Día a día se consumía en vida. Aunque comía lo que le ofrecían, cada vez estaba más delgado. Sus costillas se podían contar a simple vista. La tristeza marcaba su rostro y, con tan solo dos años, se estaba apagando, de a poco.
“Fue un lunes. Me llamaron del del Instituto Luis Pasteur -(N. de la R.: el hospital donde perros y gatos permanecen en observación para descartar que tengan rabia si, por ejemplo, mordieron a una persona o estuvieron en contacto con murciélagos)- para que lo fuera a buscar. Cuando llegué, me impresionó su estado. La jaula lo estaba matando en vida. Sin perder tiempo, empezamos la difusión para sacarlo de ese lugar”, recuerda Norma Derincoky, voluntaria de Liberados del Pasteur, la Asociación Civil que lucha por rescatar a los perros del infierno en el que viven en ese centro de zoonosis.
“Jamás mordió ni mostró agresión”
Aunque nunca supieron exactamente cómo había sido el pasado del perro al que llamaron Carlitos, desde el Pasteur les informaron que lo había encontrado un policía en la calle. Cuando lo llevó a su casa, el perro había mordido a su madre y fue ese el motivo por el que terminó en una jaula oscura. “La realidad es que desde el momento que lo sacamos jamás mordió, ni mostró agresión alguna. Siempre fue un perro cariñoso y agradecido”.
En tan solo tres días, gracias a la ayuda de una madrina, se pudo conseguir un tránsito por 15 días. En poco tiempo, el animal que se estaba consumiendo, renació. “Le hicimos una batería de estudios y los resultados dieron bien. El diagnóstico: el encierro y la indiferencia”.
Desde hace ya varios años, la Ciudad de Buenos Aires, a través de diferentes actividades y normativas, se promociona cada vez con más fuerza como un centro urbano pet friendly. Sin embargo, el instituto de zoonosis ubicado en Parque Centenario está lejos de ser “amigable” con los animales que aloja. Allí, los perros y los gatos están encerrados en jaulas metálicas que no contemplan el espacio mínimo que requiere un canil. Deben dormir en un piso frío de cemento, sin abrigo, ni mucho menos confort y convivir con sus propias deposiciones -la limpieza se hace con el animal dentro de la jaula, lo que le genera escaras en la piel-.
“Cada día es un martirio”
“Un día típico en la vida de un perro que está encarcelado en el Pasteur es un martirio. Comen, duermen, hacen pis y caca, todo en el mismo espacio reducido. Nadie los saca a pasear porque supuestamente no hay personal. Entonces nunca sienten el sol ni el viento en sus cuerpos. Tampoco ven la luz del día. Son seres vivos que están prácticamente muertos en un cuadrado y detrás de una reja. Hoy la situación está peor que nunca”, relata con angustia Derincoky.
Aunque, según pudo confirmar este diario, desde 2019 se esperan reformas en las instalaciones y el sistema de funcionamiento del centro de zoonosis, nada ha cambiado desde entonces. “El Instituto de Zoonosis Luis Pasteur está cada vez peor. La semana pasada sacamos dos perros. Uno de ellos hacía 9 meses no veía la luz del día. La misma suerte corren los que aún quedan: no hay personal, no hay empatía, los animales no salen de las jaulas. Todo funciona mal y algunos profesionales nos ponen trabas cuando llevamos gente para adoptar. La situación es muy compleja. No recibimos ayuda de nadie: ni del estado Nacional, ni del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, ni de absolutamente ningún organismo oficial. Tenemos un trabajo muy duro y difícil porque cada día nos cuesta todo mucho más. Pero es imposible ser indiferentes al sufrimiento de estos animales”.
“Es un perro equilibrado y dócil”
Con comida casera, cuidados, paciencia y cariño, Carlitos se fue recuperando. “Pero, lamentablemente, pasados los 15 días, terminó ese tránsito y tuvo una adopción fallida. Lo llevamos entonces a un pensionado para que pudiese estar libre y jugar con sus pares ya que no tiene ningún problema. Allí logró estar tranquilo, ganó peso y se convirtió en un perro equilibrado, dócil y juguetón”.
“Seríamos muy felices si Carlitos encontrara una familia”
La Asociación Civil Liberador del Pasteur tiene actualmente 20 perros rescatados del Instituto Pasteur que están pensionados. “El costo mensual es de $2.500.000. Lo sostenemos con las madrinas, ferias y colaboraciones. Pero cada vez es más difícil poder cubrir este nivel de gastos. Por eso solicitamos ayuda. Seríamos muy felices si Carlitos encontrara una familia que lo amara. No sabemos cómo se lleva con gatos y, por precaución, buscamos un hogares sin niños. Es muy dulce, inteligente y cariñoso. Carlitos necesita amor, respeto, paseos y cuidados. Está castrado y con sus vacunas al día. Después de tanto sufrimiento, hoy es libre, y confiamos en que pronto él tendrá la oportunidad para, finalmente, ser un perrito completamente feliz”.
Para ayudar a la Asociación Civil Liberados del Pasteur se puede: colaborar con el pago del pensionado y gastos de atención veterinaria y alimento; ofrecer movilidad para trasladar a los animales a sus tránsitos o al pensionado; acompañar a los perros a los controles y estudios médicos; ayudar como voluntario para sacar a pasear a los animales que todavía están en las jaulas del Pasteur; difundir casos e información de valor. Instagram: @liberadosdelpasteur
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