Antes de la intervención de Kirchner, Argentina seguía un régimen de tipo de cambio flotante con una sola cotización y sin controles de capital. También contaba con reservas internacionales líquidas y positivas, que respaldaban la base monetaria y todas las obligaciones monetarias del banco central. Esto nos permitió superar con éxito cualquier shock, al tiempo que protegíamos los depósitos de los argentinos de a pie.

De esta historia se desprenden tres lecciones sencillas para los bancos centrales de todo el mundo, incluida la Fed. Primero, cuando haya un ataque a la independencia del banco central, lleve el caso a la justicia, subrayando que nadie, ni siquiera el presidente de la Nación, está por encima de la ley. Segundo, exponga el caso ante el Poder Legislativo. Y tercero, hágalo público.

Hoy en día, muchos bancos centrales se ven obligados a lidiar con la “dominancia fiscal”, con presiones para bajar las tasas de interés como medio para reducir el costo de la deuda del sector público. He aprendido por experiencia en diferentes mercados emergentes que, si bien un banco central ciertamente debe coordinarse con el Tesoro o el ministerio de Finanzas, no debe permitir ser subordinado. Los bancos centrales deben ser autónomos, pero esto no significa aislados. Después de que la inflación alcanzara el 211% en 2023, Argentina parece haber aprendido la lección.

Lo que aprendí de mi enfrentamiento con Kirchner es que interferir con la independencia del Banco Central conduce a una pérdida de credibilidad en la política económica. Y una vez que se pierde la confianza, la incertidumbre sigue.

En Estados Unidos, los efectos de los ataques de Trump al presidente de la Fed, Jay Powell, ya son perceptibles en la creciente brecha entre las tasas de los bonos del Tesoro a dos años y a más largo plazo. Espero que mi experiencia sirva como advertencia para no cometer errores similares de los que todos sufrirán.

El autor es presidente de la Fundación Capital y ex presidente del Banco Central de la República Argentina

Publicado en Financial Times

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